Lunes 10 de Febrero de 2014 15:56

8-SUPERVIVENCIA Y GRADOS DE CONSERVACIÓN EN LOS 8 REALES PENINSULARES DE LA CASA DE BORBÓN

por Ernesto Gutiérrez Guinea
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 Indudablemente una moneda es en cierta medida un objeto artístico. Quizá esta dimensión de la moneda nos pasa desapercibida para las monedas que manejamos continuamente en nuestra vida diaria para pagar nuestras pequeñas compras como un periódico o una consumición en un bar. Pero esta dimensión artística no está ausente ni siquiera de la mas modesta de las monedas que manejamos diariamente. El material de que está hecha la moneda y el diseño que incorpora en su anverso y reverso, no son el resultado de un proceso caprichoso o aleatorio.

 

En algunos casos desde el Renacimiento, y en otros desde que conservamos documentación escrita sobre el procedimiento que llevó a la elección de los diseños a incorporar a los cuños a emplear en la acuñación de las monedas, conocemos que generalmente la elección de los diseños se lleva a cabo tras una competición, frecuentemente reñida, entre los mas significados artesanos o artistas de un país o de una Casa de la Moneda que presentan sus propuestas en base a una condiciones fijas por la regulación legal que rige cada emisión y por las prescripciones particulares de carácter industrial que permiten la aplicación práctica y eficiente de esta regulación.

 

Todo ello conduce a que cualquier moneda, en un estado de conservación no excesivamente deteriorado, sea en general un objeto que aparte de cumplir con las condiciones de: poca alterabilidad con el uso, facilidad de manejo y seguridad frente a falsificación, sea un objeto bello, y como tal tenga el atractivo suficiente para que, aparte de su valor práctico, puede ser objeto de deseo para los coleccionistas; en especial respecto a aquellas monedas que además de su belleza reúnen también el requisito de su escasez, cualidad que se da en cierta medida, a partir del momento en que la moneda queda fuera de la circulación, por haberse dictado una disposición que elimina su valor liberatorio para ser entregada o recibida como medio de pago entre particulares o entre ellos y el Estado.

 

La medida de esta escasez, como la de todo bien económico, es su precio. La moneda como objeto de colección queda de plano incluida bajo la tópica ley de la oferta y de la demanda. Conforme mayor sea la escasez de un tipo de moneda o de un tipo de pieza determinado, mayor será el precio que los coleccionistas estén dispuestos a pagar por ella, con cierta independencia de lo bonito que sea su diseño. Esta característica es la que diferencia esencialmente a la moneda de cualquier otro tipo de creación artística como pudiera ser la pintura o la escultura, pese a los fuertes contactos que el arte de acuñación de monedas tiene en relación con ellas. Esta circunstancia se debe a que la moneda es un objeto artístico, sí, pero fabricado en serie como pudiera ser un tipo determinado de modelo industrial para la fabricación de sillas de diseño, realizado por artistas de cierto renombre.

 

Es esta característica de la fabricación en serie, consustancial con la moneda, lo que permite su accesibilidad a un gran número de personas que sienten el impulso de coleccionarlas. En el caso de la pintura, cada obra de un artista, por modesto que sea éste, es un objeto individualizado, de tal manera que aunque el mismo artista aborde el reflejar el mismo tema con un mismo modelo, el resultado de la obra será diferente, en mayor o menor medida, cada vez. Esta diferencia entre un tipo u otro de creación artística también se da en otros campos como puede reflejarse en la diferencia entre la producción de ropa de alta costura, con modelos individualizados para cada persona especifica o en el pret a porter con modelos de tallas normalizadas cada una de ellas reproducidas para un número determinado de prendas, según las previsiones de mercado.

 

Este aumento del número de ejemplares disponibles de cualquier bien manofacturado no disminuye un ápice el mérito de su diseño ni niega valor artístico al bien, pero sí lo hace accesible a un mayor o menor número de personas, en función de su escasez. Quizá el ejemplo mas próximo a la producción de monedas, sea el de las litografías o aguafuertes. En ellos, el artista que los suscribe ha efectuado un diseño, entendido como una composición plástica, que a través de procedimientos industriales, es capaz de ser reproducido en forma absolutamente idéntica para un número determinado de ejemplares, cuya cuantía no viene condicionada por el procedimiento de estampación, sino por consideraciones de otro tipo, que valora el artista, de cara a ponderar si es oportuno estampar pocos o muchos ejemplares de cada obra, ya que para un mismo artista y diseño especifico, a mayor tirada corresponderá un menor precio de mercado, y a menor tirada, en principio, mayor precio de mercado.

 

Esta relación entre tirada y precio también se da en el campo de coleccionismo de monedas. Todos sabemos, en principio, que una moneda de la cual se ha emitido un número de ejemplares alto (lo que llamamos tirada) será una moneda que alcanzará un precio de mercado bajo (fuera del valor intrínseco que pueda llegar a alcanzar la moneda por su posible contenido en metal precioso), mientras que una moneda con una tirada baja, será un bien escaso, muchos coleccionistas desearan adquirirla y por tanto es probable que llegue a alcanzar un valor de mercado alto. En este caso, como en el de las litografías o aguafuertes, con independencia de que los coleccionistas, o simplemente quienes utilicen los ejemplares como objeto de decoración, además del sentimiento de abundancia o escasez que tiene toda persona iniciada en el campo, respecto a un tipo determinado de piezas, se dispone, al menos para las creaciones mas recientes, de un registro, mas o menos oficial, del número de ejemplares producidos, lo que de alguna manera certifica las cifras de producción de cada diseño, dentro de una emisión determinada.

 

En el caso de las litografías o aguafuertes, la autoridad certificante es el propio artista respaldado por su editor o el responsable del proceso industrial de producción de las copias. En el caso de las monedas, la autoridad certificante es el propio Estado que levanta acta pormenorizada de las cantidades acuñadas, estando obligado por sus propias normas a dar publicidad a las mismas, con controles adicionales, en el caso de la Europa del Euro, por parte entidades supranacionales como el Banco Central Europeo.

 

Estas cantidades, por tanto, actúan como una guía segura para los coleccionistas, si bien con las importantes quiebras de no conocer exactamente, en muchos casos, si las cantidades acuñadas en un año, corresponden a tipos de piezas que realmente llevan sobre ellas la fecha del año al cual corresponde el tiraje, o bien continúan llevando la fecha correspondiente al año anterior, aunque hubiera sido acuñadas en el siguiente, así como el desconocimiento de cuál ha sido la proporción de la tirada de cada año que posteriormente ha sido fundida o retenida por los Bancos Centrales, sin que haya alcanzado circulación.

 

La cifras anteriores nos proporcionan una pista sobre la rareza relativa de unos tipos de moneda o de tipos de pieza (moneda del mismo tipo, pero de diferente año) respecto de otros, pero no nos permiten tener una idea del número de lo que viene en llamarse, ejemplares supervivientes, ésto es los que aproximadamente han llegado a manos de los coleccionistas, inversores o simplemente acumuladores de monedas (que siempre han existido, por lo que se refiere a las fabricadas con metales preciosos).

 

En estos casos, el único camino que puede permitir tener un orden de magnitud del número de piezas realmente existentes (mucho tiempo después de que estos tipos dejaran de circular) es la utilización de procedimientos de muestreo, en función de la correlación entre tirada y número de ejemplares en colecciones conocidas, y presencia de cantidades de este tipo de piezas en mercadillos y ventas públicas. Basándonos en este tipo de procedimientos, farragosos y de poca exactitud, hemos deducido que aproximadamente, el número de piezas supervivientes respecto a las monedas de plata emitidas en pesetas por España de 1869 a 1926, es del orden de: 1 a 10. Pues bien, en el caso de las monedas que estamos analizando en estas entradas, los 8 Reales peninsulares de los Borbones, en base a la comparación de aparición de estas piezas con las correspondientes a las monedas de 5 Pesetas de plata (los populares duros) nos atrevemos a formular la hipótesis de que el orden de magnitud del número de piezas supervivientes respecto a las emitidas, es del orden de 1 a 100, lo cual unido a la diferencia de tirajes, nos explica la radical distancia de precios que separa a este tipo de 8 Reales peninsulares, de las monedas posteriores de 5 Pesetas, aunque su contenido en plata no sea muy distinto (24 gramos de plata pura, frente a 22,5 gramos).

 Teniendo en cuenta el tiempo, mas o menos equivalente en que se mantuvo la circulación de ambos tipos de monedas, resulta extraño que la diferencia del ratio de fundición sea tan exagerado. Creemos que una de las razones que puede explicar este fenómeno es el hecho de que una vez suspendido el uso de los 8 Reales, el Tesoro y los particulares necesitaban metal para sufragar nuevas acuñaciones que en cantidades crecientes se continuaban produciendo en plata con una ley semejante (pasando solo de 916 milésimas a 900 milésimas). Mientras que en el caso de las monedas de 5 Pesetas, retiradas de la circulación con ocasión de la Guerra Civil (1936-1939), éstas eran acaparadas por los particulares, conscientes de que en adelante ya no iban a darse nuevas acuñaciones en plata, al menos no con carácter inmediato. Recordemos que la primera edición de 100 Pesetas de plata, solo tuvo lugar a partir de 1966, 30 años mas tarde del comienzo de la Guerra Civil.

 

Siendo así que a partir de los datos de HERRERA 1914 podemos estimar en unas 350.000 piezas las tiradas medias anuales de piezas de 8 Reales de Carlos III acuñadas en Madrid, de acuerdo con la hipótesis anterior, el número de ejemplares supervivientes de una determinada fecha, sería de unos 3.500. Pues bien, si queremos tener una cierta aproximación al número de ejemplares existentes correspondiente a cada grado de conservación, si repartimos este número de 3.500 piezas, en forma inversamente proporcional a la rareza relativa de cada fecha en cada grado de conservación (expresada por su precio), tenemos una estimación de unas: 50 piezas en AV, 100 en XF, 200 en VF, 400 en F, 900 en VG y 1.800 en G. Cáculo semejante podemos hacer para las piezas de Carlos IV y de Fernando VII. Es evidente que estas cifras carecen de toda exactitud, pero nos dan una idea de la escasez, justificando el del elevado precio que alcanzan estas piezas, en especial las de Carlos III en altas conservaciones.

 

FIGURA 128.1

 

Teniendo en cuenta que suele estimarse en unos 30 años el periodo transcurrido entre la adquisición de una moneda de cierto precio, y su venta, ocurrida normalmente en pública subasta tras el fallecimiento de su propietario, en el caso de las altas conservaciones, existe una correlación muy clara entre las cifras de ejemplares de este tipo de piezas subastadas en cada grado de conservación, y las cifras anteriores. Lo que confiere un cierto grado de verosimilitud a las hipótesis formuladas respecto a la supervivencia de ejemplares.

 

La pieza mostrada en la FIGURA 128.1 es un 8 Reales acuñado a nombre de Carlos IV en Sevilla en 1793 con los ensayadores Carlos Tiburcio de Roxas y Nicolás Lamas. Este tipo de piezas de Sevilla correspondientes a los últimos años del siglo XVIII aparecen, en nuestra opinión, supervaloradas en CAYÓN 1998. Así, para esta fecha, CAYÓN da un precio de 80.000P, debemos suponer que en una conservación F, consistente con la que estamos atribuyendo al resto de las piezas que valora en la edición 1998 de su catálogo. Este precio pudo ser el de estas piezas bastantes años atrás, pero creemos que no se ajusta a la actual minusvaloración de este tipo de piezas en el mercado.

 

Mas ajustada nos parece la valoración de CALICÓ 2008, 300€ en VF que ya refleja la disminución de precios para estas piezas en el mercado actual. Muestra de la supervaloración que alcanzó esta fecha (como la de la mayoría de los 8 Reales peninsulares de los Borbones) es el precio de salida de esta pieza en la subasta, tantas veces citada, de la colección CALBETÓ, en Ginebra en el 4 de diciembre de 1974: 1.500VS en VG.

 

FIGURA 128.2

 

La conservación de esta pieza no llega a VF como consecuencia del escaso marcaje de la onda lateral del pelo y la poca definición de la silueta de la coleta del rey. También en el reverso se observa una melena muy corta para los leones del escudo. Por ello, nos quedaremos con el grado VF-, al cual corresponde de acuerdo con la escala que venimos empleando, un valor de 300€ (350€ en VF). No obstante, el precio de mercado sería aproximadamente un 20% inferior, como consecuencia del descentraje de la pieza y al hecho de haber sido limpiada.

 

La pieza cuya fotografía se muestra en la FIGURA 128.2 es un 8 Reales de Carlos IV acuñado en Sevilla en 1795 con los mismos ensayadores anteriores representados por las letras CN. Aunque CAYÓN 1998 baja algo la valoración de esta pieza respecto a la anterior, creemos que 65.000P es aún un valor excesivamente alto en la actualidad para una conservación que venimos considerando como F. Nuevamente volvemos a estar mas de acuerdo con la valoración de CALICÓ 2008: 300€ en VF. En la subasta mencionada anteriormente esta fecha en F tuvo un precio de salida de 1.500FS.

 

La conservación de esta pieza es ciertamente mas alta que la de la anterior, afectando solamente a las partes mas altas del relieve como son la coleta y la onda lateral del rey en el anverso y un leve gastaje del pie del castillo del primer cuartel de escudo del reverso. En estas condiciones el valor y precio de mercado de la pieza es de 400€ en VF+ (400€ en VF).

 

FIGURA 128.3

 

La pieza mostrada en la FIGURA 128.3 es un 8 Reales acuñado en Sevilla a nombre de Carlos IV en 1802 con los mismos Ensayadores anteriores. En este caso la valoración de CAYÓN 1998 es ya mas ajustada al precio real de la pieza hoy en día. También CALICÓ disminuye el valor de la pieza respecto al de las de los últimos años del siglo anterior: 250€ en VF. En la subasta que venimos mencionando, el precio de salida de esta fecha en VF fue de 2.000FS, lo que evidencia su tremenda desvalorización desde 1974 (el FS cambiaba por 40 pesetas en 1974).

 

La conservación de la pieza es notoriamente superior al de las dos anteriores, afectando solamente en forma muy ligera al ojo de los leones del escudo del reverso y a la raya mas a la derecha de la onda lateral del pelo. Por lo demás la pieza conserva la práctica totalidad de su brillo original no mostrando otra huella de castage, lo que la hace merecer el grado XF, al que corresponde un valor de, en nuestro criterio, de 500€. No obstante, como un ocurre con frecuencia en este tipo de moneda, en el cuello del rey se aprecian señales de la llamada “plata agria”, lo que llega a disminuir nuestra valoración hasta un 20%, llegando a un precio de mercado de 400€.

 

La pieza de la FIGURA 128.4 es un 8 Reales de Carlos IV acuñado en Sevilla en 1803 con los mismos Ensayadores anteriores. Nuevamente la valoración de CAYÓN 1998, 70.000P, nos parece excesivamente alta ya que creemos que la rareza de esta fecha no es suficientemente mas alta que la de la anterior. CALICÓ por su parte no establece distinción en valor entre esta fecha y la anterior. En la subasta de la colección CALBETÓ, el precio de salida de esta pieza en F fue de 1.750FS.

 

FIGURA 128.4

 

Existe una notoria diferencia entre el grado que merece al anverso de esta pieza y su reverso. El gastaje de la pieza en su anverso afecta decisivamente a la casi totalidad de la peluca y las coleta del rey por lo que no puede decirse que su conservación exceda al grado F. Sin embargo, el reverso merecería un grado superior, con gastaje solamente en sus partes mas altas y la persistencia de gran parte de su brillo original. Por tanto, teniendo en cuenta la prevalencia del grado del anverso sobre el del reverso a la hora de valorar, pero teniendo en cuenta la influencia de éste, daríamos a la pieza en su conjunto, un grado F+, al que correspondería un valor y precio de mercado de 260€ (225€ en F).

 

La pieza de la FIGURA 128.5 es un 20 Reales acuñado en Madrid a nombre de José Napoleón realmente acuñado en 1809 con posterioridad al decreto de 18 de abril de 1809, pero datado en el año anterior para, según HERRERA, acreditar que el comienzo real del reinado de José Napoleón fue en 1808. El anverso es similar en cuento a su composición al d de los dos reyes anteriores de la Casa de Borbón, substituyendo sus nombre por el de IOSEPH NAP. En cuanto al reverso, si bien la forma del contorno del escudo es similar al del empleado en las piezas de los reyes anteriores, su contenido es bien diferente, distribuyendo en tres filas cada una con dos cuartele, las armas de, n solamente Castilla y León, sino además las de Aragón, Navarra, Granada y las de los dos mundos entre columnas de Hércules. En cuanto a la leyenda se añade al título de rey España, el de las Indias, tal como ya venía figurando en las piezas hispanoamericanas.

 

FIGURA 128-5


 

La presente pieza fue acuñada en 1809, una vez que el decreto de 18 de abril de 1809 prescribió que las monedas de 8 Reales fueran, con el mismo peso y ley, denominadas a partir de este momento como 20 Reales de Vellón. La rareza de estas piezas como analizaremos en la entrada siguiente es mayor que la de la mayoría de las de los años posteriores, por lo que las consideraremos como Raras, con un valor por tanto, del doble del de las piezas ordinarias de José Napoleón como son las de 1809-1811. La conservación de esta pieza es VF ya que solo muestra desgaste en las partes mas altas del pelo del rey, de las melenas de los leones y del pie de los castillos; por tanto su valor en VF sería del doble de los 350 euros en VF de las piezas normales (similar a las de Carlos IV), ésto es 700€ en VF. Sin embargo su precio de mercado deberemos reducirlo a 450€ (35% de disminución) por estar la pieza notoriamente limpiada.

 

128. SURVIVAL AND GRADES OF CONSERVATION IN THE PENINSULAR 8 REAL OF THE HOUSE OF BOURBON

 

Undoubtedly a currency is to some extent an artistic object. Perhaps this dimension of the currency happens unnoticed for the coins we use continually in our daily lives to pay for our small purchases such as a newspaper or a drink in a bar. But this artistic dimension is not absent even in the most modest coins we use on a daily basis. The material that made the currency and the design that incorporates in its front and its back, are not the result of a capricious or random process.

In some cases since the Renaissance, and in others since that we retain the written documentation about the procedure that led to the choice of designs to incorporate into the stamps to be used in the production of the coins, we know that usually the choice of designs is carried out after a competition, frequently tough, between the more significant artisans or artists of a country or a mint presenting their proposals based on fixed conditions by the legal regulation governing each coinage and the particular requirements of industrial character that allow the practical and efficient implementation of this regulation.

All of that leads that any currency, in a state of conservation not excessively deteriorated in general would be an object which apart from complying with the conditions of: little alterability with the use, ease of management and security against counterfeiting, would be a beautiful object, and has enough appeal to, apart from its practical value, be object of desire for collectors; especially for those coins that in addition to its beauty they also meet the requirement of their scarcity, quality that occurs to some extent, from the moment in which the currency remains outside the movement, have been issuing a provision that eliminates its discharge value to be delivered or received as a means of payment between individuals or between them and the State.

The measure of this shortage, as the one of all the good economic, is its price. The currency as an object of collection is outright including topical law of supply and demand. As higher is the shortage of one type of currency or a certain type of coin, higher would be the price that the collectors are willing to pay, some regardless of how nice that is its design. This feature is the one that essentially distinguishes the currency of any other type of artistic creation such as painting or sculpture, despite the strong contacts in the art of minting coins has in relation to them. This circumstance is due to that the currency is an artistic object, yes, but manufactured in series such as a certain type of industrial model for the manufacture of chairs design, made by artists of some renown.

It is this feature of the manufacture in series, inherent with the currency, allowing its accessibility to a large number of people who feel the impulse of collecting them. In the case of the painting, each work of an artist, by modest he would be, is an individualized object in such a way that although the same artist addressed reflect the same subject with the same model, the result of the work would differ, in greater or lesser extent, every time. This difference between one type or another of artistic creation also occurs in other fields as it may be reflected in the difference between the production of Haute Couture clothing, with individual models for each person specified or in the pret a porter with standardized models sizes each one played for a number of garments, according to market forecasts.

This increase in the number of available copies of any item manufactured does not diminish one pick the credit for its design nor denied the good artistic value, but it does make it accessible to a greater or smaller number of people depending on their scarcity. Perhaps the closer example to the production of coins would be the one of the lithographs and etchings. In them, the artist that subscribes has made a design, understood as a plastic composition, through industrial processes, is able to be reproduced in form absolutely identical to a specified number of copies, the amount of which is not conditioned by the stamping procedure, but by considerations of another type, which appreciates the artist, in order to assess whether it is appropriate to stamp a few or many copies of each work, since for the same artist and specific design, the greater print runs shall have a lower market price, and smaller circulation, in principle, greater market price.

This relationship between print run and price is also in the field of the coin collecting. We all know, in principle, that a coin which was issued in a high number of copies (what we call print run) will be a currency that will reach a low market price (other than the intrinsic value that can reach the currency by its possible content in precious metal), while a currency with a low print run, will be a scarce good, many collectors wanted to acquire it and therefore it is likely that it will achieve a high market value. In this case, as in the lithographs or etchings, regardless of which collectors, or simply those who use copies as decorative object, in addition to the feeling of abundance or scarcity that everyone who started in the field with respect to a particular type of available coins, at least for the latest creations, of a register, more or less official, of the number of produced copies, which somehow certifies the production figures of each design, within a given emission.

In the case of the lithographs and etchings, the certifying authority is the artist backed by his editor or the responsible person for the industrial process of production of copies. In the case of the currencies, the certifying authority is the State itself that lifts detailed record of the minted quantities, still bound by its own to rule advertisement for them, with additional controls, in the case of the Europe of the Euro, by supranational part entities such as the European Central Bank.

These amounts, therefore, act as a safe guide for collectors, although with significant failures to do not know exactly, in many cases, if the quantities minted in one year, correspond to types of coins that they really carry on them the date of the year which is responsible for the print run, either they continue bearing the date corresponding to the previous year, although they had been minted in the next one, as well as the ignorance of what has been the proportion of the print run of each year which has subsequently been cast or retained by the central banks, while it reached circulation.

The figures above give us a clue about the relative rarity of some types of currency or types of coins (currency of the same type but of different year) for others, but it does not allow us to have an idea of the number of next be called surviving copies, this is those who have approximately come at the hands of collectors, investors or simply accumulators of coins (which have always existed, so it refers to those made with precious metals).

In these cases, the only way that can afford to have an order of magnitude of the number of really existing pieces (long time after these types stop circular) is the use of sampling procedures, based on the correlation between the print run and the number of copies in well-known collections, and the presence of amounts of this type of coins in flea markets and public sales. On the basis of this type of procedures, confused and of little accuracy, we have deduced that roughly the number of surviving coins on the silver coins issued in pesetas by Spain from 1869 to 1926, is in the order: 1 to 10. As well, for coins that we are analising in these posts, the Peninsular 8 real of the Bourbons, based on the comparison of the appearance of these coins with the corresponding to coins of 5 peseta of silver (the popular 5 peseta coin) we dare to formulate the hypothesis that the order of magnitude of the number of surviving coins in respect to those issued, is in the order of 1 to 100, which together with the difference of coinages, explains us the radical distance from prices that separates this type of Peninsular 8 real, of the later coins of 5 peseta, although its silver content is not very different (24 grams of pure silver, versus 22,5 grams).

Taking into account the time, more or less equivalent in which stood the circulation of both types of coins, it is strange that the difference in the ratio of the smelting is so exaggerated. We believe that one of the reasons that may explain this phenomenon is the fact that once suspended the use of the 8 real, the Treasury and the individuals needed metal to cover new coinages continued in silver with a similar assay value in increasing amounts (passing from only 916 thousandth to 900 thousandth). While in the case of the 5 peseta coins withdrawn from circulation at the time of the Civil War (1936-1939), they were hoarded by individuals, aware that now it would not happen new silver coinages, at least not with immediate effect. We remember that the first edition of the 100 silver peseta, only took place from 1966, 30 years later the beginning of the Civil War.

Thus, based on the data of Herrera 1914 we can estimate some 350,000 pieces the annual average print runs of 8 real coins of Charles III minted in Madrid, according to the previous hypothesis, the number of surviving copies of a given date, it would be about 3,500. Well, if we want to have a certain approach to the number of existing copies for each grade of conservation if we divide up this number of 3,500 coins, in a proportional inversely way to the relative rarity of each date in each grade of conservation (expressed by its price), we have an estimate of about: 50 coins in AV, 100 in XF, 200 in VF, 400 in F, 900 in VG and 1,800 in G. We can make a similar estimation for the coins of Charles IV and Ferdinand VII. It is clear that these figures devoid of any accuracy, but it give us an idea of the shortage, justifying of the high price that reach these coins, especially those of Charles III in high conservation.

Taking into account that it is usually estimated about 30 years the period between the acquisition of a currency of a certain price, and its sale, which usually occurred in public auction after the death of its owner, in the case of the high conservation, there is a very clear correlation between the numbers of copies of this type of coins auctioned in each grade of conservation, and the figures above. What that confers a certain grade of verisimilitude to the assumptions made regarding the survival of copies.

The coin shown in the figure 128.1 is an 8 real coined in the name of Charles IV in Seville in 1793 with the assayers Carlos Tiburcio of Roxas and Nicolás Lamas. This type of Seville coins corresponding to the last years of the 18th century appear, in our opinion, overvalued in Cayón 1998.

 Thus, for this date, Cayón gives a price of P80,000, we should assume in a F conservation, consistent with which we are attributing to the rest of the coins that values in the Edition 1998 of his catalogue. This price of these coins could have been the one of these coins a few years ago, but we believe that it does not conform to the current underestimation of this type of coins in the market.

 

The conservation of this coin does not reach VF as a result of the scarce marking of the hair wave and the little definition of the silhouette of the ponytail of the king. Also on the back is observed a very short hair for the lions of the shield. For this reason, we are left with the VF-grade, which corresponds, according to the scale that we have been using, a value of €300 (€350 in VF). However, the market price would be approximately 20% lower, as a result of the decentring of the coin and the fact of having been cleaned.

The coin whose photograph is shown in the figure 128.2 is an 8 real of Charles IV coined in Seville in 1795 with the same previous assayers represented by the letters CN. Although Cayón 1998 down something, the value of this coin in relation with the previous assessment, we believe that P65,000 is still a too high value nowadays for a conservation that we have been considering as F. Once again we return to be more than according to the valuation of Calicó 2008: €300 in VF. In the auction above, this date in F had a starting price of FS1,500.

The conservation of this coin is certainly higher than the previous one, affecting only the higher parts of the relief such as the ponytail and the lateral wave of the king on the front and a slight wear of the foot of the castle of the first quadrant of the shield on the back. Under these conditions the value and market price of the coin are of €400 in VF+ (€400 in VF).

The coin shown in the figure 128.3 is an 8 real coined in Seville in the name of Charles IV in 1802 with the same previous assayers. In this case the assessment of Cayón 1998 is already more adjusted to the actual price of the coin today. Calicó also decreases the value of the coin to the one of the last years of the previous century: €250 in VF. In the auction we have been mentioning, the starting price of this date in VF was FS2,000, which showed his tremendous devaluation since 1974 (the FS changed for 40 pesetas in 1974).

The conservation of the coin is notoriously higher than the two previous, affecting only in a very light manner the eye of the lions of the shield of the back and the line further to the right of the lateral wave of the hair. Otherwise the coin retains almost all of its original brightness not showing other mark of coinage, what makes it to deserve the XF grade, which has a value of, in our view, €500. However, as often happens in this type of currency in the neck of the king can be seen signs of the so-called “sour silver”, what comes to decrease our assessment up to 20%, arriving to a market price of €400.

The coin of the figure 128.4 is an 8 real of Charles IV coined in Seville in 1803 with the same previous assayers. Once again the valuation of Cayón 1998, P70,000, seems excessively high we believe that the rarity of this date is not high enough than the previous one. Calicó for his part does not make distinction between this date and the previous value. In the auction of the Calbetó collection, the starting price of this coin in F was FS1,750.

There is a noticeable difference between the grade that deserves the front of this coin and its back. The wear of the coin on its front decisively affects almost all of the wig and the ponytail of the king for what could not be said that its conservation exceed the F grade. However, the back would deserve a higher grade, with wear only in its higher parts and the persistence of a large part of its original brightness. Therefore, taking into account the prevalence of the grade of the front on the one of the back at valuing, but taking into account the influence of it, we would give the coin as a whole, a F+ grade, which would be a value and market price of €260 (€225 in F).

The coin of the figure 128.5 is a 20 real coined in Madrid in the name José Napoleon really coined in 1809 after the Decree of April the 18th, 1809, but dated in the previous year to, according to Herrera,

 prove that the real beginning of the reign of José Napoleon was in 1808. The front is similar as for its composition to the one of the two previous kings of the House of Bourbon, by replacing their name by IOSEPH NAP. On the back, while the shape of the outline of the shield is similar to the one employed in the coins of the earlier kings, its content is quite different, being distributed in three rows each one with two quadrants, the weapons, only of Castile and León, but also those of Aragon, Navarra, Granada and those of the two worlds between columns of Hercules. As for the legend added to the title of King of Spain, the one of the Indies, as he was already appearing in the Latin American coins.

This coin was coined in 1809, after the Decree of April the 18th, 1809 prescribed that the 8 real coins

 were, with the same weight and assay value, so-called from this time as 20 real bullion coins. The rarity of these coins as we will discuss in the following post is greater than that most of the subsequent years, so we will consider them as rare, worth therefore twice the ordinary coins of José Napoleon such as those of 1809-1811. The conservation of this coin is VF that only show wear in the higher parts of the hair of the king, of the manes of the lions and the foot of the castles; therefore its value in VF would be the double of the 350 euros normal coins in VF (similar to those of Charles IV), this is €700 in VF. However its market price we will have to reduce it to €450 (35% of decrease) for being a notoriously cleaned coin.

 

More adjusted we think it is the valuation of Calicó 2008, €300 in VF that already reflects the decline in prices for these coins in the market today. It shows of the overvaluation that reached this date (as the majority of the peninsular 8 real of the Bourbons) it is the starting price of this coin in the auction, so often cited of the Calbetó collection, at Geneva on December the 4th, 1974: VS1,500 in VG.

 

 

Ultima modificacion el Martes 11 de Febrero de 2014 11:25
Ernesto Gutiérrez Guinea

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