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Un verano sin siestas: Black books.
Por Ana C.López, Also Known As: Cristina Mirinda, narradora underground. http://www.cristinamirinda.tumblr.com/
Este verano no tengo tiempo, ni el cuerpo ni el ánimo proclives, para siestas. Tras el hallazgo de la serie británica Black Books, y mis recurrentes visitas, como Cristina Mirinda, narradora underground, a las librerías de libros de segunda mano madrileñas que Iberlibro.com me descubre, no tiene sentido el desperdiciar conciencia durmiendo sueños de tarde de agosto. Estoy en estado de vigilia permanente. Tumbada en el sofá veo, en la pantalla de mi nuevo macro-smartphone-multiusos, capítulos y capítulos de Black Books. No me sacio. Cada uno de ellos es una joya de veinte minutos en la que brillan, engarzados, tres personajes: un librero sociópata, despelujado, alcohólico y vulnerable; un excontable, de algún modo, melenudo y con tendencia al estrés, a la obcecación y al samaritanismo; y una decoradora que busca su eje y, ya de paso, la justicia poética que merecen todos los excéntricos naturales. Este trío calavera anida en una tienda de libros usados. Cada libro forma parte de un parapeto que protege de la hostilidad del mundo exterior, cada frase que los protagonistas profieren se convierte en una descarga eléctrica, en un cable, en el hilo perfecto para conducir chispas, para tejer una trama luminosa. Y la luz crea sombras. Y la luz, irónica, revela amarguras y enfoca allí donde más duele. Catarsis. Muero de risa. Hilaridad solitaria la mía. De cuando en cuando, le doy una tregua a la pantalla, pues se me agota la batería y la serie en cuestión me aviva el deseo de leer las obras cazadas, mis propios "libros negros", en las mini razzias que hago por esas tiendas Iberlibro.com de libros usados y, por supuesto, las conseguidas, con ojo de lince, en la cuesta de Moyano y en El rastro madrileño de los domingos.
Las últimas presas que han caído en mis redes son dos. Una de ellas, de la que ya he dado buena cuenta y que recomiendo, es un libro de relatos breves, que hielan y hieren, publicado en España en el 2003 por RBA: Viaje de invierno, de Charles Baxter; la otra, que atesoro para mordisquear con deleite durante las horas de lectura que este verano aún guarda para mí, es Mercaderes del espacio (The Space Merchants), una obra de ciencia ficción publicada en 1953 y escrita por Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth.
Releo. Viaje de invierno lo había leído ya tras haberlo encontrado en la biblioteca de Puerta de Toledo. Me dejó huella. El azar ha hecho que me lo encontrase, por tres euros, en El Rastro, en una caja de cartón entre marcos de madera apolillados y revistas de punto de cruz a 1 euro la docena. Releo esta obra de Baxter y me acabo la segunda temporada de Black Books. Alegría solitaria la mía, que alimento con el material que hay en mi despensa literaria: la mesa baja del salón, donde ocupa la casilla de salida Los Mercaderes del espacio. Este libro llegó a mis manos gracias al dueño de La tarde (C/Ruíz, 15. Metro Bilbao) http://www.latardelibros.com/ , librería-cueva que bien podría ser el set de rodaje de la versión española de Black Books. Me ofrezco como guionista.
Ahora, les dejo, mi sofá de lecturas y visionados de series en Youtube me reclama. Tantos hallazgos son estos que no hay tiempo para siestas ni para largos artículos de recomendaciones literarias y para literarias. Que ustedes lo lean bien.
La curación por el espíritu: Stefan Zweig.
Con el el sello inconfundible de Stefan Zweig, una escritura que fluye como la palabra hablada y bien hilada, se nos abre en este ensayo un recorrido fascinante por la vida y obra de tres seres humanos extravagantes: F.A. Mesmer, Mary Baker-Eddy y Sigmund Freud.
Los tres, a su modo, indagaron y tomaron posiciones acerca de cómo se puede curar la enfermedad sin recurrir a medicamentos y fueron conscientes, en distinto grado, de las expectativas de los enfermos y de la obsesión humana por alterar la realidad y adaptarla a los mandatos de la esperanza.
Uno de los seres retratados por Zweig es Mesmer, científico de prestigio en su época que, al final, a causa de sus experimentos con el magnetismo (el magnetismo de imanes) y la sugestión (el magnetismo que, como un fluido, Mesmer creía que él mismo segregaba) fue denigrado por sus colegas, si bien logró sanar a personas deshauciadas, personas que creían ciegamente en sus poderes, utilizando procedimientos no al uso.
Aquí, me gustaría recomendar la lectura de El quinto invierno del magnetizador (1964), novela de Per Olov Enquist basada en un episodio de la vida de Mesmer, si bien el protagonista en esta novela recibe el nombre de Friedrich Meisner.
Pero de "La curación por el espíritu" (Ed. Acantilado), la historia que me ha impresionado más, quizás porque no tenía conocimiento alguno sobre ella, es la de la norteamericana Mary Baker-Eddy. Nacida en New Hampshire, perdió décadas de su vida postrada en la cama alegando todo tipo de enfermedades. Un día, sin motivo aparente, vuelve a la verticalidad, por así decirlo, le roba a un tal Quimby, ex relojero en Belfast, un manual sobre la curación con la mente "Mind cure". Para curar a alguien basta con convencerle de que no está enfermo.
Mary Baker-Eddy convierte el método "Mind cure" en la base de la "Christian Science". Paso a paso, crea un movimiento imparable, con sus sanadores titulados, sus seguidores fanáticos, su propio periódico y sus fondos millonarios. Para curarse basta con tener fe. Para hacerse millonaria, basta tener una idea simple, ser una creyente en una misma y ser un lince del marketing. El relato que Zweig hace de la vida de "Mother Mary" es escalofriante.
También Zweig relata cómo se fue fraguando, por parte de Freud, la teoría del psicoanálisis. Esta parte del ensayo, quizás por tener más referencias, no es tan reveladora como las otras dos.
Todos deseamos curar nuestros males o los de nuestros allegados. Cuando el dolor llega a veces la racionalidad nos abandona y llegamos a creer en cualquier remedio que ponga a nuestro alcance la esperanza de la curación. En el Siglo XVIII se decía que los imanes devolvían la salud: había casos de personas que la recuperaban tras someterse al influo de las fuerzas magnéticas. En pleno Siglo XX Mary Baker-Eddy sentenciaba que negar la enfermedad es vencerla: miles de seguidores renunciaban a tratamientos médicos y preferían financiar a la Christian Science jugándose la vida en nombre de la Fé.
De la lectura de estos tres casos, lo que más impacta es comprobar cómo a día de hoy siguen anunciándose curanderos con disfraz de pseudocientíficos que dicen curar el cáncer con dietas basadas en fruta, sanadores con ínfulas chamánicas que predican que con la energía de sus manos erradican el mal y salvan vidas...
El ardiente deseo de no morir todavía, o de vivir con salud corporal y mental, nos da esperanzas, pero, aunque en principio no nos hace mal, puede llegar a hacernos crédulos e, incluso, insensatos cuando vemos que la medicina tradicional no nos cura. Pero la ciencia, con mayúscula, hace tiempo ya que descubrió los mecanismos del poder de la sugestión y los riesgos de aceptar sin más las ofertas de salvación basadas en la desesperada demanda de los dolientes.
Un verano de verdad(es): Agota Kristof.
El verano es para repasar asignaturas pendientes, para repasar los libros de segunda vuelta y, así, para sumergirse en mares en los que se puedan refrescar las sensaciones, y repescar las buenas piezas, producidas por la primera lectura de sus fondos.
Agota Kristof, con su trilogía "El gran cuaderno", "La prueba" y "La tercera mentira", que en España se convirtió, en varias editoriales, en un único volumen "Claus y Lucas", es mi recomendación para este verano en ciernes.
Necesito urgentemente una segunda lectura de "Claus y Lucas". Sólo a la luz de lo revelado en "La tercera mentira" podré desentrañar, si esto es realmente posible, "El gran cuaderno". Sólo leyendo desde el principio con los ojos de lo ya leído podré ser capaz de apreciar los mecanismos mentales que, como un mecano, sostienen esta magnética obra de la Sra. Kristof.
No voy a explicar el contenido de esta trilogía, a parte de porque es imposible, porque nadie tiene derecho a hacerlo. Son tres libros en uno, un libro que trata de dos hermanos, o quizás no, que ocurre en una aldea alejada de la guerra, pero afectada por su condición de espacio fronterizo, que gira entorno a la capacidad de fabulación como herramienta para la supervivencia o para la destrucción, que alimenta y frustra vidas paralelas, y que, sobre todo, es una muestra de qué puede llegar a producir, en nosotros, un genio literario de verdad: Agota Kristof.
Narrar sin palabras: Emigrantes, de Shaun Tan.
Hace unos año hice en Bruselas un hallazgo.
Desde una estantería baja de la librería Tropismes (Galerie du Roi, 4) llamó mi atención la portada de una novela gráfica en la que se veía a un hombre con sombrero saludando a una criatura, extraña, un híbrido entre una gárgola y una tierna alimaña, blanco Apple, recién salida de un cómic Manga japonés. Cogí el libro, lo hojeé y su contenido me atrapó. Epifanía: acababa de descubrir un libro-joya que, como todas las alhajas, evocaba sin necesidad de palabras.
Se trataba de “Emigrantes”, del australiano Shaun Tan (1974): literatura que hace revelaciones sólo a través de la imagen, del trazo, de la atmósfera. Una novela sin palabaras digna de no ser olvidada.
Las únicas palabras de este libro joya son las contenidas en su título que, en inglés (lengua del título original) es “The arrival” (La llegada), en francés “Là où vont nos pères” (A donde van nuestros padres) y en español “Emigrantes” (Abril 2007. Ed. Barbara Fiore). Curioso me parece el afán de las editoriales por modificar el título original de una obra literaria para que éste se convierta en una etiqueta que le sirva al consumidor final para saber qué esta comprando….
Lo cierto es que, las palabras, el título de la obra, en este caso, son accesorias. El peso de la narración lo llevan las, a la vez, preciosas, inquietantes, históricas y futuristas imágenes que Shaun Tan nos ofrece.
Se trata de una sucesión de estampas que construyen una historia sencilla, pero de consecuencias imprevisivles: un hombre emigra. Con un sombrero y una maleta con reminiscencias de los años 1910-1920, un hombre solo se embarca en un viaje de nubes entrevistas desde una escotilla para llegar no a otro país, sino a otro mundo, pues esa es la impresión que le invade a su llegada.
Shaun Tan, armado con maestría, papel de dibujo y lápices de grafito se sumergió durante cuatro años en el proceso creativo de todo un universo, que mezcla imágenes del pasado con invenciones oníricas, sobre la emigración. Es un álbum repleto de ensoñaciones con raíz, un inventario de las vivencias sufridas y disfrutadas por las personas que alguna vez se han visto obligadas a abandonar su mundo, su familia, su lengua, sus objetos, sus referentes identitarios más íntimos para buscar algo mejor en otro lugar, a veces, incomprensible.
Este magnífico narrador ha hecho público que ha estado pensando mucho en la narrativa visual sin texto y que le intriga “la capacidad del lector de superponer sus propias ideas y sentimientos a la experiencia visual sin que las palabras puedan llegar a distraerlo.”
Como deseo de año nuevo, espero que os entreguéis a la lectura de esta obra sin palabras y que al leer sus imágenes y las sensaciones que transmiten, una sensación de epifanía os envuelva.
A.C.L.
Invierno: espigueo de relatos.
espigueo.
m. En la siega, acción de espigar.
m. Acción y efecto de rebuscar en libros datos para algún trabajo.
De cara al invierno, he decidido recapitular, hacer un inventario de los relatos de espigueo, de aquellas historias que, dentro del seno acogedor de un libro de relatos, me han atrapado por sus propios medios, me han dejado la huella de sus dientes en el recuerdo, la dentellada bien marcada.
Un libro de relatos es un abanico, más o menos amplio, de historias breves, más o menos logradas, dirigido a un público, más o menos impresionable, con una memoria a largo plazo más o menos fiable.
Tras la lectura de una recopilación de relatos la mayoría de las veces, pasado el tiempo, sólo guardamos una impresión general, favorable o desfavorable, una especie de recuerdo de la atmósfera que formaba el conjunto de historias, independientes, pero inefablemente unidas por la potencia narrativa de la autora, del autor, de los autores, por su pericia para exprimir el lenguaje o por su forma contar, de afrontar el mundo. También puede quedar un ligero poso: el poso de lo concreto y, entonces, recordaremos el uso preciso de una palabra, una imagen desconcertante, una escena escandalosamente anodina, pero, narrada con tanta pericia que daba respuesta a preguntas íntimas nunca puestas negro sobre blanco.
Lo que no es habitual es que entre la hojarasca de una obra de relatos, sin que nos lo propongamos, de manera inconsciente, reconozcamos una de esas historias que cumplen los severos requisitos secretos que la memoria exige para que una narración no caiga en el abismo del olvido y se convierta en una boya marítima de referencia, a la que podemos aferrarnos siempre que perdamos pie.
Se salvan estos relatos porque dejan en nosotros la tan cacareada honda impresión, casi una marca a hierro y fuego. Nos definen, o, al menos, definen el momento, la época, en la que nos cautivaron, aunque nunca dejen de acompañarnos. Nos acordamos de ellos, nos invaden, olas imprevistas, muchas veces y a ellos regresamos como la lengua al hueco de la muela perdida.
Nos reconfortan. Son relatos que nos salvan y de los que pasamos a ser huéspedes.
Éste es el fruto del espigueo inconsciente, involuntario. Mi propio abanico de historias indelebles: puro trigo.
La puerta en el muro, relato escrito por H.G. Wells en 1911 y seleccionado por Borges en La puerta en el muro y otras narraciones. Siruela, 1984.
Ahora que se avecina el otoño y se empieza a revelar nuestro deseo de ver árboles perdiendo clorofila y ganando colores rojizos, no hay nada mejor que girar la memoria hacia un país como Canadá, donde los arces se transformarán en gloriosos mantos de hojas de fuego, puntuales, a partir del jueves 23 de septiembre de 2010, cuando, según el convenio astronómico, comenzará el otoño en el hemisferio norte.
Pero este país americano no sólo ha de recordarnos el esplendor de los arces o el sirope, carísimo, que se elabora con su savia.
Si alguien me dice Canadá, me traslado a las historias que pare el frío que allí habita, por encima del paralelo 45. Historias con forma de barroca novela de urbanitas ateridos, desastrados con afán de éxito en el mundo de la restauración, tentados por figuras demoníacas, rodeados de extraños amigos como menores de edad alcoholizados, gatos despeluchados y libros con recetas para hacer jabón con esencia de limón.
Este inolvidable universo del que os hablo lo creó Yves Beauchemin en su obra Gatuperios (Alianza Editorial, 1989) (Le Matou, en el original en francés de Quebec) que sólo he podido encontrar en Bibliotecas Públicas. Es una joya que en su día fue traducida al español por María Teresa Gallego Urrutia (Premio Nacional a la Obra de un Traductor (Ministerio de Cultura) 2008) en colaboración con María Isabel Reverte Cejudo. Una buena traducción marca la diferencia.
Otra historia hija de las nevadas canadienses es la contenida en ese pozo de infancia oscura, en el que los adultos no son capaces de intuir más que sombras, contado por Margaret Atwood (Príncipe de Asturias de las Letras 2008) en su libro Ojo de gato (Ediciones B, 2002).
Ojo de gato sabe a hielo sucio, a colección de canicas celosamente custodiada, a sangre que nos hacía la gravilla en las rodillas al aprender a ir en bicicleta, a la sangre que se nos podía llegar a quemar, lentamente, por el influjo de todas las amistades infantiles con las que nos hemos hecho daño. Las distintas capas, tiempos y sensaciones volcadas en la narración, el descubrimiento de los velos del pasado infantil, como cataratas, el sabor en la lengua de una atmósfera de maldad infantil, son algunas de las bazas de Margaret Atwood, capaz de describir lo secreto, lo que pensamos que sólo nosotras mismas habíamos vivido, sin el amparo de los adultos.
Alice Munro, también canadiense, tiene otros poderes distintos a los de Margaret Atwood. Sus relatos breves suelen tratar de las relaciones entre miembros de familias, vecinos de pequeñas ciudades canadienses, suelen ser relatos sobre momentos de epifanía en la vida de una mujer, pero sin olvidar nunca la red que se teje alrededor y dentro de cada existencia.
Su escritura es sencilla, no como la de Yves Beauchemin, con recovecos y vértigo urbano, no como la de Margaret Atwood, onírica a veces, con detalles de arenisca en el ojo, de entraña, de sensación. Su superpoder radica en la impronta que dejan sus historias que, con el paso del tiempo van ganando cuerpo en la memoria y se recuerdan motivos, el lector regurgita escenas pasados los años, y se recuperan imágenes. Me ha ocurrido esto con el primero de los relatos de Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio (RBA, 2009), y con la historia de la bibliotecaria del libro de cuentos cortos Secretos a voces (RBA, 2008).
No es posible hablar de Canadá sin recomendar la lectura voraz de las trilogías de Robertson Davies, que descanse en paz, publicadas en España por la editorial Libros del Asteroide: la Trilogía Deptford, mi favorita, integrada por: El quinto en discordia, Mantícora y El mundo de los prodigios ; y la Trilogía Cornish: Ángeles rebeldes, Lo que arraiga en el hueso y La lira de Orfeo.
Robertson Davies derrochó durante su vida un talento desmesurado. Sus obra es una obra maestra llena de inteligente crítica social, de conocimientos sobre lo divino y lo humano. En su afán por desentrañar el porqué de la vida de sus personajes, patentó, de algún modo, un método peculiar para lograrlo y, así, iluminarnos. Además, lucía una perfecta barba blanca.
El otoño de este año 2010 durará 89 días y 20 horas. Aprovechémoslas acercándonos a la savia literaria de estos cuatro canadienses y magníficos contadores de historias: Beauchemin, Atwood, Munro y Davies.
Que ustedes los disfruten.
A. C. L.
"EL AMO DEL CORRAL" DE TRISTAN EGOLF. Por Ana C. López.
Aquí, en mi trinchera de lectora, tengo a buen recaudo uno de los tres libros que Tristan Egolf escribió antes de morir, por voluntad propia, en el año 2005 a los 33 años. Se trata de “El amo del corral” (1998), parco título en su versión española, siendo el original: “Lord of the Barnyard: killing the fatted calf and arming the aware in the cornbelt”.
Ambientada en Kentucky, estado federado que, en parte, pertenece al denominado “cinturón del maíz” (corn belt) del medio Oeste de los Estados Unidos de Norteamérica, la ópera prima de Tristan Egolf es la narración a fogonazos, una erupción de sucesos inefables (del latín ineffabĭlis, indecible) que el autor, desafiando esta etimología, logra contar armado con una verborrea brillante, imparable y avasalladora. Desde La conjura de los necios (1980) de John Kennedy Toole, que también atesoro en mi trinchera de lectora, no había vuelto a encontrarme con un texto capaz de arrebatarme con tal intensidad, caótica y visceral, de tornado.
Podrás olvidar en el futuro el hilo argumental de El amo del corral, podrás olvidar los detalles, pero quedará en tu memoria la deslumbrante descripción de la pericia empresarial de un crío de ocho años, John Kaltenbrunner, semihuérfano, convertido en experto criador de gallinas de raza, sometido a todo tipo de vejaciones en la escuela, a la que va solo, sin asear, en tractor, sometido a un acoso infernal por un grupo de arpías metodistas que rondan como buitres la granja esperando la muerte de la madre para hacerse con la propiedad.
Nunca olvidarás las desgracias concatenadas que van lastrando la juventud malograda de nuestro antihéroe rural: su trabajo en una fábrica de despiece de pavos, codeándose, entre sangre, electrocuciones y tendones, con los inmigrantes de origen latino, con la escoria blanca y la negra, condenados todos a vivir por no morir, por encima del asco y la rabia contra el sistema.
Esta es la historia vital de un hijo de granjeros, con una voluntad de hierro y un destino que insiste en arrancarle las tripas, el corazón y la dignidad. Tiene su planteamiento, su nudo, y un aparente desenlace: John parece ser premiado por el destino con un nuevo empleo como recogedor de basura…
Mas no es el desenlace, el fin, sino que como si una nueva novela comenzase en el segundo tercio de El amo del corral, Tristan Egolf vuelve a cegarnos con otra tanda de golpes bajos cuando nos relata el episodio en el que John Kaltenbrunner, corazón cartesiano, arrastrado por las circunstancias, por el lodo de ese río putrefacto que ha sido hasta entonces su vida, se convierte en un auténtico héroe contra el mundo. Una huelga de basureros, sin precedentes, totalmente inenarrable, nos quita el aliento hasta que pasamos la última página y suspiramos. La avalancha ya ha pasado y en nuestra retina queda el fulgor de la caída, el vómito del miedo.
Este verano os recomiendo la inmersión en la obra, en la América profunda, visceral, de Tristan Egolf.
Tristan Egolf: algunos datos sobre su figura.
Tristan Egolf nació en El Escorial, por casualidad, en 1971. Comenzó a segregar talento en el instituto, donde oculto bajo un seudónimo fácil de desencriptar por parte del jefe de estudios, publicó, junto con su mejor amigo, futuro periodista, una publicación underground que vendían a los alumnos del instituto, ávidos de subversión, por un módico precio. Les expulsaron tres días, cuando fueron descubiertos, pero, al mismo tiempo, las autoridades educativas alabaron el sorprendente dominio de la palabra, de la ficción y del ritmo de Tristan.
Si en la educación secundaria, las publicaciones underground fueron la válvula de escape por la que brotó su genio narrativo, ya en la Universidad, fue su grupo de música punk el que le granjeó el éxito: firmó un contrato con una compañía discográfica.
Escritor, músico y viajero, abandonó sus estudios superiores para ir a París a escribir su primera novela. Con 27 años, entró en contacto, de manera accidental con la editorial Gallimard que publicó su primera novela: “El amo del corral”
Antes de suicidarse en el año 2005, no sólo escribió otras dos novelas "La chica y el violín" (2002) - Skirt and the Fiddle- y "Kornwolf" (2006), sino que, ya de regreso en Estados Unidos, desarrolló su faceta de activista político, como líder de Smoketown 6, un colectivo que protestó contra el, ahora, ex presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, George W. Bush.
Ediciones disponibles en España:
1. Edición descatalogada por la editorial
EL AMO DEL CORRAL de Egolf, Tristan
MONDADORI
ISBN: 9788439702511
Año de edición:1998 BARCELONA
2. LORD OF THE BARNYARD: KILLING THE FATTED CALF AND ARMING THE AWAR E IN THE CORNBELT Egolf, Tristan
GROVE PRESS
ISBN: 9780802136725
Año de edición:1998 NEW YORK