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LECCIONES CATALANAS.

La cuestión catalana que hasta ahora era muy fluida, ha entrado en una fase de relativa estabilización con el auto de prisión de Jordi Sánchez y Jordi Cuixart. Digo relativa porque la escalada del enfrentamiento ha subido un peldaño más y aunque la inestabilidad sigue presente, la justicia ha empezado a tomar decisiones por su cuenta, y eso tiene consecuencias para todos. Ambas partes ya tienen lo que deseaban: unos a los presos y otros a los mártires.

La cuestión catalana me ha servido para reflexionar sobre la diversidad de criterios y opiniones de las personas. Cada uno tiene su visión del asunto en función de aquello que para cada uno es su valor prioritario y compruebo que las prioridades son muy variadas. ¿Cuáles son las mías?. Mi prioridad para resolver la cuestión catalana es afrontar el problema de la soberanía, y mi visión respecto a la soberanía condiciona mi posición en este asunto. Yo soy asturiano de origen y nunca he tenido querencias nacionalistas. Me satisface la región donde nací (Asturias) y el país donde me he desarrollado (España). No los siento como incompatibles sino como complementarios. No me gustaría ver desaparecer a ninguno de los dos. Comprendo que otras personas tengan otra prioridad, lo que genera un conflicto de visiones. ¿Cómo resolvemos este conflicto?. La fuerza de las armas no es un proceso civilizado. La democracia y la ley me parecen mejor camino. Ese fue el camino que seguimos en 1978. Creía que lo habíamos dejado resuelto residenciando la soberanía en todos los españoles y no en los territorios, pero no ha sido así. Vascos y catalanes siguen cuestionando la existencia de España. Este hecho me ha supuesto un desgarro personal, como a muchos españoles, por lo que aplicaré la razón al análisis de la cuestión catalana, e intentaré alejar los sentimientos.

No me haré trampas a mí mismo. ¿Quiero una única soberanía en España o estoy dispuesto a aceptar tantas soberanías como territorios?. Si decido una única soberanía, España existirá, y si decido tantas como territorios, España desaparecerá. ¿Por qué no le preguntamos a los españoles?. ¿No es esto tan democrático como preguntar sólo a los catalanes o sólo a los vascos?. ¿Quién se niega a preguntar a los españoles dónde quieren que resida la soberanía de la nación española?. ¿En España o en los territorios que la forman?. Yo lo tengo claro. De sentirme nacionalista, no hubiera sido socialista. Socialismo y nacionalismo me parecen contradictorios. En relación a los nacionalismos y los territorios incluso me reconozco utópico: mi patria es el planeta Tierra y mi nación es la Humanidad. Aún estamos lejos de ese sueño, pero es lo que me mueve. Y después de esta introducción voy con las tres lecciones que he aprendido.

La primera lección que he aprendido es lo sumamente fácil que es manipular los grandes conceptos como libertad, democracia o ley. En la cuestión catalana las dos partes en conflicto se consideran legitimadas para actuar en nombre de la democracia y la ley. ¿Quién tiene la razón?. Para aclararme he tenido que acudir a los principios que han gobernado mi vida. ¿Cómo he practicado yo la democracia?. No soy nacionalista, pero soy una persona comprometida. Practico la democracia desde muy joven participando en las organizaciones sociales y políticas. La prohibición de todas las organizaciones sociales y políticas salvo las adictas al “régimen” me llevó a combatir la dictadura franquista. No lo debimos hacer mal porque ganamos la batalla y trajimos la libertad y la democracia a la sociedad en la que vivíamos. No lo considero ningún mérito. Hicimos lo que teníamos que hacer. Durante 12 años largos dediqué mis esfuerzos al mundo del trabajo. Tuve que practicar mucha democracia. Aprendí a convencer con la fuerza de la razón en lugar de a vencer con la fuerza de la espada, aprendí a respetar la ley de la mayoría y a tomar en consideración las opiniones de la minoría, aprendí a ganar y perder votaciones, aprendí a convivir más que a decidir, y sobre todo aprendí que cuando la ley o norma existente no me satisfacía (algo bastante frecuente), tenía que luchar para cambiarla convenciendo a la mayoría y no imponiendo mi voluntad. Finalizada esa etapa, dediqué otros 22 años a la política donde tuve que seguir practicando, en ocasiones con mayores dificultades, lo que había aprendido en el mundo del trabajo.

La segunda lección tiene que ver con los derechos de las personas. Los nacionalistas priorizan sus actuaciones políticas en torno el derecho a decidir de los ciudadanos. Es muy complicado oponerse al ejercicio de este derecho, pues todos tendemos a considerarlo un derecho natural vinculado a la democracia. ¿Cómo puede alguien decir que es demócrata si no me deja decidir?. La trampa que en mi opinión hacen los nacionalistas es que vinculan el derecho a decidir con el territorio. Sólo si vives o has nacido en un territorio determinado tienes derecho a decidir. No es cierto que las personas no tengan derecho a decidir. Pueden decidir en muchísimas otras cosas pero no tienen derecho a decidir sobre la soberanía del territorio en el que viven o han nacido. Como yo no tengo querencias nacionalistas y el territorio en el que he nacido es el planeta Tierra, las soberanías nacionales se me quedan pequeñas. Desde esta perspectiva mi prioridad política no es el derecho a decidir sino el derecho a convivir. Por eso me opongo a las fronteras y a los nacionalismos. Un mundo sin fronteras y una distribución sensata de la riqueza es el mundo que deseo. El mundo nacionalista me parece estrecho y egoísta.

La tercera lección que he aprendido guarda relación con las técnicas y tácticas revolucionarias. Hasta ahora las rebeliones capaces de cambiar las leyes y normas de convivencia (el derecho) que acordamos democráticamente los humanos para preservar la convivencia, se producían mediante los movimientos de masas. Unos líderes naturales enardecían las masas y conseguían cambiar las cosas, utilizando más las sensaciones que las razones. Este tipo de técnicas y tácticas ya hace tiempo que han sido abandonadas por los líderes sindicales que tratan de convencer a los patronos con argumentos racionales de que todos ganamos si alcanzamos acuerdos. Pero los líderes políticos mantienen las rebeliones en su cartera, especialmente si son líderes nacionalistas. En la sociedad digital las personas son algo más instruidas, y no desean tumultos ni revueltas que amenacen su calidad de vida y bienestar. La mayoría prefieren la convivencia a la violencia. Y el marco de la convivencia lo aportan las leyes democráticas. Para llegar al descubrimiento de la importancia del respeto a las leyes, hemos necesitado que la Historia de las naciones produjera millones de muertos y desposeídos. ¡El humano es un animal muy terco, que tropieza reiteradas veces en la misma piedra!.

 

Alcobendas, 17 de octubre de 2017.

 

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