¿CÓMO HACER PARA QUE LA ECONOMÍA FUNCIONE?

Perdidos en la jungla de los tecnicismos económicos, olvidamos una verdad elemental: la economía no tiene sentido si no sirve para mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población. Si no cubre ese objetivo además de una ciencia triste es una ciencia inútil.

Antes de la revolución francesa y de la llegada de la democracia en forma de sufragio universal (una persona un voto), cuando las condiciones de vida de la mayoría de la poblaciónempeoraban, se sembraba la semilla de una futura revuelta popular. La rabia por la degradación continua de las condiciones de vida se iba ampliando hasta explotar en violencia y muerte. ¿Y ahora?. Ahora los ciudadanos tienen un voto para cambiar los gobiernos, pero muchos votantes comprueban que el cambio de los gobiernos no supone el cambio de sus condiciones de vida, y empiezan a estar desorientados y desencantados de la democracia del voto. ¿Qué hacer?.

La crisis de 2007-2008 paralizó las economías occidentales y con ellas la economía mundial. La primera preocupación de la política mundial fue evitar el colapso de la economía global. Las medidas adoptadas por el G20 en las reunionesde Washington en 2008 y Londres en 2009parecían haberlo conseguido. Los ciudadanos de las democracias occidentales, aunque sus condiciones de vida empeoraron, esperaron pacientemente a que pasara la borrasca económica y cambiaron con sus votos algunos gobiernos. Pero el tiempo pasa (ya va para 8 años), y las condiciones de vida de los ciudadanos en algunos países no mejoran. ¿Qué sucede en la economía?. ¿Por qué no funciona?.¿Por qué mis condiciones de vida empeoran?, se preguntan los ciudadanos.

Las medidas adoptadas por el G20para que la economía funcione han sido poco profundas y dirigidas a apoyarse en la actividad de las economías emergentes más que en las reformas a fondo del sistema financiero internacional y de la organización de la economía mundial. Los movimientos descontrolados de capital, los productos financieros tóxicos y los paraísos fiscales siguen operando como si nada hubiese sucedido, y las desigualdades económicas entre países e individuos aumentan. Además desde 2013 las economías emergentes también se han paralizado, así que la política económica mundial se quedasin motor. Toda la economía mundial se encamina hacia la parálisis. Es lógico que la primera preocupación de la política sea cómo poner de nuevo en funcionamiento la economía mundial, pues sin economía, no hay vida.

Algunos líderes mundiales juegan cada vez más con la idea de la guerra. Es un juego muy peligroso de consecuencias imprevisibles que divide a los políticos y a los ciudadanos. Sin duda las guerras destruyen todo el entramado humano - el social, el económico y el político – y ponen a la sociedad en tensión. Es la llamada “economía de guerra”. Acabada la guerra, el entramado humano tiene que reconstruirse, y la reconstrucción es un buen motor para poner a funcionar la economía. ¿A qué precio en vidas y civilización?. La experiencia de las dos grandes guerras europeas del siglo XX ya nos ha contabilizado el precio. La guerra no parece el mejor camino para poner en funcionamiento la economía, ya que la evolución de las guerras, una vez desatadas, es imprevisible. Mi visión de los desastrosos efectos de la guerra no significa que me alinee con el pacifismo ingenuo. ¿Qué otras vías tenemos para poner en funcionamiento la economía mundial?.

Hay otras vías, y para descubrirlas la primera tarea es observar cómo funciona la economía. Aunque los economistas procuran tecnificar sus conocimientos de modo que sea poca la gente que penetre en los mismos, la economía tiene un funcionamiento sencillo. En mi opinión el funcionamiento de la economía se basa en dos leyes básicas de la lógica, cuya efectividad se ve contaminada por la irracionalidad de los comportamientos humanos.

La primera ley básica para que una economía funcione es que se produzcan bienes. Si no hay bienes para intercambiar en el mercado, los mercados mueren y con ellos muere la economía. Las malas cosechas o el agotamiento de las materias primas no sólo producen el vacío de los estómagos humanos; también producen el hundimiento de la economía.

La segunda ley básica para que una economía funciones es que la gente tenga dinero para acudir a los mercados y comprar los bienes producidos. Si se producen bienes pero la gente no tiene dinero para comprarlos, los mercados mueren y la economía también deja de funcionar.

Todos los demás razonamientos y variables económicas dependen de estas dos leyes, al modo como los 10 mandamientos cristianos se resumen en dos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Identificadas las dos leyes básicas - producir bienes y tener dinero para comprarlos – podemos abordar la segunda tarea, consistente en descubrir los factores que dificultan la producción de bienes y la posesión de dinero para comprarlos.

Veamos primero la producción de bienes. La producción masiva de bienes depende sobre todo de la tecnificación y las máquinas. Sin tecnología, máquinas y materias primas es imposible que la producción despegue. De hecho hemos alcanzado la producción masiva de bienes porque tecnologías y máquinas cada vez más eficientes se han incorporado a los procesos de producción. Lo saben bien algunas corporaciones empresariales, empeñadas en monopolizar la tecnología y las máquinas. Afortunadamente en una economía de libre competencia no pueden logarlo. Así que los Gobiernos que protegen y fomentan la competencia están promoviendo la producción masiva de bienes.

Buscábamos algo que dificultara o bloqueara la producción de bienes y hemos encontrado algo que la fomenta. ¿No hay nada que la bloquee?. Sí, los fallos de la competencia. La competencia es una moneda de dos caras. Una cara muestras sus virtudes y la otra sus fallos. Los privilegiados económicamente han conseguido vendernos que la competencia es perfecta y que sólo tiene una cara buena, pero no es verdad. La competencia está gobernada por la maximización del beneficio y la maximización del beneficio no es una regla neutra del comportamiento humano. En nombre de la maximización del beneficio se agotan los recursos naturales, se contamina el planeta, se esclaviza y explota a otros humanos, etc. Los ciudadanos conscientes están descubriendo que los Gobiernos son mucho más diligentes fomentando la competencia que limitando los excesos de la maximización del beneficio.

Pero hemos de reconocer que maximizar el beneficiono es un objetivo dañino por naturaleza. Este principio está interiorizado por la práctica económica capitalista a tal punto que somos incapaces de concebir la economía sin maximización del beneficio, y aunque nos parezca extraño, maximizar el beneficio es un objetivo razonable. La historia económica demuestra que con frecuencia el progreso económico viene de la mano de la maximización del beneficio, pues el beneficio es un premio por el esfuerzo y no debe eliminarse. ¿Entonces?.

Ya podemos ocuparnos de la posesión de dinero para comprar. Para que la maximización del beneficio produzca daño económico es necesario que vaya acompañado de un segundo principio: el acaparamiento o atesoramiento irracional. La acumulación irracional de la riqueza es lo que imprime mal carácter a la maximización del beneficio y afecta a la posesión de dinero para comprar. Maximizar beneficios para repartir activa el funcionamiento de la economía. Maximizar para acumular y atesorar paraliza el funcionamiento de la economía. Una verdad tan elemental ya fue descubierta por Aristóteles, que en “La Política” reprocha a los atenienses su afán por acumular riquezas utilizando el dinero y el comercio como instrumentos. Para Aristóteles la riqueza natural es la que proviene del buen manejo de la casa y la tierra, que además tiene un límite, mientras que la ganancia obtenida del manejo del dinero (dinero que retribuye al dinero) y del comercio es antinatural y además no tiene límite.

Aristóteles vivía en una sociedad agraria y vinculada a la tierra. El paso de los siglos ha demostrado que estaba equivocado en su concepción del comercio, que se ha convertido en la piedra angular de la economía moderna, pero es de actualidad su preocupación por el manejo del dinero y la ganancia sin límites. Hoy vivimos en una sociedad financiarizada y vinculada al dinero, cuyo coste de acumulación y de evasión fiscal es tan bajo que está produciendo la parálisis de la economía. Los ricos prefieren acumular y evadir su patrimonio financiero antes que dedicarlo al funcionamiento de la economía para lo que deberían aceptar compartirlo con esos otros cuyos miserables ingresos no les permiten acceder al comercio de bienes y servicios.

Una política modernay eficaz que pretenda reactivar el funcionamiento de la economía, debe de combatir la acumulación irracional de capital improductivo y la evasión fiscal. Ambas líneas de trabajo afectan a las dos leyes básicasdescritas. La lucha contra la acumulación de capital improductivo pone las finanzas al servicio de la producción de bienes y servicios para el intercambio comercial, algo que ha dejado de suceder en los últimos años. Hoy las finanzas están al servicio de los titulares de los grandes patrimonios financieros, que quieren maximizar el rendimiento de sus patrimonios y les importa cada vez menos la producción masiva de bienes y servicios. La industria de las finanzas se pliega a los deseos de estos inversores sin que ninguna autoridad pública les ponga límites. El resultado es un crecimiento exponencial de la especulación y el bloqueo de la primera ley básica de funcionamiento de una economía: la producción de bienes y servicios se para o ralentiza.

Por otro lado tenemos la lucha contra la evasión fiscal. Esta lucha es inseparable de la lucha contra los paraísos fiscales. La evidencia de que el terrorismo internacional y el crimen organizado se financian lavando dinero en “paraísos fiscales” es una oportunidad de combate político. Pero es que la evasión fiscal además de debilitar a los Estados, pone en entredicho su viabilidad financiera y les impide desarrollar políticas redistributivasa través de servicios públicos y sociales de calidad financiados con los recursos públicos recaudados. Si a esta debilidad financiera del Estado le sumamos la reducción del trabajo como fuente de ingresos a causa de la digitalización inteligente de la producción que cada vez sustituye más trabajo por máquinas, el resultado es una reducción drástica del dinero en manos de la gente para comprar bienes y servicios y en consecuencia la segunda ley básica del funcionamiento de la economía también se bloquea y la economía se para o ralentiza.

Creo haber explicado de modo sencillo qué hacer para que la economía funcione: producir bienes y distribuir la riqueza. Pero no veo a las fuerzas políticas tradicionales ni a las emergentes ocupándose de estas cosas e incorporándolas en sus discursos políticos. ¿Es que no las ven o es que no quieren verlas?. Aún están a tiempo de hacerlo.

José Ángel Suárez González.