Invierno: espigueo de relatos.
espigueo.
m. En la siega, acción de espigar.
m. Acción y efecto de rebuscar en libros datos para algún trabajo.
De cara al invierno, he decidido recapitular, hacer un inventario de los relatos de espigueo, de aquellas historias que, dentro del seno acogedor de un libro de relatos, me han atrapado por sus propios medios, me han dejado la huella de sus dientes en el recuerdo, la dentellada bien marcada.
Un libro de relatos es un abanico, más o menos amplio, de historias breves, más o menos logradas, dirigido a un público, más o menos impresionable, con una memoria a largo plazo más o menos fiable.
Tras la lectura de una recopilación de relatos la mayoría de las veces, pasado el tiempo, sólo guardamos una impresión general, favorable o desfavorable, una especie de recuerdo de la atmósfera que formaba el conjunto de historias, independientes, pero inefablemente unidas por la potencia narrativa de la autora, del autor, de los autores, por su pericia para exprimir el lenguaje o por su forma contar, de afrontar el mundo. También puede quedar un ligero poso: el poso de lo concreto y, entonces, recordaremos el uso preciso de una palabra, una imagen desconcertante, una escena escandalosamente anodina, pero, narrada con tanta pericia que daba respuesta a preguntas íntimas nunca puestas negro sobre blanco.
Lo que no es habitual es que entre la hojarasca de una obra de relatos, sin que nos lo propongamos, de manera inconsciente, reconozcamos una de esas historias que cumplen los severos requisitos secretos que la memoria exige para que una narración no caiga en el abismo del olvido y se convierta en una boya marítima de referencia, a la que podemos aferrarnos siempre que perdamos pie.
Se salvan estos relatos porque dejan en nosotros la tan cacareada honda impresión, casi una marca a hierro y fuego. Nos definen, o, al menos, definen el momento, la época, en la que nos cautivaron, aunque nunca dejen de acompañarnos. Nos acordamos de ellos, nos invaden, olas imprevistas, muchas veces y a ellos regresamos como la lengua al hueco de la muela perdida.
Nos reconfortan. Son relatos que nos salvan y de los que pasamos a ser huéspedes.
Éste es el fruto del espigueo inconsciente, involuntario. Mi propio abanico de historias indelebles: puro trigo.
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La puerta en el muro, relato escrito por H.G. Wells en 1911 y seleccionado por Borges en La puerta en el muro y otras narraciones. Siruela, 1984.
- La cámara sangrienta y La prometida del Tigre, del libro de Ángela Carter La Cámara Sangrienta y otros cuentos, traducción de Matilda Horne. Minotauro, 1991.
- Los relatos Nadia y El corte más adecuado: Budnitz, Judy. American Baby. Alfaguara Ediciones, 2006.
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Y, por último, El final del verano y El perro de invierno de Alistair MacLeod. Dos relatos imborrables incluidos en Los pájaros traen el sol. RBA LIBROS, 2004.