Miércoles 07 de Septiembre de 2011 19:41

72. La moneda de cuenta castellana: el Maravedí

por Ernesto Gutiérrez Guinea
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El comercio marítimo y el asentamiento de las ciudades situadas en las riberas del Mediterráneo fue una constante en las últimas décadas de la Edad Moderna  conformando un proceso de desarrollo centrado en el eje del Mar Mediterráneo. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XV esta orientación comienza a cambiar, no solo debido al descubrimiento de América que tendrá lugar al final de la centuria. Los descubrimientos africanos de Portugal buscando la ruta marítima hacia la India, el inicio del poder naval de Inglaterra y el fortalecimiento de una industria textil en Flandes de carácter aún artesanal ya hacen que Castilla no vaya a estar sola en el traslado del punto focal de la economía europea del Mediterráneo al Atlántico.
Así, la conquista de la Canarias y el establecimiento de pesquerías en la costa noroccidental africana, procesos iniciados por Castilla ya en 1450 vienen acompañados de empresas mercantiles de gran envergadura llevada a cabo por Inglaterra, Portugal y los Países Bajos con un desarrollo que el avance tecnológico en los sistemas de navegación y en la construcción marítima hicieron posible. Afortunadamente para España el incipiente estado moderno, con ejército y burocracia permanente, creado por los Reyes Católicos aún no había alcanzado un desarrollo suficiente como para exigir una elevación de las cargas fiscales, lo que hubiera dificultado en gran medida la participación castellana en el proceso de desplazamiento del eje del crecimiento económico del Mediterráneo al Atlántico.
A lo largo del periodo 1350-1450, la cantidad de oro y sobre todo de plata acuñada y circulante se reduce drásticamente en Europa. La disminución del comercio con Oriente provocado por la práctica desaparición del Imperio Bizantino y la expansión turca en el Mediterráneo dificultó el suministro de metales preciosos a Occidente que pudieran ser acuñados. Así, en Cataluña, el territorio mas conectado con el resto de los países europeos, la cantidad de oro acuñado se redujo a la quinta parte de la producción media anual en el siglo anterior. Como consecuencia de ello todos los piases inician una escalada de medidas restrictivas para impedir la salida de metales preciosos de su territorio.
En el momento del auge del movimiento económico conocido como Mercantilismo impulsor de la idea de que la riqueza de un país dependía fundamentalmente del volumen de su capital amonedado circulante y en reserva. Como el comercio internacional se basaba en un sistema de pagos en oro y plata amonedados, los países con capacidad exportadora de mercancías tenían la posibilidad de aumentar sus reservas y como efecto derivado, él de incrementar su liquidez interna, lo que permitió un capitalismo inicial que propiciaba el progreso de las ciudades y la mejora del nivel de vida de la población agraria a través de un trasvase de los campesinos hacia las villas, con lo que los ingresos de los labradores y sobre todo de las poderosas organizaciones ganaderas, como la Mesta, se incrementaron  substancialmente.
En Castilla al contrario que en otros reinos europeos, a lo largo de los siglos XIV y XV el número de las Cecas que acuñaban oro aumentó extraordinariamente así como las cantidades amonedadas anualmente en oro y plata. Sin embargo, la imposibilidad de obtener rentas de los territorios de señorío reservados a la nobleza, que sería una de las características de los reinados de los últimos Trastamara determinó que la hacienda real tuviera que hacer frente a sus obligaciones a través de una alteración del contenido metálico de las monedas de oro y plata, admitiendo solo moneda de mejor calidad para el pago de impuestos y realizando sus abonos en monedas de menor peso y ley.
A poco de comenzar el reinado de los Reyes Católicos, mediante Real Célula de 1475 se fijan unas equivalencias estables entre las monedas de oro circulantes expresando su valor en maravedís, moneda de cuenta que habiendo sido inicialmente acuñada en oro a imitación del numerario musulmán acabó constituyendo una moneda imaginaria que aunque no se acuñaba, era empleada para expresar derechos y obligaciones en los contratos y para facilitar los cambios entre las variadísimas moneda circulantes, en base a la fijación del valor de cambio de cada una en función del número de maravedís a los que equivalía.
Esta utilización del maravedí como moneda de cuenta permitió que a lo largo de los siglos XVI y XVII, las monedas de oro y plata realmente circulantes no tuvieran que ser alteradas en peso y ley con objeto de evitar que el valor del metal superara el valor nominal de la denominación acuñada, con el consiguiente efecto de su fundición y exportación inmediata, con objeto de materializar el beneficio derivado de la diferencia entre su valor intrínseco y su valor nominativo. Así, la subida de los precios en maravedís, con la consiguiente disminución de su valor adquisitivo, se compensaba con la subida del precio de las monedas de oro y plata en una proporción semejante, expresada en una cantidad superior de maravedís para obtenerlas.
La única moneda cuyo valor expresaba una cantidad fija de maravedís era la moneda de cobre acuñada en piezas de a 8, 4 y 2 maravedís, durante los reinados de Felipe III y Felipe IV en las Cecas de: Sevilla, Madrid, Toledo, Segovia, Granada, Cuenca y Valladolid. Al subir los precios era necesario acuñar mas moneda de cobre para proporcionar mayor circulante. A su vez, el Estado emitía este tipo de moneda para adquirir con ella moneda de oro y plata en el mercado nacional para satisfacer las cantidades adeudadas a la Banca internacional de la época, debido en gran parte a los gastos de sostenimiento de los ejércitos.
Lógicamente ésto creaba una espiral inflacionaria en la que las propias monedas de cobre circulante fueron a su vez redenominadas en maravedís, aumentando en algunos casos su valor mediante el resello y en otras, disminuyéndolo por este mismo procedimiento, con objeto de tratar de estabilizar los precios mediante una reducción del capital circulante. Puede llamarnos a engaño que toda esta moneda de cobre que componía el circulante normal en la época de los Austrias sea denominada como moneda de vellón o simplemente “vellón”. Ello es debido a que la denominación del menor valor entre las  monedas realmente circulantes, ya en el tiempo de los Reyes Católicos, era la Blanca, pequeña moneda de cobre recubierta con un ligero baño de plata (vellón) con un peso y ley decreciente en el tiempo, llegando a pesar poco mas de un gramo, con una ley de 50 milésimas.
La citada Real Cedula de 1475 fijaba el valor del Enrique de oro en 435 maravedís y el de la Dobla de la Banda en 335 maravedís, y en cuanto a la plata o vellón, el del Real de plata en 30 maravedís y el de la Blanca en un tercio de maravedí.
La segunda ordenación monetaria de los Reyes Católicos se establece en las llamadas Ordenanzas de Toledo de 28 de enero de 1480, en las que se fijan los pesos y equivalencias de las nuevas monedas Castellanas de oro: el Excelente y sus divisores. Eran éstas el Excelente de 1480 o Doble Castellano con un peso de 9´2 gramos que se valora en 960 maravedís, el Medio Excelente de 1480 o Castellano con un peso de 4´6 gramos y un valor de 480 maravedís y el Cuarto Excelente o Medio Castellano con un peso de 2´3 gramos y un valor de 240 maravedís. Respecto a otras monedas de oro de circulación efectiva en Castilla, la Dobla de la Banda se valora en 365 maravedís y el Ducado en 375 maravedís. En cuanto a la moneda de plata  el Real de plata se valora en 31 maravedís. En el periodo comprendido entre 1480 y 1495, el Real llega a cambiarse por 32 maravedís, emitiéndose monedas de cobre de un Cuarto de Real (8 maravedís) y de un Octavo de Real (4 maravedís) con castillo en el anverso y león en el reverso, con la leyenda usual de los Reyes Católicos. Esta moneda se emitió en las ocho Cecas castellanas que acuñaban cobre en estos momentos. Unas piezas de diseño similar, pero a nombre de Felipe II, fueron acuñadas durante su reinado, en las Cecas castellanas.
El cambio mas menudo continuó reservado a las Blancas que fueron acuñadas en gran número en todas las Cecas de Castilla, llegando a alcanzar un valor de medio maravedí. Las Blancas, al principio del periodo, a semejanza de los Follis romanos de la época de la Tetrarquía, conservaban un baño de plata lo que les daba un aspecto semejante al de los Dineros medievales que continuaban circulando, por lo que su aceptación en las pequeñas transacciones entraba dentro de las costumbres de la población.

 FIGURA 72.1

Las cinco monedas a analizar en esta entrada corresponden a ejemplares fechados de 4 Reales acuñados en Potosí, aunque en los dos primeros no es visible ni un dígito de la fecha por caer ésta fuera del cospel. Las dos primeras piezas pertenecen al tipo de escudo coronado en el anverso y leones y castillos en el reverso, semejante al empleado en este tiempo en las acuñaciones peninsulares, mientras que las tres últimas piezas corresponden al tipo con columnas de Hércules en el anverso y cruz griega potenzada en el reverso, con castillos y leones situados entre los brazos de la cruz. En cuanto a leyendas, aunque en ninguna de ellas resulta visible prácticamente ningún carácter, en las dos primeras en el anverso figura del nombre del rey, D G HISPANIARVM y en el reverso ET INDIARVM REX debiendo ser seguida por la fecha, mientras que en las tres últimas, la leyenda del anverso es POTOSÍ ANNO XXXX EL PERV y la del reverso el nombre del Rey D G HISPANIARVM ET INDIARVM REX.
En las piezas de escudo coronado la Ceca y el Ensayador se sitúan a la izquierda del escudo, y el valor a la derecha en romano en las piezas que mostramos, y con 0 encima, mientras que en las piezas con las columnas de Hércules cruzada por la leyenda PLVS VLTRA en el anverso, el valor se sitúa en el centro sobre la leyenda, las marcas de Ceca en las partes superior izquierda e inferior derecha, y las del Ensayador en las partes superior derecha y inferior izquierda, con las marcas de Ceca y Ensayador repetidas por tercera vez a izquierda y derecha de los brazos de la cruz del reverso. La fecha también se inscribe en sus dos últimos dígitos, en el centro bajo la leyenda PLVS VLTRA del anverso y también con dos dígitos bajo la cruz del reverso.
La piezas de 1652 con el Ensayador Elgueta (E) se acuñan ya con el nuevo diseño, impuesto por la necesidad de diferenciar a primera vista las piezas emitidas con el debido peso y ley, después del proceso al que fueron sometidos los responsables de la Ceca, como consecuencia de las  alteraciones fraudulentas en peso y ley de las piezas acuñadas en Potosí antes de 1652.
La pieza de la FIGURA 72.1 es un 4 Reales acuñado a nombre de Felipe III o Felipe IV en Potosí durante el periodo 1618 a 1628 con el Ensayador P identificado en PAOLETTI 1999 como Martín de Palencia. El Ensayador P actuó en Potosí durante este periodo exclusivamente, por lo que la presencia de su sigla en esta moneda limita el intervalo de años en los que pudo ser acuñada. Las piezas de Potosí acuñadas entre 1618 y 1630 con los Ensayadores Martín de Palancia (P) y Juan Ximenez de Tapia (T) con el año identificable son rarísimas siendo imposible encontrar ejemplares con fecha segura reproducidos en las obras de referencia como las de CAYON, CALICÓ, PELLICER, SELLSCHOPP y KRAUSE. Es difícil encontrar ejemplares de 8 Reales de este periodo con fecha segura, pero en el caso de los 4 Reales es prácticamente imposible. La causa es el reducido tamaño de los cospeles en relación al de los escudos de anverso y reverso, lo que hace que prácticamente siempre la fecha quede fuera del cospel.

 FIGURA 72.2

CALICÓ 2008 incluye una sola referencia a estas piezas, el 1621P al que asigna un precio de 500 €, mientras que CAYON 1998  no incluye referencia alguna, mas allá del 1617M al que asigna un precio de 15.000 P. Nosotros estimamos un precio de referencia de 600€ en F para un ejemplar con estas características cuyo año pudiera ser identificado con seguridad. El ejemplar aquí reproducido podemos considerarlo en grado F ya que su aparente desgaste se debe mas bien a flojedad de acuñación. KRAUSE  2002 no incluye referencia a ejemplar alguno con fecha, y para los ejemplares fuera del cospel fija un precio de 60$ en G, 80$ en VG, 140$ en F y 200$ en VF que creemos exagerado. Por tanto, siguiendo el criterio de dividir por 9 el valor de una pieza Macuquina de escudo coronado cuando su fecha no es identificable en modo alguno, fijaremos en este caso el precio de mercado de esta pieza en 50€.
Todo lo anteriormente dicho es aplicable a la pieza cuya fotografía aparece en la FIGURA 72.2. Se trata de un 4 Reales acuñado en Potosí a nombre de Felipe III o Felipe IV en el periodo comprendido entre 1618 y 1630 con el Ensayador Juan Ximenez de Tapia identificado por la letra T de acuerdo con lo señalado en PAOLETTI 1999. La pieza es enteramente similar a la anterior en cuanto a la visibilidad de sus datos identificativos y su conservación (grado F). La sigla P de Potosí figura en el anverso a la derecha del escudo y la sigla T del Ensayador debajo de la marca de Ceca. Aunque el Ensayador T actúa en Potosí hasta 1628 según PAOLETTI, el arte de la pieza la sitúa como acuñada antes de 1630.

FIGURA 72.3


PELLICER 1971 incluye una sola referencia a estas piezas, la del 1624T a la que asigna una rareza R4 y un precio de 250$. CAYON 1998 solamente indica como conocida, la existencia de una pieza, el 1624T. CALICÓ 2008 incluye referencias del 1624 y 1628 con el Ensayador T, a las que asigna (asumimos que en VF) un precio de 250€. KRAUSE 2002 con fecha fuera de cospel las valora igual que las piezas de 4 Reales con el Ensayador P. Nosotros aplicamos el mismo criterio que en el caso de la pieza anterior. Por tanto, el valor de la moneda sería de 600€, pero al no poderse identificar en modo alguno el año de emisión, lo dividiríamos por 9, quedándonos con un precio aproximado de mercado de 50€.

FIGURA 72.4


Las piezas de las FIGURAS 72.3 y 72.5 corresponden a 4 Reales acuñados en Potosí a nombre de Carlos II en los años 1698 y 1694 respectivamente con el Ensayador Pedro Villar (VR). Estas piezas corresponden ya al diseño con la columnas de Hércules por lo que prácticamente siempre son identificables Ceca, Ensayador y año, ya que aparecen tres veces impresos en la moneda, cada uno de ellos. PELLICER 1971 considera estas piezas con rareza entre R2 y R3 con unos precios que oscilan entre 100 y 200$. CAYON 1998 las valora entre 22.000 P y 24.000 P en F y CALICÓ 2008 en 300€ (asumimos que en VF). Nosotros consideramos que el valor de este tipos de piezas de 4 Reales de Potosí posteriores a 1651 con visibilidad media de los datos y grado F, es de 100€, por lo que el precio de mercado de la primera pieza sería de 50€ en VG y el de la segunda, 35€ en F, una vez dividido su valor por 3 como consecuencia del agujero que atraviesa la pieza.

FIGURA 72.5


Por último, la FIGURA 72.5 muestra un 4 Reales de Carlos II acuñado en Lima, en 1697 con el Ensayador H. Las piezas de Lima con este diseño se empiezan a emitir en 1694 y la última pieza conocida es de 1748 ya con Fernando VI. La pieza es valorada por debajo de las de Potosí por PELLICER 1971 y un 50% por encima por CAYON 1998, mientras que CALICÓ 2008 le asigna el mismo valor que a las de Potosí. Nosotros creemos que el valor de las piezas de Lima (identificadas por una L en lugar de una P como Ceca y ondas hacia abajo, bajo la fecha principal en lugar de hacia arriba como en las que Potosí) de 4 Reales es el doble que el de las de Potosí. En estas condiciones el precio de mercado de esta pieza en VG- sería 72€.

Ultima modificacion el Domingo 11 de Septiembre de 2011 08:37
Ernesto Gutiérrez Guinea

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