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Martes 30 de Septiembre de 2014 20:10

EUROPA I Preludio con (Sosa) Wagner

por Juan Pedro Escanilla
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Algunas veces las intenciones, buenas o malas, se nos quedan durmiendo en un rincón hasta que un acontecimiento nuevo viene a despertarlas. Es lo que me ha pasado a mí: A principios de año, Paco Sosa Wagner y Mercedes Fuertes, ambos catedráticos en la universidad de León, presentaron en Bruselas su librito "Cartas a un Euroescéptico". Todavía no estábamos en campaña pero ya se avistaban las elecciones al Parlamento Europeo y, por otra parte, tuve hace tiempo la oportunidad de coincidir con Sosa Wagner por motivos profesionales así que, picado por la curiosidad, me fui al Cervantes a escuchar.

Me gustó la conferencia. Me gustó que no se citara el partido del autor más que una sola vez (y por la presentadora) y, sobre todo, me gustó oír a un político español hablar de Europa para algo más que para echarle la culpa de todo lo malo: ¿Alguien se acuerda de que cuando en España los teléfonos pasaron a tener nueve cifras nos inundaron de publicidad diciendo "Europa nos pide un cambio"? Era mentira. La más pequeña de cuantas he oído antes y después, pero probablemente una de las que mejor explica el infantilismo de nuestros próceres, siempre con el "yo no he sido" en la boca.

Así que me dije: Tengo que leer ese libro. Me hice con él, lo eché al macuto que utilizo cómo cartera y … ahí se quedó. No porque el libro fuera un ladrillo, más bien es un opúsculo, sino por mi natural tendencia a lo que desde los romanos se conoce cómo la <em>procastrinatio</em>.

Y ahí se habría quedado de no ser por el reciente rifirrafe en el interior de UP y D, en el que no voy a entrar, bastante tiene uno con las propias dolencias, que me lo ha recordado y me ha incitado a, por fin, leérmelo. Y de paso a sugerirme una serie de post sobre Europa.

Vayamos al libro. Debo decir que me ha gustado. Pienso que debería ser libro de lectura en todos los institutos de bachillerato. No sólo porque está escrito de forma muy comprensible, incluso para nuestro nivel PISA, sino también porque presenta una cara amable de Europa que contrasta con la que, cómo dije antes, nos están siempre dando los políticos. Los mismos que se quejan de que haya tanto euroescéptico. Al menos Sosa y Fuertes saben transmitir su gran entusiasmo.

No se escribe, sin embargo, sobre un libro sin criticarlo. Lo contrario sería simple jabón. Bueno, dejémoslo a medias. Digamos que es bueno reflexionar sobre algunos aspectos:

1. ¿Euroescépticos? El significado de la palabra se ha deteriorado de tal manera que, en realidad, llamamos euroescépticos a los que deberíamos llamar antieuropeos, visto lo que dicen y hacen. Este libro, se llame como se llame, no está dirigido a ellos. Más bien a los "euroignorantes" o, si no queremos faltar, a los "euroaprendices".

2. Se ve que los autores aprecian lo que Europa ha hecho por nosotros. Y eso es bueno. Nuestra relación con Europa ha sido una larga luna de miel, pero eso se ha acabado. No digo que no sigamos obteniendo beneficios de nuestra pertenencia a Europa, ni mucho menos, pero psicológicamente, la magia se ha esfumado. No se provocará el entusiasmo de las jóvenes generaciones hablándoles de lo bien que nos ha ido. Hoy, para los jóvenes, Europa es ese sitio dónde están los países a los que hay que escapar porque en España no hay trabajo.

3. ¿Por qué todos los que hablan o escriben sobre Europa es empeñan en insistir sobre el déficit democrático? Lo tomaré cómo un cumplido pensando que si nadie se plantea la misma pregunta sobre la ONU, la OIT o la OTAN, entre otras, es seguramente porque la Union Europea es mucho más importante. No creo que los "eurignorantes" pongan especialmente en duda el déficit democrático. Creo que esos ataques son más interesados y no siempre se acompañan de una profunda fe democrática en quienes los hacen.

4. No obstante, me preocupa que los autores se acojan a la simplificación de que la UE es democrática porque lo son los Estados que la forman y traten de hacer paralelismos institucionales. Quizás convenga tener en cuenta, primero, que en alguno de esos estados la democracia deja bastante que desear y, sobre todo, que la gente quiere otra cosa. Está claro. Y lo importante es que querer otra cosa no se convierta en querer menos democracia sino, tal vez, en querer otra democracia.

Y 5. Y es precisamente en esa especie de conservadurismo institucional dónde radicaría la verdadera crítica que merece este libro. Tengo la impresión de que los autores se dejan contaminar de alguna manera por su profesión de base y se aplican a construirnos una Europa que tendría una arquitectura calcada de las que hoy tienen los Estados, de la misma manera que hemos construido pequeños Estaditos en las autonomías. Europa, por muchas razones, está en un momento clave de su historia y es muy delicado decir cuál será su futuro. Y no es seguro que pase por el esquema clásico: Legislativo, ejecutivo, judicial que ni siquiera es correctamente aplicado en muchos de nuestros países.

Así que tendremos que hacer prueba de mucha imaginación. Espero poder escribir algún post más sobre esto.

Juan Pedro Escanilla

Juan Pedro Escanilla

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