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A todo el mundo parece encantarle eso de clasificar los meses: septiembre es, para los niños, el mes de la vuelta al cole y para las peluquerías, perfumerías y demás, el de la caída del cabello. Enero es el mes del ahorro y la dieta tras los excesos de las Navidades. Pues que queréis que os diga, a mí en octubre también se me cae el pelo y en abril sigo sin haber dejado atrás del todo los excesos de las Navidades, así que siempre viene bien tener a mano una receta de una buena ensalada, y no una "ensalada trampa".
Las "ensaladas trampa" son esas que llevan lechuga, sí, pero también medio kilo de queso, otro tanto de bacon y, por si fuera poco, unos trozos de pan fritos o algo por el estilo. No digo que no me gusten, porque a mí todo lo que lleva algo de bacon me tiene ganada, pero hay que ser realista y, por llamarle ensalada, no es automáticamente comida "light". Luego están las "ensaladas virtuosas" que, para empezar, dan pereza y, para seguir, solo te llenan durante 1 hora, así que esas, como mucho, de acompañamiento de otra cosa.
La ensalada de hoy es una ensalada de pollo asado, que está mejor si asas el pollo ese mismo día, pero que también es una buena forma de aprovechar los restos del pollo asado de otro día. No es más que unas hojas del "verde" que más os guste, los trozos del pollo asado, todavía calentito (me encantan las ensaladas templadas), unas pasas, unos piñones y una vinagreta a base de los juguillos del pollo y algo de vinagre de jerez. Es sencilla, llena pero no atasca y el toque dulce de las pasas le va de maravilla.Con esta ensalada y un buen trozo de pan ¡yo soy feliz!
Normalmente, en lugar de hacer el pollo entero, lo que hago es asar unos contramuslos, que son mucho más sabrosos que las pechugas, con sal, pimienta, aceite y vino blanco a 200º durante unos 45 minutos o hasta que estén doraditos por fuera y hechos por dentro. Y nada de pizcas de sal, hay que hacer como los cocineros de la tele, que dicen una pizca de sal y luego la cogen a puñados!
Lo de los contramuslos de pollo "2 ways" es porque, si en lugar de trocear el pollo y echarlo a la ensalada, haces unas patatas al horno al lado del pollo, tienes dos opciones muy válidas de comerte el susodicho. Y como a los cocineros de Top Chef les encanta lo de servir en un mismo plato dos formas de cocinar una misma proteína, pues nada, yo decidí hacer pollo "2 ways", o "al gusto del consumidor".
Las patatas con ajo al horno son mi actual obsesión. Yo creo que se merecen una entrada aparte porque las hago con TODO: hago huevos fritos y en lugar de freir patatas, hago éstas; hago filetes o estofados de carne, van con estas patatas, hago pollo, más de lo mismo. Vamos que están sentadas a la derecha del bacon en el cielo. A este paso las meto en la próxima megagalleta que haga...
Como creo que ya he dicho otras veces solo hay que cortar las patatas en daditos, ponerlas en una bandeja con algo de aceite y un par de dados de ajo machacados y hornearlas durante 45 mins - 1 hora a 200º, dependiendo del tamaño de los dados. Al sacarlas del horno, una buena pizca-puñado de sal y a disfrutar!!!! Por fuera quedan crujientes y por dentro suaves y el ajo les da un sabor buenísimo. Además siempre que vacío una sartén de aceite pierdo la mitad por el camino y la lío parda, así que encima con estas patatas solo hay que fregar la bandeja del horno - eso sí, conviene ponerla en agua nada más sacar las patatas porque alguna se pega al fondo de la bandeja.
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Este fin de semana tuve un cumpleaños doble y otra amiga aficionada a la pastelería y yo decidimos regalar a las cumpleañeras algo distinto: una mesa de postres. Fue un regalo medio para ellas y medio para nosotras, que teníamos muchas ganas de hacer algo así después de haber visto fotos por internet de las birguerías que hacen Amy Atlas y compañía. Total que, en plan humilde, decidimos hacer algo similar.....
Aunque fuesen dos chicas no queríamos hacer algo muy cursi, así que decidimos pasar del rosa sobre rosa. El problema es que tanto azul, blanco y rojo, en lugar de recordar a una feria de estas que salen en las revistas, acabó pareciendo algo digno de unas elecciones americanas; solo nos faltó la foto del candidato y cartelitos que pusieran "VOTE", pero para un primer intento con materiales modestos tampoco creo que esté tan mal. La foto, para variar, la hicimos a las 10 de la noche a toda prisa, porque teníamos que estar montándolo todo en el bar en el que se celebraba el cumpleaños a las 10.30, con lo cual no nos dio tiempo ni a centrar la mesa para que no se viese la cortina a un lado, ni a currarnos el fondo o la iluminación (ni que supiésemos hacer todas esas cosas...)
Al final decidimos hacer una tarta red velvet (sí, es una tarta red velvet aunque en la foto parezca más buttercream que el típico frosting blanco), mi querido "baked Brownie", unos minicupcakes de vainilla con trocitos de chocolate y buttercream de vainilla y unas palomitas para darle un toque salado y distinto. La verdad es que me quedé con las ganas de incluir las botellitas con el batido de turno y las pajitas de colores que ponen en la mayoría de las mesas de este tipo, pero no creo que en España en un bar a las 11 de la noche tengan mucho éxito las botellitas de cacaolat...
Lo más divertido de la mesa, además de hacer los postres, fue idear la decoración y buscar soluciones baratas; vamos, que al final esto fue una mezcla entre taller de cocina y bricomanía. Compramos papel azul de envolver, las servilletas rojas de corazón y las banderitas de los brownies en una tienda que se llama Tiger, que es un chino a lo nórdico, es decir, en plan "fashion". El lazo rojo de la guirnalda lo compramos en una mercería y el "cake stand" sobre el que colocamos la tarta, no es más que un apaño a base de un plato y un vaso que compramos en Zara Home Kids. Esta misma idea, pero con un plato de porcelana y un candelabro blanco de madera, por ejemplo, quedaría más rústico y muy chulo, y de hecho en las rebajas de verano buscaré alguno cuando los dejen a 4 euros porque 29 euros me parece demasiado. Finalmente las palomitas las pusimos en unos conos fabricados con papel normal forrado del de rayas, que introducimos en huecos que habíamos hecho en cajas de zapatos forradas del papel azul. Los rótulos los diseñé en el paint, los imprimimos y, cual Cristian en Bricomanía, nos pusimos manos a la obra.
La estrella de la mesa, para mí, fue la "Red Velvet", que llevaba queriendo hacer meses y meses. Buscando recetas vi que había básicamente dos tipos: unas que se basaban en un frosting de butterceam de vainilla y otras con un frosting de queso philadelphia. Me decidí por la segunda opción y aunque no he probado la primera, creo que acerté de pleno. El bizcocho estaba esponjoso, el frosting tenía el sabor y la consistencia perfecta y el conjunto sabía a Red Velvet. El que haya probado esta tarta sabe a lo que me refiero: los bizcochos llevan algo de cacao, pero no saben exactamente a chocolate y el conjunto no parece una tarta de queso a pesar del queso del frosting. En lo que parecen coincidir todas las recetas de red velvet es en la historia esa de mezclar una cucharadita de vinagre con una de bicarbonato sódico, cual aspirina efervescente. No entiendo muy bien la influencia que tiene semejante mezcolanza diminuta (entre que lo echas en un bol pequeño, lo que parece que se evapora, y que lo viertes sobre la masa, te quedas con casi nada) sobre toda la mezcla, pero como soy muy obediente, hago lo que me dicen.
¿Lo mejor? Sí, lo mejor es el intenso color rojo del bizcocho que no deja indiferente a nadie, aunque no haya podido hacer foto por no comerla en casa. En el fondo seguimos siendo como niños: cortas una tarta, la gente ve que el bizcocho, en lugar de marrón o amarillo es rojo, y ya es un éxito... No se yo si si me pinto la cara de rojo tendría el mismo efecto... El único problema de esta receta es que el frosting no queda muy blanco por el hecho de añadir mantequilla y extracto de vainilla, pero donde esté el sabor, que se quite el aspecto. Aunque cuando la llevas al sitio y alguien, en plan vacile, te dice que parece una tarta de mayonesa, te acuerdas de la dichosa esencia de vainilla que lo tiñe todo y la maldices, hasta que la pruebas y se te olvida la mayonesa y cualquier otra tontería!
La receta la adapté de aquí. Cuando digo que la adapté es porque sustituí el "buttermilk" por el mismo volumen de nata (35% materia grasa) y unas gotas de limón y tenía que haber hecho lo mismo pero con leche, porque la masa quedaba muy densa, con lo cual acabé echando leche (semidesnatada que es la que tenía) hasta que aquello tuvo mejor pinta.
RECETA: Para dos bizcochos de 23cm de diámetro o 3 de 20cm (yo hice la mitad para dos bizcochos de 18cm de diámetro, aunque tuve que hacer algo más de frosting para cubrir bien la tarta porque las dichosas migas rojas aparecen de hasta debajo de las piedras)
Bizcochos:
580gr harina de repostería
1 cucharadita de levadura en polvo
1 cucharadita de sal
2 cucharadas de cacao en polvo
colorante alimenticio rojo
116gr mantequilla, a temperatura ambiente
348gr azúcar
2 huevos, a temperatura ambiente
1 cucharadita de extracto de vainilla
232gr de buttermilk
1 cucharadita de vinagre
1 cucharadita de bicarbonato sódico
1. Precalentar el horno a 180º y engrasar los moldes.
2. Tamizar la harina, la levadura y la sal sobre un bol mediano y apartar.
3. En un bol pequeño, mezclar el cacao en polvo y algo de colorante hasta formar una pasta sin grumos y apartar.
4. En un bol grande, batir la mantequilla y el azúcar hasta que quede esponjoso, alrededor de 3 minutos.
5. Añadir los huevos uno a uno y remover.
6. Añadir el extracto de vainilla y la pasta de cacao y colorante
7. Añadir un tercio de la mezcla de harina, mezclar bien y añadir la mitad del buttermilk.
8. Añadir otro tercio de la mezcla de harina y la segunda mitad del buttermilk y mezclar bien.
9. Finalmente añadir el último tercio de la mezcla de harina y remover bien.
10. Teniendo los moldes engrasados y a mano, mezclar en un bol pequeño el vinagre y el bicarbonato sódico, añadir a la mezcla del bizcocho y remover bien.
11. Rápidamente dividir la masa entre los moldes y cocer durante 25-0 minutos hasta que un cuchillo insertado en el centro del bizcocho salga limpio.
Cream Cheese Frosting:
464gr queso crema (philadelphia)
116gr mantequilla
1 cucharadita extracto de vainilla
580gr azúcar
una pizca de sal
1. Mezclar el queso y la mantequilla hasta que formen una pasta homogénea.
2. Añadir el azúcar, el extracto de vainilla y la pizca de sal.
Al cubrir los bizcochos es conveniente aplicar una capa muy fina de frosting en el que quedarán las migas rojas del bizcocho y finalmente cubrir con el frosting restante.
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Yo también me uno al reto de la megagalleta de El comidista!.
En mi caso como no ando muy sobrada de sartenes y si me cargo la grande (que es la que toca para la receta), me quedo con la de 10cm de diámetro, la megagalleta va a tener que ir en molde. En cuanto a la receta en sí, lo único que he cambiado ha sido disminuir el chocolate a 180gr (porque era lo que me quedaba), añadir unos 80gr de nueces tostadas, usar sal maldon en lugar de sal gorda normal (me encanta la sal en los dulces) y añadir 3 cucharaditas de café soluble a la masa, ya que tras el éxito del brownie la combinación chocolate + sal + café tenía que volver a aparecer. Además he tenido la suerte de tener harina integral en casa aunque nunca la he utilizado hasta hoy. Los trozos de chocolate los he dejado grandes, que es como me gustan en todas las galletas y en una de este tamaño, con mayor razón.
El resultado: me ha encantado, aunque claro, con el poco tiempo que tenía tampoco es que me la haya jugado con los ingredientes. Lo único que me queda por decir es que si los americanos acompañan la típica cookie con un vaso de leche, para esta hace falta una jarra o una botella y muchos comensales! La verdad es que con lo mucho que nos metemos con los americanos, hay que reconocer que hay ciertas cosas que no hacen tan mal.
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Hace años que no hacía un brownie y hay que ver lo que me estaba perdiendo. A diario intento hacer bizcochos que sirvan para desayunar y que, preferiblemente lleven aunque sea 50 gramos de plátano o zanahoria para sentirme menos culpable. Mientras te lo comes estás pensando y diciéndole a todo el que te pregunta: estoy comiendo fruta. Vamos, que con un poco más cumplo la cuota diaria de 20 piezas de fruta diaria que recomiendan los endocrinos. Esa es otra, a mí que alguien me explique esta regla, porque en verano o primavera, a base de cerezas, fresas y frambuesas, igual hasta la cumplo, pero en el triste invierno lo de comerme 10 manzanas y 10 peras se me hace un poco cuesta arriba.
Además no entiendo por qué pero yo, que como a toda velocidad, tardo unos 30 minutos en comerme una manzana cruda. No es que no me gusten, me gustan, y en postres casi más, pero crudas yo no sé si tienen algún tipo de sustancia que hace que mi mandíbula trabaje más despacio o algo así pero, vamos, que se me hacen un mundo. Aún así, no creo que ni la gente que no tiene mi problema sea capaz de tomarse dos manzanas para desayunar, dos a media mañana, dos antes de comer y así sucesivamente. Esa es otra, la gracia de tomarse la fruta antes de comer porque si te la tomas después engorda. Pues mire señor endocrino, yo si no me como la dichosa manzana después de comer, para quedarme con un buen sabor de boca le doy a la tableta de chocolate, así que me da a mi que voy a pasar de esta moda rara.
Así que que para hacer un brownie necesito una excusa, porque no creo que me lo vaya a recomendar ningún cardiólogo... En este caso se trató de hacer un postre para una cena de mi madre. No es el típico postre refinado que se sirve después de una lubina, pero yo acababa de recibir el libro "Baked: New Frontiers in Baking" y quería probar la receta del brownie que había ganado tantos premios como para hacer famosos a los dueños de este "coffee shop-bakery" de Brooklyn y que tanto le ha gustado a Oprah. El problema es que no contaba con que los americanos no solo miden los volúmenes en "cups", sino que las raciones normales para ellos aquí dan de comer a una familia de 4. Conclusión: hice el brownie, recorté circulos y los puse uno encima de otro a modo de torre para la cena y aún así me sobró media plancha de brownie. Pero la verdad es que duró más bien poco.
Este brownie es merecedor de todos los premios que ha recibido y más y no necesita la típica bola de helado de vainilla que acompaña a los brownies más mediocres que sirven en los restaurantes americanos. Combina las mejores características de un brownie: la jugosidad y el intenso sabor a chocolate, con el buen saber de los autores de "Baked" que añaden algo de sal y café a la masa. La sal es fundamental y como pasa con el caramelo con sal, hace que lo dulce no sea tan dulce y te queden siempre ganas de probar más. El café es sutil, pero tabién le da un toque especial. Yo diría que es el MEJOR brownie que he probado y como Brooklyn queda un poco lejos, la opción más fácil es sacar la mayorfuente que tengáis y ponerse a hacer brownie para 50 como un buen americano. Ahora solo me queda probar la versión rubia del brownie (los blondies), aunque sinceramente, me extrañaría que llegase al nivel de la versión morena.
Para completar la dosis de cosas buenas del día os recomiendo la canción que tengo en modo repetición desde hace varios días. Además el videoclip me encanta: Poison and Wine de The Civil Wars (y no, no es Johnny Depp el que canta aunque lo parezca).
RECETA: Para un molde de 23x34cm (lo que yo decía: brownie para el cuartel)
290gr harina
1 cucharadita de sal
2 cucharadas de cacao en polvo
319gr chocolate
232gr mantequilla
1 cucharadita de café soluble
348gr azúcar
116gr azúcar moreno
5 huevos
2 cucharaditas de extracto de vainilla
La verdad es que vista así la lista de ingredientes da un poco de miedo, pero un día es un día!
1. Precalentar el horno a 180º y engrasar el molde con mantequilla.
2. En un bol mezclar la harina, la sal y el cacao en polvo.
3. Poner el chocolate, la mantequilla y el café soluble en un bol sobre un cazo con agua hirviendo y derretir la mezcla.
4. Apartar del fuego sin quitar el bol de encima del cazo y añadir los azúcares. Batir hasta que todo esté bien mezclado y levantar el bol del cazo. Apartar hasta que alcance la temperatura ambiente.
5. Añadir 3 huevos a la mezcla de chocolate y batir hasta que todo esté mezclado.
6. Añadir el resto de los huevos y el extracto de vainilla y batir hasta que tod esté mezclado, teniendo cuidado de no pasarse para evitar que el brownie quede como un bizcocho.
7. Echar la mezcla de la harina sobre la del chocolate y mezclar utilizando una espátula hasta que se vea solo un poco de la mezcla de la harina.
8. Echar la mezcla sobre el molde y cocer al horno durante 30 minutos, hasta que al insertar un cuchillo en el centro salga con alguna miga húmeda. Este paso es muy relativo, pero en mi opinión es mejor pecar a que el brownie quede poco hecho que mucho.
Envueltos en papel film a temperatura ambiente aguantan bien hasta tres días.
Puede que el desayuno y la merienda sean mis comidas preferidas del día. Ahora que lo pienso, también habría que añadir el "algo" que te tomas a media mañana: el almuerzo o, como yo digo, el "redesayuno". Cuando era pequeña hacía hasta "recena", vamos, que hacía más comidas dulces que saladas.
De hecho siempre he pensado que eso de merendar era parecido a lo del vino: de pequeño meriendas y no te gusta nada el vino y, a medida que creces, te empieza a gustar el vino y dejas de merendar. Yo sigo merendando y todavía no le veo la gracia al vino, ni ganas que tengo. Me imagino a los 40 haciendo los viajes estos por el campo y por las casas rurales que se han puesto de moda con catas de vino pero, en lugar de andar de barrica en barrica o de botella en botella, abriendo el bolso para probar el croissant o el bollo de chocolate de la bollería de enfrente que habría comprado "de extrangis" para no parecer la rara del grupo.
La verdad es que aquí no se le da la importancia al desayuno y a la merienda que se le da en otros países. Por un lado me alegro, porque si tuviese que desayunar los "beans" de los ingleses creo que no me levantaría por las mañanas; pero por otro lado nos perdemos infinidad de bollos, pastas, galletas, etc. Además, ¿no se supone que el desayuno es la comida más importante del día?. Pues habrá que aprovechar. De hecho yo tengo una teoría: todo lo que se come antes de la hora de comer, se quema a lo largo del día. Y si me apuras, ¿no es mejor merendar algo dulce a las 7 que cebarse a pasta a las 10?.
Para hacer justicia a la institución del desayuno, además de las galletas y los bizcochos, hay que adentrarse en el mundo de la bollería. La mayoría de la gente parece tenerle miedo a este tipo de recetas, pero una vez que has probado una o dos, no hay marcha atrás: la bollería en casa no es difícil y si encuentras las recetas apropiadas está mucho mejor que la de la mayoría de las pastelerías. Mi fuente de inspiración en el mundo de la bollería es Pepinho, que escribe este blog, que sigo desde hace años. Tiene infinidad de recetas de bollos (y de muchos otros postres) y hasta ahora todos los que he probado han sido un éxito, incluidos los croissants, el roscón de reyes y estos "Chelsea buns", que son de lo mejorcito que he probado.
Están tan buenos que no son ni de desayuno ni de merienda, son de cuando te los encuentras. Además estos bollos no se prueban, se devoran. Los puedes hacer a las 5 de la tarde el día de navidad después de la cena del 24 y la comilona del 25, que a medida que empiezas a notar el olorcillo que sale del horno te entran ganas de probarlos y es que recién salidos del horno deben ser el octavo pecado capital. Cuando los sacas no te puedes resistir a probarlos y piensas: venga, corto una esquinita de uno de los rollos para ver si han salido bien y lo dejo. Pues bien, cortas esa esquinita, la contraria y las otras dos, el centro y si me apuras te pasas al rollo siguiente sin darte cuenta. Además se pueden hacer al gusto del consumidor variando el relleno, aunque a mí me parece que las pasas le dan más sabor a todo el bollo (yo las empapo en ron antes para que estén más jugosas y sabrosas)- de hecho sé de una a la que no le gustan las pasas, pero en lugar de coger los rollos sin pasas, coge los que las llevan y las quita...
Sin más os dejo la receta.
Entre el pepito a lo Jamie Oliver y la hamburguesa de hoy puede parecer que esto de aprender a cocinar de verdad ha sido una broma, pero esta hamburguesa y sus acompañamientos tienen su historia. Hace unos meses descubrimos el ginger boy, un restaurante de comida tailandesa para llevar que no está nada mal, vamos, que no es como los chinos que por muy baratos que sean yo no les acabo de ver la gracia. Entre otras cosas probamos una hamburguesa de cordero con chutney de pimientos rojos que nos encantó. Viene en una cajita como las que salen en las pelis americanas, con unos gajos de patatas a lo patatas deluxe del Mcdonald´s pero del tamaño de una raja de melón, unas bolsitas de ketchup y el preciado tarrito de chutney de pimientos. ¡¡Menudo descubrimiento lo del chutney!! Es como comer caramelitos de pimiento rojo porque están dulces pero se sigue notando el sabor a pimiento; no como los caramelos de colores, que sabes que el que te estás comiendo es de fresa por el color, porque si lo tienes que adivinar por el sabor.....
Yo llevo tiempo viendo recetas de chutneys en distintos blogs, pero nunca he sabido exactamente qué era aquello. He llegado a la conclusión de que debe ser una mezcla entre verdura confitada y mermelada, aunque suelen añadirles cebolla y alguna cosa más, vamos que el mundo de los chutneys es un mundo aparte.
Volviendo al tema que nos ocupa: el de los pimientos rojos. Como, obviamente, los señoritos del ginger boy te lo traen a casa, pero sin papelito con la receta, una se puso a investigar por internet y, aunque ninguno parecía acercarse lo suficiente al chutney en cuestión, la mayoría coincidían en que había que echar azúcar moreno, algún tipo de vinagre y cebolla. Al final lo hice a ojo sin apuntar medidas (de hecho fui añadiendo a medida que aquello iba avanzando en función de lo denso/líquido que estaba y probablemente si lo hiciese otra vez no saldría igual). Básicamente lo que hice fue cortar el pimiento en trocitos muy pequeños, añadir azúcar moreno y blanco, algo de vinagre de módena y algo de agua y ponerlo a fuego lento durante un buen rato. Soy tan desastre que ni me fijé en el tiempo, pero diría que de una a dos horas - más bien dos horas. Al final los trocitos de pimientos tienen un color más oscuro gracias al azúcar moreno y el vinagre, el líquido se ha vuelto un sirope et voilá: ya tenemos chutney de pimiento rojo.
La hamburguesa en sí, (la pobre parece la princesa destronada de la historia) lleva la carne de cordero (una pierna fue suficiente para 3 hamburguesas hermosas), sal, pimienta, algo de comino y menta. Las especies son las que yo asocio con el cordero al estilo marroquí y las que tenía en casa y el resultado se acercó bastante a la realidad. Lo más importante es no pasarse del punto para que esté jugosa. También lleva pan tostado (con cuerpo para aguantar los 130 pisos que lleva la hamburguesita en cuestión), cebolla roja, tomate en rodajitas, algo de verde y queso. Como no tenía queso de cabra utilicé algo de brie para darle untuosidad y algo de feta para darle ese sabor un poco más fuerte y ácido que contrasta muy bien con el chutney.
Como me hizo mucha gracia la presentación con las patatas y el ketchup, hice mi versión casera con unas patatas hechas al horno super fáciles a las que me estoy aficionando: son patatas cortadas en dados con un poquito de aceite y unos dientes de ajo aplastados que se meten al horno a 200ºC durante alrededor de una hora. Al sacarlas solo hace falta echar la sal y están buenísimas, no se mancha más que la bandeja en las que se meten al horno, y al llevar poco aceite imagino que mucho no engordarán...
El otro día hice dos tartas para mi abuela que quería hacer una merienda con su "pandilla", o sea, con el resto de viejetes que se reunen todas las tardes a jugar a las cartas. Como a la mayoría de la gente le encanta el chocolate, hice el "old fashioned chocolate cake" de Nigella, que además es muy facilito y una tarta de limón que hizo una concursante de "The Great British Bake off".
Antes de nada tengo que confesar que soy una anglófila empedernida. He visto casi todas las mini series de adaptaciones de novelas famosas británicas, especialmente victorianas de la BBC, ITV y compañía y este verano estuve a punto de hacer un tour por la campiña británica para visitar las mansiones que salen en las series.
Este programa en concreto trata sobre unos cuantos "reposteros amateur" que se juntan una serie de fines de semana en distintas zonas de la Gran Bretaña y compiten para ver quién es el que mejor hace las especialidades de la zona. Vamos, que como aparecen paisajes ingleses y "kitchen aids" por doquier yo soy feliz. En el capítulo dedicado a los "cakes", una de las concursantes hizo esta tarta de limón, y en cuanto la vi supe que tenía que probarla. Lo único que cambié respecto a la receta original fue la crema de limón o "lemon curd". No es que no me fie de la de la concursante, pero me cuesta ser infiel a Pierre Hermé y su crema de limón que probé hace unos años y cuando hago tarta de limón con merengue. Esta crema de limón es la madre de todas las cremas de limón: tiene la textura perfecta, un color precioso, un intenso sabor a limón y no es excesivamente dulce. Puede que la culpa la tenga la cantidad ingente de mantequilla que lleva: no es una equivocación, son 165gr de mantequilla para hacer 500gr de crema. En fin, no se puede luchar contra la naturaleza: si en el mundo salado todo sabe mejor con bacon, en el dulce (y a veces en el salado también y si no que se lo pregunten a los franceses...) todo con mantequilla sabe mejor.
El resultado me gustó mucho. Me encantan los postres de limón y la combinación de la nata montada con la crema de limón y el bizcocho con aroma a limón no resulta nada pesada, como puede pasar a veces con este tipo de tartas. Como se puede ver en la foto no tengo medida alguna con el relleno, pero me parece que queda hasta más apetecible si se sale por los lados, y en cualquier caso todavía no he descubierto cómo luchar contra la gravedad, así que si colocas un bizcocho sobre otro, el relleno siempre acaba por escaparse por algún lado.
Lo mejor de esta receta.... puede que sea que al hacer más crema de limón de la que necesitaba, se me ocurrió hacer una tarta merengada "con trampa" a lo Nigella Lawson y utilicé digestives con algo de mantequilla para hacer la base en lugar de la masa tradicional et voilá: tarta de limón merengada más que aceptable en 10 minutos (contando con hacer el merengue y dorarlo en el horno).
RECETA: 500gr de Crema de limón (Pierre Hermé)
3 limones
2 huevos
135gr azúcar en polvo
165gr mantequilla
1. Rayar la cáscara de los limones y exprimir 10cl de zumo.
2. Mezclar en un cuenco los huevos, el azúcar, la rayadura de limón y el zumo de limón. Cocer al baño maría
3. Colar la mezcla en un cuenco y poner el cuenco en otro con hielo, removiendo la crema hasta que esté tibia.
4. Cortar la mantequilla en trozos pequeños e incorporar con el batidor de varillas.
5. Guardar en la nevera durante, al menos, 2 horas.
Todo empezó un día de la semana pasada cuando vi unas tortillas mejicanas en el supermercado y me entraron ganas de hacer quesadillas o fajitas. Como no puede haber comida mejicana sin guacamole, el siguiente paso era comprar un aguacate. Hasta aquí todo parece sencillo. El problema es encontrar un aguacate "para hoy". La mayoría los venden como piedras y tú los tienes que mimar y dejar madurar hasta que estén comestibles. Entonces mi hermana tuvo una brillante idea: los aguacates y las chirimoyas no las puedes comprar en la frutería más barata del barrio, Ana, vamos al Corte Inglés que seguro que los tienen buenos y al punto, aunque sea un poco más caro. Yo pensé: al final, no te sale más caro un aguacate caro, pero bueno, que uno barato, pero malo, de éstos de me encuentro la sorpresa al abrirlos.
Total, que hacia el Corte Inglés que nos fuimos con una misión. Cuando llegamos, le pedimos a la chica de la frutería un aguacate para hoy, pensando que sería mucho mejor dejar a un profesional escogerlo que buscar nosotras entre las bandejas de las neveras. Tampoco caímos en que para las 9 de la noche todos los aguacates "para hoy" ya tenían dueño y que quedaban solo las piedrecitas. La chica nos advirtió pero nosotras, con nuestra fijación por el guacamole, nos llevamos la piedrecita, no sé si pensando que si lo metíamos en el micro ondas aquello maduraría.
En fin, como Murphy es para mí el más sabio de todos los sabios, ¿qué nos encontramos nada más salir de la zona de la frutería? - un estante con bandejas de aguacates!!! Por pura curiosdad me acerqué a ver si habíamos hecho una buena compra, o si resulta que había un aguacate "para hoy" en algún lugar de Madrid y no nos habíamos enterado. Esto es como cuando no encuentras algo en Zara y vas de una tienda a otra preguntando por ese zapato en esa talla; yo me veía recorriendo fruterías y fruterías: ¿tenéis ese aguacate maduro?
Aquí es donde entra Murphy en juego: si ya has comprado un aguacate para dentro de una semana, lo siguiente que vas a ver es una bandeja no de dos, sino de CUATRO aguacates PARA HOY!!!!!! En este punto cualquier persona razonable admite la derrota y se va a casa con su aguacate duro y se espera lo que haga falta para satisfacer su antojo. ¿Qué hicimos nosotras?. Comprar la bandeja con los CUATRO aguacates, por supuesto!!! Y como somos muy legales muy legales y algo vergonzosas (más bien tontas perdidas) no devolvimos el primer especimen. Resultado de la jugada: 5 aguacates para dos!!! Pero no hay ningún problema, según la tarjeta que les acompañaba, los aguacates son buenos PARA TODO: la piel, el pelo, el corazón... hasta decían que no engordan, cosa que no me acabo de creer. Conclusión: nosotras encantadas. Poniéndonos en lo peor ibamos a tener hasta para mascarillas de cara.
Como hay que dar salida a mis queridos aguacates, y a día de hoy no he encontrado recetas de tartas de aguacate, que es como suelo dar salida a la fruta que está más negra que de su color en la nevera, ésto se ha convertido en Méjico lindo y querido: quesadillas de jamón serrano, queso brie y queso cheddar, quesadillas de jamón york y queso brie y cheddar, y sobre todo guacamole. Como no tengo limas hice una versión "aprovecha lo que tengas" del guacamole: con cebolla roja, zumo de limón, sal y algo de vinagre de módena. Estoy segura de que no es la receta correcta, pero estás cosas son más cuestión del gusto de cada uno que de seguir una receta al pie de la letra.
Ahora que lo pienso, en Top Chef un día vi un helado de aguacate, pero entre el frío que hace y que mi heladera tiene una raja por la que se escapa el líquido azul que se debe congelar al meterlo al congelador, va a ser que prefiero probar otras cosas.
Digo yo que habrá que hacer un "carrot cake" y, ya puestos, no cualquier "carrot cake". Investigando por la blogosfera descubrí que hay una pastelería en París regentada por una inglesa -una tal Rose- y su marido francés, no me acuerdo del nombre de él, famosa por su pastel de zanahoria llamada "Rose Bakery". Parece que la inglesa es la que lleva los pantalones, ¡así me gusta!.
Cuando leí que los franceses, acostumbrados a sus macarons y a su pastelería fina, hacían cola para probar este bizcochito tradicionalmente americano decidí que tenía que probarlo. Una bolsa de zanahorias olvidadas en la nevera me dieron la excusa perfecta para ello.
El resultado hace justicia a la fama: el bizcocho está jugoso y tiene distintas texturas por los trocitos de nuez que quedan al molerlas sin mucho esmero, pero lo mejor es la cobertura. Muchos de los "cream cheese frostings" que existen llevan nata montada para aligerar la textura. En este caso la nata montada se sustituye por mantequilla y se añade algo de vainilla y un poco de azúcar glas. El resultado es una cobertura mucho más sabrosa que la mayoría, casi diría que es como la nutella: algo que en teoría se come sobre otra cosa: un bizcocho o una tostada, pero que comería a cucharadas. No queda tan mona y tan blanquita como las que llevan nata y como en mi caso la tuve que mezclar a mano y la mantequilla no estaba muy blanda me tiré unos 15 minutos dale que te pego para intentar eliminar cualquier grumito de mantequilla.
Hmmm ahora que lo pienso, si tuviese una Kitchen Aid la cobertura quedaría sin un grumo y se mezclaría mientras yo recogería tranquilamente la cocina. Resulta que yo que soy completamente anti thermomix y que creo que los de Nespresso nos han vendido a todos la moto con la historia ésta de las capsulitas, estoy ENAMORADA de la Kitchen Aid. El problema es justificar semejante desembolso. Si lo pienso fríamente no hay nada que haga ella que no pueda hacer yo, pero es tan mona... En mi busca de excusas estoy empezando a pensar que igual si que me facilitaría la vida: mientras bates no recoges, pero si tienes al duendecillo de cocina batiendo, puedes ir recogiendo. Es lógico y cumple todos los lemas de mejora de la productividad: especialización, división del trabajo... Aún así no creo que ni Papá Noël se crea mis justificaciones, así que seguiré pensando en más...
La receta la podéis encontrar aquí.
La verdad es que no me decido: no sé cuál de sus hijos me gusta más: el jamón serrano o el bacon. Como española que soy debería decantarme por el jamón pero el bacon es mucho bacon. Para empezar está el olor. ¿A quién no se le hace la boca agua con el olor del bacon friéndose?. Porque soy muy fiel a mi chloé, que si no mandaría una carta al señor Puig para proponerle hacer una colonia de bacon. Marc Jacobs las ha hecho de galletas, y Sisley tiene alguna que huele a abono caro. ¿Por qué no a bacon?.
Luego está el pequeño detalle del precio: obviamente el bacon es mucho más barato y lo eches donde lo eches, todo sabe mejor. Unos guisantes: saben mejor; un estofado: sabe mejor; una salsa boloñesa: sabe mejor, un helado: sabe mejor. Lo que me lleva al bacon caramelizado. Este verano probé a hacer el helado de bacon caramelizado/confitado de David Lebovitz y el primer paso consiste en caramelizar el bacon. ¡Vaya espectáculo!. Cuando salieron las tiras de bacon dulce, salado y crujiente tuve que probarlas, por eso de que era un experimento .... Madre mía: acababa de encontrar el santo grial!!!!. La pena es que cuando se rompe en trocitos y se mete en el helado pierde algo del crujiente, con lo cual yo prefiero la base del helado servida con un "chip" de bacon caramelizado encima. De hecho estoy pensando en regalar por navidades bolsitas de golosinas hechas en casa y podría incluir un trocito de bacon caramelizado...hmmmm
En fin, la receta de hoy es de espaguetis a la carbonara pero sin huevo porque a mi hermana no le gusta y yo reconozco que para todos los días entre el bacon y la yema de huevo son un pelín pesaditos si luego tienes que hacer cualquier cosa que no sea dormir la siesta o dar un paseo. Aún sin el huevo son muy sabrosos y muy facilitos.
Yo uso unos espaguetis un poco más gordos que los normales, creo que son los spaghettoni nº 7 de Barilla. Mientras se cuecen en agua salada, se doran los trocitos de bacon en una sarten con un chorrito de aceite para que suelten toda la grasa. Cuando estén bien doraditos se echa un buen chorro de vino blanco y se deja evaporar el alcohol. Cuando los espaguetis estén cocidos se recalienta la salsita. Si los pasos anteriores se acabaron antes de tiempo, se añade un trocito de mantequilla y se vierten los espaguetis escurridos en la sartén. A continuación se aparta la sarten del fuego y se añade parmesano rayado (en mis caso en cantidades industriales porque si el señor bacon me gusta lo mismo digo del señor parmesano), la pimienta negra molida y algo de nuez moscada. Se remueve todo bien y listos. Si se quisiese hacer una carbonara tradicional se añadiría la yema de huevo al apartar la sartén del fuego para que no salgan espaguettis con tortilla francesa y se remueve todo rápidamente.
Como lo prometido es deuda y hasta ahora no he dicho nada del tal Teddy que aparece en el título, allá va un link que lo dice todo. Es una canción de Leonard Cohen que versiona este chico que canta como los ángeles y es de mis canciones preferidas.
Actualizo porque he descubierto cómo incluir vídeos (si, soy un poco parda)