Domingo 14 de Febrero de 2016 21:38

CALIGRAFÍA

por Manuel Martínez Bargueño
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"Para conseguir buena letra es preciso coger bien la pluma, sin apretarla y escribir siempre despacio" recomendaban los cuadernillos de caligrafía que usamos en nuestros días colegiales. Como muchos chicos y chicas de mi generación, mis primeros pinitos de “escritor” lo fueron a fuerza de repetir trazos de letras y de copiar refranes para conseguir “una buena letra”, algo que nos decía el maestro era muy principal en la vida. En mi caso no lo consiguieron porque siempre he tenido una letra ilegible, terror de las secretarias.

Parece ser que en nuestros tiempos la caligrafía ya no está de moda. Sus últimos reductos, ¿hasta cuándo? son las recetas de los médicos y ¡cómo no! los “grafitti” que algunos elevan a la categoría de arte. Incluso hay quien se plantea eliminar la escritura de los programas escolares porque es más práctico para los niños y niñas aprender a manejar un teclado de ordenador o usar los pulgares para escribir “guasaps”. No puedo estar de acuerdo y protesto por ello en nombre de la civilización.

Siempre he envidiado a las personas que tienen una bonita caligrafía, que, por lo general son ¡que coincidencia! personas admirables. Me ha maravillado saber que, a través de los rasgos caligráficos de una persona desconocida, se puede llegar a conocer, no solo si es hombre o mujer, sino su psicología, aunque esto último no esté científicamente demostrado.

Quienes abogan por la resurrección de la caligrafía no son solo unos románticos de las letras sino personas convencidas de su utilidad para la enseñanza y para la vida. Cuando los niños aprenden “una buena letra” están trabajando también con su motricidad que le ha de servir para otros fines. Un escritor, Rafael Sánchez Ferlosio, escribió que “para superar los daños que le habían causado años de consumo abusivo de anfetaminas se dedicó a ejercicios caligráficos: “Yo creo que la caligrafía salva del alzhéimer””.

Una última razón para seguir practicando la caligrafía es que esta forma parte propia y exclusiva de nuestra individualidad. Ninguna persona escribe igual que otra, aunque pueda imitarse la letra y en una época en la que los derechos nos igualan a todos es saludable poseer rasgos que nos individualicen.

Escribamos a mano un ratito cada día, aunque sea la lista de la compra y, sosegados, tratemos de mejorar nuestra escritura para sentirnos más vivos en un mundo tecnificado poblado de ordenadores y teclados móviles como el que ahora estoy utilizando. Pero os prometo que, practicando con el ejemplo, cuando me levante de la silla voy a seguir copiando refranes a mano sobre un cuaderno con palillero y plumilla como en mis años infantiles. Todavía estoy a tiempo de mejorar mi letra.

 

Manuel Martínez Bargueño

Manuel Martínez Bargueño

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