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El valor de las monedas

El valor de las monedas (67)

En la presente entrada, continuaremos analizando ejemplares de 4 Reales de Felipe IV de la Ceca de Madrid correspondientes a las décadas de los 40, 50 y 60 del siglo XVII (FIGURAS 68.1,68.2 Y 68.3), así como ejemplares de Granada de Felipe II (FIGURA 68.4) y de Felipe III ( FIGURA 68.5), determinando y justificando los grados de rareza de estas piezas para su valoración con relación a la escala de precios de 4 Reales peninsulares comunes de Felipe II a Felipe IV que venimos utilizando, recordemos una vez mas, que para ejemplares con una visibilidad de datos de identificación normal, es: 100€ en VG, 200€ en F, 400€ en VF y 800€ en XF.
Como indicamos en la entrada anterior antes de estudiar pormenorizadamente estas piezas, nos detendremos en establecer la evolución de los precios y del significado real de la denominación de los grados de conservación en los distintos catálogos que incluyen este tipo de piezas, distinguiendo entre Ceca y año de acuñación. Baste ahora recordar la hipótesis que hemos formulado en las entradas iniciales dedicadas a los 4 Reales peninsulares Macuquinos. En general los precios de este tipo de piezas, en particular los de las mas comunes de Sevilla y Toledo, se han mantenido prácticamente invariables en moneda corriente de 1965 a 2000, mientras que en la última década se han duplicado.
El PELLICER 1971 es la primara obra que se ocupa con detalle de los 4 Reales Macuquinos, no solo peninsulares sino de Cecas Hispanoamericanas y del Imperio Español en Europa. En la Introducción a esta obra no se formula indicación de a qué conservación se refieren los precios que se consignan en la Guía de Valoraciones que acompañan al libro sobre “El Medio Duro”. Debemos entender, por tanto, que los precios se refieren a la conservación y visibilidad media que tenían la mayor parte de los ejemplares que salían al mercado en esos años.
Siendo su publicación aún no muy lejana, el YRIARTE 1965 sobre 8 Reales, indica en su Introducción que los precios que se consignan en el catálogo se refieren a piezas en buena conservación. Si atendemos a la conservación real de los ejemplares cuya fotografía se muestra en el catálogo, apreciamos de inmediato su diferencia radical en cuanto a la conservación de los ejemplares reproducidos que fueron producidos por el sistema de acuñación a molino (en general posteriores a 1728), de las acuñaciones a martillo (Macuquinas). En el primer caso podemos apreciar que la conservación media pode llegar a EBC (XF), mientras que en el caso de las Macuquinas, en especial de las peninsulares, la conservación media es solo BC (G), y la visibilidad media en la mayoría de los casos es solo la suficiente para identificar las monedas.
Es circunstancia, junto con la comparación de los precios del PELLICER 1971 (con el dólar a 70 P) con los de adjudicación de este tipo de piezas en las subastas que tienen lugar en esta época, nos lleva al convencimiento de que en el caso de los 4 Reales Macuquinos peninsulares los precios se están refiriendo a ejemplares de lo que se consideraba en esos años como ejemplares en buena conservación (BC o G) que es evidente que no tiene nada que ver con lo que actualmente en el lenguaje coloquial llamamos ejemplares en buena conservación que sin duda, todos reconocemos que solo lo empleamos para calidades MBC/EBC, equivalente al VF o superior.
Este cambio, presente en un modo u otro en todos los países, sobre lo que quiere decir que un ejemplar de una moneda que ha sido acuñada a martillo se encuentra en buena conservación es lo que nos puede dar la impresión, completamente falsa, de que en los últimos 45 años se ha producido una elevación de valor, en términos reales, de este tipo de monedas que al menos ha ido acompañando a la inflación, cuando la realidad es que su valor real se ha dividido por 10 aproximadamente, pese a duplicarse, en términos corrientes, en la última década.
La tendencia actual respecto a las entidades de mayor solvencia que actúan en el campo de los estándares en la definición de los grados de conservación de las monedas, como la asociación Americana de Numismática (ANA) o la Corporación de Garantía Numismática (NGC), es considerar la definición del grado de una moneda, atendiendo a la circulación que se estima ha tenido, siempre que no se considere defectuosa, con independencia de que sea una pieza que se encuentre fácil o difícilmente en el mercado en una determinada conservación. Por ello, a la hora graduar una moneda Macuquina debemos tener presente la escala estándar de definición de grados, evitando tener en mente ideas como “La conservación es F para este tipo de piezas”. La conservación será o no F, pero no por consideración especiales aplicables a este tipo de piezas.
Hechas estas consideraciones, nos encontramos que el PELLICER asigna unos grados de rareza altos (R3 o R4) a los 4 Reales de Sevilla de 1589 a 1591, con precios de 150$ mientras que considera a las piezas de 1592 (R1) y 1593 (C) como mucho mas comunes, con precios de 50 y 40$ respectivamente. Con respecto a las piezas posteriores a 1594 vuelve a elevar los índices de rareza pero no demasiado los precios, que se sitúan en un intervalo de 70 a 100$. La cotización media de estas piezas nos parece correcta en términos generales, para la época, si bien hemos de tener en cuenta que en nuestra opinión, de acuerdo con las cotizaciones en subasta, estos precios eran válidos en 1971 siempre que se tratara de piezas en la conservación que ahora llamaríamos BC o G, según utilicemos el sistema español o americano de graduación. En cuanto a las piezas de la Ceca de Toledo de Felipe II, PELLICER asigna rareza R5 a las anteriores a 1593 y rareza R3 a las de 1593 y posteriores, aunque los precios que asigna a todas ellas son bastante homogéneos.
En general, creemos que las cotizaciones medias de piezas de Sevilla fechadas en grado G se sitúa en unos 70$ de 1981 que equivalían a unas 4.000 P de la época, por lo que su precio actual, de unos 50€ aproximadamente, equivalentes a 8.000 P, supone un incremento de 100%, localizado a nuestro juicio de 2000 a 2010. PELLICER señala una rareza superior a las piezas de Toledo, criterio que salvo para las piezas de fechas diferentes de 1592 y 1595, no creemos que corresponda a la apreciación actual.
En cuanto a CAYON  1976, al proporcionar 3 columnas de precios, especificidad  no frecuente en los catálogos de piezas españolas anteriores 1869, la comparación de estos precios con los de adjudicación en subastas de la época, nos hace suponer que lo que en la versión en inglés de la Introducción se describe como primera, segunda y tercera conservación (a falta de esta descripción en la versión en castellano de la Introducción) se refiere en realidad a RC/BC (AG), BC (G) y BC/MBC (VG) por lo que se refiere a las Macuquinas, aunque es evidente que el criterio es otro, cuando se trata de piezas producidas a máquina.
Con esta salvedad, vemos que los precios siguen una tendencia semejante a los del PELLICER 1971, con una valoración claramente mas alta para la fechas anteriores a 1593 y mas baja (del orden de la tercera parte) para el 1593 de Sevilla y fechas posteriores, hasta la aparición del tipo OMNIVM. Cabe destacar que CAYON  siempre incluye en sus catálogos el 1594 de los 4 Reales de Sevilla, lo que no hace CALICÓ en ninguna de sus ediciones. Nosotros no hemos visto ningún 1594 que pueda afirmarse con seguridad que sea de la Ceca de Sevilla. Algunos ejemplares ofrecidos en subastas como de Sevilla, estimamos que en realidad son de Toledo, como puede deducirse por el estilo de los castillos enladrillados en su reverso.
En CAYON 1976, el precio de las fechas de Felipe II tipo OMNIVM, así como el 1591 con el Ensayador C aparece multiplicado por 4, con lo que estamos en completo acuerdo por considerar a ambos como muy raros. Igual que en PELLICER 1971, en CAYON 1976 en nuestra opinión aparecen sobrepreciados los ejemplares comunes de Toledo como el 1592 o el 1595 que no son mas difíciles de encontrar que los de Sevilla. En las ediciones de 1980 y 1998 de CAYON se continúan estas tendencias, por lo que solo nos queda recalcar que los precios de la primera columna en nuestra opinión, para este tipo de piezas, se refieren al grado VG (BC/MBC) y de la segunda en F (MBC).

                                          

FIGURA 68.1


En cuanto a las ediciones de CALICÓ, en la de 1988 se fijan unos precios aproximadamente dobles que los establecidos en las ediciones coetáneas de CAYON, lo que es absolutamente consistente con la tesis que venimos defendiendo y que el propio autor reafirma en las Introducciones a sus catálogos, en el sentido de que los precios se refieren a piezas en conservación de lo que él llama MBC, y que nosotros, de acuerdo con el criterio de correlación entre la escala española y americana de graduación, llamaremos VF (MBC/EBC).
Los precios señalados por CALICÓ para las piezas sevillanas de 4 Reales de Felipe II de Toledo son del mismo orden de magnitud que los de las piezas de Sevilla, con lo que estamos en completo acuerdo por lo en nuestra escala de valoraciones, no diferenciaremos entre los precios de las piezas comunes de Sevilla y Toledo. Aunque creemos que los puntos de partida en los 80, y de llagada en 2008, de los precios de CALICÓ son realistas, sin embargo estimamos que el crecimiento de los precios en términos corrientes no ha sido uniforme, sino que éstos se mantuvieron constantes hasta el 2000, y posteriormente se duplicaron.
La FIGURA 68.1 muestra una pieza de 4 Reales de Felipe IV acuñada en Madrid en 1644 con el Ensayador B. Las piezas de Madrid acuñadas entre 1638 y 1645 así como en 1651 son considerablemente menos raras que las de la década de los 30, que hemos analizado en la entrada anterior. Por tanto, así como a estas últimas  las hemos considerado como muy raras, las anteriores las consideraremos únicamente como raras, utilizando por tanto para su valoración la escala usual para los 4 Reales mas comunes de Sevilla y Toledo, multiplicando los precios por 2.

                                         

FIGURA 68.2


Esta pieza presenta la particularidad de incorporar la sigla del Ensayador B como las de los años anteriores, en lugar de la BI que caracteriza a las piezas usuales de 1644 y 1645. CALICÓ en sus distintas ediciones reconoce la existencia de dos piezas de Madrid, fechadas en 1644, con Ensayador B y con Ensayador BI, estableciendo un precio ligeramente mas alto para la primera, mientras que las distintas ediciones de CAYON no recogen la existencia del año 1644 con el Ensayador B. La pieza tiene desgaste generalizado, pero poco intenso, por lo que le asignaremos un grado F-, al que le correspondería un valor de 340€. La visibilidad de los datos es muy buena, con los 4 dígitos de la fecha, Ceca y Ensayador. No obstante, la pieza presenta oxidaciones que penetran profundamente en la moneda, por lo que reduciríamos su valor en un 20%, llegando a un precio de mercado de 275€.
La FIGURA 68.2 muestra una pieza de 4 Reales acuñada en Madrid en 1651 con el Ensayador A, sigla que corresponde a Agustín Mayens. Como ya hemos indicado, consideraremos esta pieza rara, pero no como muy rara, siendo aplicable por tanto, la usual escala de valores multiplicándolos por 2. Lo 4 Reales de esta fecha suelen estar acuñados en un cospel algo mayor que los de la década de los 40, por lo que es frecuente que sus 4 dígitos sea claramente visibles, como es éste el caso.
Las piezas de 1651, tanto de 4 Reales como de 8 Reales de Madrid, conservan el diseño de los castillos en el anverso, de forma claramente cuadrada, empleados en las acuñaciones de Madrid de los años 40. La pieza analizada tiene una alta visibilidad de datos por lo que se refiere al Ensayador, los 4 Dígitos de la fecha, la denominación en reales (IIII) y el numeral del rey (IIII). El único dato esencial no visible por caer fuera del cospel, es la Ceca que en esta fecha estaba constituida por las dos letras MD alineadas verticalmente.

                                           

FIGURA 68.3


No obstante, su asignación a la Ceca de Madrid es absolutamente segura tanto por la no existencia de piezas de otras Cecas con el Ensayador A en este año, como por su arte, con la enseña de Austria en el cuartel intermedio izquierda del escudo, sin tocar sus bordes y con una única fila de flores de lis en el de Bolgoña. La pieza se encuentra en grado F con desgaste generalizado pero suficiente relieve aún. Por tanto, su valor sería de 400 €, que reduciríamos en un 25% hasta un precio de mercado de 300€, por  falta de visibilidad de la Ceca.
En la FIGURA 68.3 tenemos la fotografía de un 4 Reales de Madrid acuñado en 1662 a nombre de Felipe IV con el ensayador A. Este tipo de pieza con esta fecha es referenciada en todas ediciones de CAYON y CALICÓ que hemos tenido ocasión de consultar. Nosotros no hemos visto directamente ninguna pieza en la que la fecha sea suficientemente legible para afirmar con seguridad que se trata de 1662. No obstante, creemos que efectivamente en esta fecha se acuñaron Reales de a 4 en Madrid, ya que sí hemos tenido ocasión  de analizar varias piezas de 8 Reales de esta fecha con una visibilidad, al menos en sus 2 últimos dígitos, suficiente.
En este caso, el problema para la visibilidad de los datos, es el gran tamaño del escudo que se come casi todo el cospel, que además es grueso y pequeño. No obstante, en esta pieza podemos observar, aunque con dificultad, en la parte superior izquierda del reverso la zona baja de los 4 dígitos (1662) siendo algo mas clara la horizontalidad de la base del 2 como último dígito. La pieza tiene una acuñación muy deficiente que junto con su uso, no permite calificarla mas allá de VG. La pieza tiene una rareza similar a la de las dos anteriores de Madrid, 1644 y 1651, por lo que en ese grado, le correspondería un valor de 400€. La atribución de Ensayador y Ceca ha de hacerse exclusivamente por el arte de la pieza, lo que la asigna necesariamente a Madrid. Por ello, pese a su rareza, su precio de mercado, no puede superar los 100€.

                                          

FIGURA 68.4


Con la pieza de la FIGURA 68.4 iniciamos el análisis de cinco ejemplares de Granada de Felipe II y Felipe III. Los 4 Reales de Granada fechados tienen una pieza muy común que CALICÓ valora acertadamente con un precio mucho mas bajo que el resto, el 1595 de Felipe II. Todas las piezas de 4 Reales de Granada de Felipe III, así como el resto de las piezas fechadas de Felipe II debe de ser consideradas como raras, mientras que las de Felipe IV son todas ellas muy raras, apareciendo muy pocas veces en ventas públicas donde siempre alcanzan altos precios.
La pieza de la FIGURA 68.4 es un 4 Reales de Granada de Felipe II con el Ensayador F. La pieza tiene una acuñación realizada con mucha presión que hace resaltar su relieve, pese a que como consecuencia de una inclinación defectuosa del martillo de acuñar, tanto en el anverso como en el reverso aparecen grandes vanos sin impresión del grabado. En esta pieza, como en todas las de Granada de Felipe II, la fecha siempre aparece verticalmente a la izquierda del escudo, mientras que Ensayador, Ceca y valor aparecen a la derecha.
La marca de Ceca no es visible, pero tanto el arte como el Ensayador F (Francisco Tellez) hacen que la atribución a Granada sea segura. Aunque conserva relieve la pieza está bastante circulada por lo que la calificaremos como F-, con un valor de 170€ al ser la pieza común. Su precio de mercado sería también de 170€, por considerar  que la pieza tiene una visibilidad media de datos identificativos.

                                          

FIGURA 68.5


Las piezas de Granda de Felipe II tipo OMNIVM son todas muy raras ya que el tipo de acuñación produce casi en todos los casos que la fecha no sea visible prácticamente en ninguno de sus dígitos. Las piezas de Felipe III de 4 Reales tipo OMNIVM de la primera década del siglo XVII son ya algo mas fáciles de encontrar aunque debemos considerarlas como raras.
La pieza mostrada en la fotografía de la FIGURA 68.5 corresponde a un 4 Reales de Felipe III acuñado en Granada con el Ensayador M (Francisco Minguez). La especificidad de la moneda es su carácter inédito, ya que tanto CALICÓ como CAYON, PELLICER y KRAUSE no conocen la existencia de 4 Reales de Granada tipo OMNIVM fechados en 1611, terminado todas las fechas de este tipo en 1610. La atribución de la pieza a Granda debemos hacerla por comparación por su arte o estilo de grabado con el de las de 1609 o 1610 de Granada de los que existen numerosas fotografías en las obras generalmente disponibles. La fecha es muy visible aunque no la Ceca y el Ensayador. Los dígitos de la fecha son del tipo arábigo normal, mientras que las piezas normales de 1611 de Granada tienen la fecha expresada en números góticos.
La pieza no llega al grado F por lo que la calificaremos por VG+. Su valor, al considerarse muy rara, llegará a 520€, mientras que su precio de mercado solo alcanzará un tercio de esta cifra, como consecuencia de la no legibilidad de Ceca y Ensayador, ésto es 170€.

 

En esta entrada tras analizar una última pieza de 4 Reales de Toledo de Felipe IV, pasamos al estudio de cuatro piezas de 4 Reales de Madrid, una de ellas de Felipe III y tres de Felipe IV, una de ellas perteneciente al año 1621, lo que nos exigirá el examen detenido de numeral del rey para encuadrarlo en uno u otro reinado, y las otras dos comprendidas en la década de los treinta del siglo XVII, periodo en que las acuñaciones en plata en Madrid son mínimas, por lo que el número de ejemplares supervivientes es muy escoso, especialmente con los datos suficientes del año, Ceca y/ o Ensayador, tal que permitan su correcta identificación.
Por tanto, a lo largo de estas 8 primeras entradas dedicadas al análisis de las emisiones de los 4 Reales Macuquinos de Felipe II, Felipe III y Felipe IV efectuadas en las Cecas de Sevilla, Toledo y Madrid ya hemos podido contrastar la escala de precios aplicable a los ejemplares mas usuales de piezas de 4 Reales Macuquinas peninsulares acuñadas en un periodo 1589-1666, consistente en valorar a 100€ los ejemplares en grado VG, 200€ en grado F, 400€ en grado VF y 800€ en grado XF. En efecto, es sorprendente el elevadísimo de ejemplares cuyos valores en un determinado grado de conservación son los mismos, con independencia de que cada valor sea necesario modularlo posteriormente en función de las características concretas de cada ejemplar, como legibilidad de los datos identificativos, sobreimpresiones, defectos de acuñación, tamaño del módulo, centraje o pátina, para llegar  al que se considera como precio de mercado. De 35 ejemplares estudiados en estas primeras 7 entradas, en 27 se considera que sus valores se ajustan a los recogidos en esta escala según sus grados de conservación y en 8 se considera que no se ajusta, por lo que sus valores a igualdad de conservación han de multiplicarse por 2 al considerar a 5  de estas piezas como raras, y por 4 al considerarse a 3 de estas piezas como muy raras.
Dada la procedencia de estas piezas, de colecciones muy diversas, en una primera aproximación podemos considerar que esta mismas proporciones, 75% de piezas corrientes, 15% de monedas raras y 10% de muy raras, no son muy distintas de las que puedan darse entre el total de los ejemplares supervivientes de 4 Reales acuñados en esta tres Cecas: Sevilla, Toledo y Madrid, entre 1589 y 1648. Ésto nos hace ver que la visibilidad de los datos identificativos y la conservación son elementos mucho mas determinantes en las formación de los precios de mercado, que la rareza de una Ceca, de un Ensayador o de una Ceca dentro de estas tres.
Efectivamente en cuanto a la variación de precio por conservación ya nos encontramos con un intervalo de 1 a 8 desde una pieza en grado VG, mínimo en el que suelen encontrarse este tipo de piezas y una pieza en estado XF que raramente se excede en los 4 Reales Macuquinos. También respecto a la variación de precio de acuerdo con la visibilidad de los datos identificativos, las diferencias son mucho mas significativas que la variaciones que puedan ser producto de las diferencias de rareza.
Así, como ya hemos manifestado en anteriores entradas, los diferentes extremos en cuanto a visibilidad de datos, serán entre una pieza de la que pueda establecerse su Ceca, Ensayador y año de emisión por observación directa de todos estos datos sobre la superficie de la moneda, y de otra pieza en la que la no visibilidad de algunos de estos datos (muy frecuentemente el último dígito de la fecha) impide realizar esta atribución con seguridad. En este caso, nuestra opinión es que la diferencia de precio, al igualdad del resto de características, es de 1 a 9 de acuerdo con la realidad del mercado.
Entre ambos extremos, en cuanto a la legibilidad de datos identificativos tenemos aquellas piezas en las que sí podemos establecer con un margen  razonable de seguridad cuál es su Ceca, Ensayador y año de emisión, en base a otras características, como el arte empleado en su acuñación o el conocimiento de una única Ceca, Ensayador o año en que esta moneda a la que le falta algunos de estos datos, pudo ser producida. En este caso, del cuál obviamente resulta difícil establecer sus límites, estimamos que la diferencia de precio entre esta moneda y otra en la que todos sus datos de identificación san legibles, puede oscilar de 1 a 3. Como vimos en los dos casos anteriores, la diferencia de precio respecto a conservación (1 a 8) o a legibilidad (1 a 9) siempre prevalece respecto a la diferencia de rareza (1 a 4) en el caso de este tipo de piezas.
Es por ello que para la determinación del precio de una Macuquina resulta esencial definir cuando establecemos su precio, no solo para qué grado de conservación le estamos estimando, sino también, y esto es mas importante aún para qué combinación de legibilidad de datos, evaluamos su precio. Es decir que el papel de la legibilidad representa un rol no muy distinto de que representa la pátina en la determinación del precio de un Sestercio determinado, siendo incluso mas decisivo ya que aquí hablamos de diferencias de 1 a 9 en lugar de 1 a 4.
En nuestro volumen sobre el Valor de los Sestercios, establecíamos precios base para la pieza mas común de cada emperador, con una pátina que llamábamos intermedia, tipo de pátina que definíamos en qué consistía para nosotros. En este caso, la visibilidad media de datos identificativos sería aquella que permita establecer sin ambigüedad a qué Ceca, Ensayador y año corresponden, aunque alguno de estos datos no sea visible. Esta visibilidad comprende en la mayoría de los casos la de los 2 últimos dígitos de la fecha aunque uno de ellos podría estar poco definido, y al menos, uno de los otros dos datos, la Ceca o el Ensayador.
A este tipo de visibilidad es a la que nos estamos refiriendo cuando utilizamos la escala de precios de 100€ en VG a 800€ en XF para las piezas corrientes de 4 Reales Macuquinos. Visibilidades inferiores tendrían precios inferiores, llegando a un tercio de este valor, cuando la visibilidad no permita en absoluto la identificación, mientras que visibilidades mas altas aumentan el valor, llegando al caso extremo de multiplicarlo por tres, cuando la visibilidad de los datos es total, alcanzando incluso al numeral del rey y a la expresión del valor de la denominación.
Estas consideraciones, pueden parecer obviedades para un coleccionista o comerciante con amplia experiencia en el campo de las Macuquinas, pero a alguien que comienza a adquirirlas, sin duda le supondrán una ayuda para no incurrir en errores de bulto  a la  hora de interpretar los precios señalados en los catálogos, algunos de los cuales se referirán al tema de la legibilidad con expresiones tan difíciles de interpretar como “ el precio de las monedas Macuquinas depende de la legibilidad de sus datos “ o el hecho de difícil explicación como que la publicación de la edición de 2002 del KRAUSE, especializada en moneda iberoamericana, nos indique que el precio de un 8 Reales de Potosí del periodo 1622 a 1649 varía solo en un 30% dependiendo de que la fecha se encuentre dentro o fuera del cospel, cuando de todos es conocido el hecho de la gran dificultad de encontrar piezas de Potosí de este periodo, con la fecha sencillamente, interpretable.

                                            

FIGURA 67.1


Por todo ello, en las tres próximas entradas trataremos de proporcionar datos adicionales que nos ayuden a interpretar las indicaciones de precios de las ediciones de 1981, 1988, 1994 y 2008 de CALICÓ, las de 1976, 1980 y 1988 de CAYON, así como las de PELLICER 1971 y KRAUSE 2002 de Moneda Iberoamericana. Estas consideraciones estarán dirigidas especialmente a las monedas de 4 Reales Macuquinas a la que hasta ahora nos estamos refiriendo. Muchas de nuestras opiniones serán también aplicables a las Macuquinas de denominaciones menores, así como a las de 8 Reales, aunque en este último caso procederemos a realizar el análisis de las estimaciones de precios, ejemplar a ejemplar, ayudados por las descripciones de otros autores sobre piezas que tuvieron a su disposición en el momento de escribir sus obras, como YRIARTE, CALBETÓ, SELLSCHOPP o PAOLETTI.
Esta es la única manera en que la podrá entenderse como es que en dos catálogos editados en fechas tan próximas como CAYON 1980 y CALICÓ 1981, por ejemplo, el 4 Reales de Sevilla de 1611 de Felipe III con Ensayador B se valore en el primer caso en 7.000 P,  y en el segundo en 40.000 P o que en CALICÓ 1981 el 4 Reales de Toledo de 1619 con el Ensayador P se valore en 40.000 P y el de 1622 con la misma fecha y Ensayador, en 18.000 P, mientras que en CAYON 1980 se proceda justamente al contrario, valorando el 16.000 P la primera moneda,  y en 8.000 P, la segunda.

                                          

FIGURA 67.2


Para explicarnos todo ello debemos tener en cuenta lo establecido por gran parte de los autores de catálogos de monedas de todo tipo en las Introducciones a sus obras, en el sentido de señalar que los precios han sido consignados para ayudar en lo posible a los coleccionistas y su variabilidad en el mercado puede ser tal, que no deben ser utilizados mas que como índice de la rareza relativa de cada pieza. A tratar de reducir este margen de variabilidad, especialmente notable en las Macuquinas, es a lo que dedicaremos las próximas entradas.
La FIGURA 67.1 muestra la fotografía de una pieza de 4 Reales acuñada en Toledo a nombre de Felipe IV en 1624 con el Ensayador P. Después de haber establecido en la parte inicial de esta entrada las características respecto a legibilidad de los datos identificativos que deben reunir las monedas a las que sea aplicable la escala de precios que venimos utilizando para las emisiones comunes de 4 Reales Macuquinos de Sevilla y Toledo, se ha considerado necesario reproducir una pieza que reúne en su integridad estos requisitos.
En efecto, en esta pieza son visibles, aunque no especialmente resaltados, los 4 dígitos de la fecha. En el anverso cumple este requisito la P del Ensayador, pero no la marca de Ceca que es muy difícilmente legible, aunque con toda seguridad la pieza puede ser atribuida a Toledo, tanto por su arte como por el hecho de no existir en otra Ceca, emisiones de este Ensayador, con esta fecha,. La pieza tiene pátina original, aunque no atractiva, el numeral del rey no es visible, pero sí la denominación (IIII). Es decir que es el típico ejemplar para el cual podemos aplicar tal cuál la escala de precios que venimos utilizando. La pieza se encuentra en grado F- por presentar desgaste generalizado que no permite ver ninguno de los dos escudetes del anverso. Por ello, su valor es de 175€, completamente coincidente con el precio de mercado, al ser el resto de sus características las estándares en las piezas de esta emisión.

                                         

FIGURA 67.3


Una vez analizados suficientes ejemplares de 4 Reales producidos en las Cecas de Sevilla y Toledo en el periodo 1589-1649, pasamos a analizar ejemplares producidos en el resto de las Cecas, indicando ya por adelantado que todas las piezas fechadas en Madrid, Segovia, Granada, Valladolid o Burgos tendrán la consideración de raras (multiplicándose los valores de nuestra escala por 2) o muy raras (multiplicándose los valores de nuestra escala por 4). No conocemos ejemplares de Cuenca fechados con datos suficientemente claros para atribuirlos a esta Ceca, por lo que no incluimos ninguno en nuestro estudio.
Comenzamos con una esplendida pieza de 4 Reales de Madrid (FIGURA 67.2) emitida a nombre de Felipe III en 1620 con el Ensayador G adquirida por su actual poseedor en la subasta CAYON 2000. Esta misma pieza viene siendo reproducida en las sucesivas ediciones de CALICÓ al menos desde 1981. La pieza no presenta desgaste que limite la visibilidad del diseño, excepto en el león de Bramante en el cuartel inferior derecha del escudo del anverso. Conserva brillo original con pátina tornasolada. Por ello, su conservación llega a XF-, lo que es excepcional para una Macuquina. Al ser la Ceca Madrid, su valor sería 2 veces el de la escala que venimos aplicando para Sevilla y Toledo, esto es 1.340€. No obstante, se estima que su precio de mercado solo llegaría a 950€ por caer fuera del cospel los 2 primeros dígitos de la fecha (16) y el numeral del rey (IIII).
La pieza de la FIGURA 67.3 corresponde a un 4 Reales de Felipe IV emitido en Madrid en 1621 con el Ensayador V. La primera cuestión que suscita esta pieza, como todas las fechadas en 1621, es la de su atribución a Felipe III o a Felipe IV. De hecho en la subasta CAYON 2000  en la que se adjudica esta pieza, figura atribuida a Felipe III. Creemos que el equívoco viene de que el cuarto I del numeral del rey en romano, se encuentra recubierto casi completamente por la fuerte pátina negra que cubre casi completamente la pieza, mientras que los otros tres dígitos (III) aparecen sin pátina. Con un detenido examen con lupa o binocular, puede afirmarse que la presencia del cuarto I es indudable, especialmente teniendo en cuenta el amplio espacio existente entre los dos puntos que enmarcan el numeral en el caso de las piezas de Felipe III.

                                          

FIGURA 67.4


La pieza la consideraremos como rara por ser de Madrid, sin motivo de rareza especial sea de Felipe III o Felipe IV. Es de notar el radical cambio de diseño de los castillos del reverso de 1620 a 1621, apareciendo ahora con dos pisos claramente diferenciados, arrancando las almenas del segundo piso. El último dígito de la fecha tiene doble acuñación, posiblemente por falta de relieve de la primera en el cuño. El grado de conservación es VF- con desgaste casi exclusivamente en las partes altas del relieve. Por tanto su valor sería del doble de los 340€ que le corresponderían en la escala aplicable a Toledo y Sevilla, siendo por tanto de 680€. Este valor lo reduciríamos en un tercio por falta de visibilidad de los 2 primeros dígitos de la fecha y falta de claridad en el último.
Los dos ejemplares que nos restan por analizar en esta entrada son dos piezas muy raras, ambas de la década de los 30 del reinado de Felipe IV con los Ensayadores A sobre V y M. Todas las piezas de esta década, en cualquier denominación, excepto las de 1639 son de gran rareza, por lo que es de suponer que las labores de la Ceca de Madrid estuvieran centradas en este tiempo en la acuñación de oro, ya que la rareza relativa de las emisiones en este metal no es tan grande.
De hecho, CALICÓ en ninguna de sus ediciones conoce la existencia de ejemplares fechados de Madrid de 4 Reales en esta década anteriores a 1639, existencia que PELLICER 1971 da como posible, pero sin reconocer haber visto ninguna. También KRAUSE 2002 omite la existencia de ejemplares fechados en esta época, anteriores a 1639 en la Ceca de Madrid. En cuanto a las ediciones de CAYON de 1998 y anteriores, en ellas se admite las existencia de ejemplares de este tipo fechados en 1633, pero no en 1635.
La FIGURA 67.4 presenta la fotografía de un 4 Reales de Felipe IV de Madrid acuñado en 1633 con el Ensayador A sobre V. La sigla del Ensayador con sobreimpresión es suficientemente visible en su parte baja, mientras que no es legible en modo alguno la Ceca, aunque por su arte, comparándolo con la pieza de 8 Reales de Madrid de esta década, fotografiada por CALICÓ, es indudable que debemos atribuirlo a ésta Ceca. El cuarto dígito de la fecha es claramente un 3 aunque el tercero (3) no puede ser leído. Sin embargo, las mismas consideraciones referidas al arte empleado en su grabado y la sigla del Ensayador con sobrefecha hacen que necesariamente deba de ser atribuido a esta década, ya que a partir de 1639, el Ensayador cambia para todo el resto del periodo de Felipe IV en Madrid.

                                         

FIGURA 67.5


Aunque parte de la pieza no es visible por falta de presión en la acuñación, detalles como es aspecto de los castillos en el reverso permite encuadrar la pieza como VF a lo  que correspondería un valor de 4 veces 400€ o sea 1.600€, por la consideración de muy rara de la pieza. No obstante, la falta de absoluta seguridad en sus datos identificativos, reduce su precio de mercado a 200€.
Parecida circunstancia se da en la pieza de la FIGURA 67.5  que corresponde a un 4 Reales de Felipe IV, acuñado en Madrid en 1635 con el Ensayador M. En este caso, tanpoco la sigla de la Ceca es visible en absoluto, debiéndose hacer la atribución a Madrid, en función del Ensayador M y el arte de la pieza. Ahora, sin embrago, sí son visibles los 2 últimos dígitos, 35, de la fecha de 1635, situada en la parte superior izquierda de la leyenda del anverso. También ayuda para la atribución a Madrid el diseño de los castillos, muy similar a los empleados en esta Ceca en 1621. La identificación de los dos últimos dígitos de la fecha, dada  la similitud de forma entre el 3 y el 5, se hace en función del diseño de 3 y del 5 tanto en Madrid como en otras Cecas, en las que el 5 tiene siempre una curvatura menor en su tramo curvo. El grado es F-, especialmente por la baja calidad del reverso, y al ser considerada la pieza como muy rara, su valor sería  4 veces el que le correspondería por la escala de precios para Sevilla y Toledo, ésto es, unos 700€. No obstante, el precio de mercado, por falta de visibilidad, sería solo de la tercera parte, 240€.

Lógicamente en un trabajo donde se trata básicamente de dar elementos de juicio a los coleccionistas de numismática para poder determinar el valor de las monedas es necesario que analicemos con detalle en qué manera debemos manejar las estimaciones de precio que figuran en los catálogos. Ya se ha indicado que la primera acción a realizar en el momento en que comenzamos a adquirir una cierta cantidad de monedas de un tipo determinado, es la de hacernos con la mayor cantidad posible de catálogos, sean antiguos o modernos, que se refieran a monedas incluidas en el campo objeto de nuestra atención.
Estos catálogos nos permitirán en primer lugar el conocer cuáles son los tipos de monedas incluidos en este campo. En este sentido, entendemos por tipo, un conjunto de monedas que tienen el mismo diseño de anverso y reverso y que están emitidas a nombre de la misma autoridad, así como que tienen la misma denominación y la misma leyenda. Por tanto, el elemento variable dentro de los ejemplares concretos incluidos en el mismo tipo, es la fecha en que fue acuñada la moneda, la Ceca o ciudad donde estaba ubicada la Casa de Moneda donde se produjo, así como el Ensayador que determinó que el peso y ley de la moneda estuviera conforme con los términos establecidos en la disposición legal que la autorizó.

                                          

FIGURA 66.1


Normalmente, los catálogos clásicos como el de Las Monedas del Mundo (1759-1850) de CRAIG o el de Monedas del Mundo Moderno (1850-1964) de YEOMAN de WHITMAN PUBLICATIONS son catálogos de tipos en los que país por país se consignan los diferentes conjuntos de monedas que han compuesto el circulante en cada periodo monetario por el que ha atravesado este Estado, y para conjunto, se inscriben en líneas diferentes el número de unidades monetarias y el nombre de cada una en el que esta expresada cada denominación, seguidas por los años primero y último en que esta denominación fue emitida, terminando cada línea con el valor estimado de la moneda mas común comprendida entre estos dos años (primero y último del periodo de asignación) para la Ceca mas común, en una conservación que se define en las paginas introductorias del catálogo en cuestión. Normalmente, el conjunto de denominaciones con diferentes tamaños pero con la misma aleación metálica y el mismo diseño, queda ilustrado con una representación fotográfica de una moneda cualquiera representativa de dicho conjunto, sin que su fecha, Ceca, o conservación prejuzgue para nada que su valor sea el estimado para la moneda mas común en la conservación prefijada de esa denominación a la que nos hemos referido anteriormente.
Este, claro está, es el único sistema posible de organización de un catálogo cuando lo que se persigue es dar una idea de tipos de monedas que existen y cuáles son sus precios aproximados, dentro de un universo tan amplio como el constituido por las monedas emitidas en todo el mundo, siquiera sea  a partir de una fecha determinada. Un tipo de catálogo que por su calidad y su bajo precio de venta, se difunda extraordinariamente, acaba influyendo con mucha fuerza en la manera en que las monedas incluidas en su ámbito, acaban siendo coleccionadas. Las dos obras mencionadas, de extraordinaria difusión, dentro y fuera de Estados Unidos, han configurado un coleccionismo de monedas extranjeras, dentro de cada país, basado fundamentalmente en la adquisición de tipos de monedas de uno o varios países foráneos por tipos, de tal manera que al completarse los tipos asequibles dentro de periodo de interés, el coleccionista tiende a ir ampliando el objeto de su colección hacia otros países, mas que hacia Cecas o años diferentes en que fueron acuñados tipos que ya posee.
Esto creemos que contribuye a dar una mayor variedad a una colección de monedas y es el que proporciona una panorámica mas extensa de los que son las acuñaciones monetarias en su conjunto. Y además, y ésta no es la mejor ventaja, es el modo mas barato de coleccionar, puesto que pone fuera de nuestros objetivos las Cecas o fechas mas difíciles, y por tanto mas caras. Una colección de tipos cuando la contemplamos siempre nos dará una sensación de variedad, mientras que series larguísimas de monedas solo diferenciadas por Ceca y año, siempre nos darán sensación de monotonía, especialmente cuando las monedas se encuentran en una conservación muy semejante.
La consignación de líneas diferentes según Ceca y año, sí se da desde un primer momento en los catálogos nacionales de cada país que únicamente consignan las piezas acuñadas dentro de cada Estado. En estos casos ya sí que resulta factible el incluir las líneas dedicadas a la moneda por Ceca y fecha e incluir o hacer referencia a una estimación de precio en diferentes estados de conservación, al reducirse notablemente el número de ejemplares a incluir los catálogos. El mas popular catálogo en este sentido, es la Guía de Monedas de los Estados Unidos de YEOMAN, el llamado comúnmente “Red book” publicado regularmente por WHITMAN desde antes de la II Guerra Mundial. En él se recogen los precios en varias conservaciones  de todas las monedas emitidas por todas las casas de Moneda de Estados Unidos desde el momento de su constitución como teles, incluyendo también las monedas emitidas por los diferentes Estados antes de su integración en la Unión.
En España, este papel de guía para el coleccionismo de monedas españolas ha sido ejercido por los catálogos de Cayon-Castan , Calicó-Trigo, Segarra-Vico, Vicienti, Aldeón, Peiró y otros, algunos de los cuáles ya hemos referenciado, resaltando el extraordinario método de sus autores, por cuanto en el caso de la moneda española, no solo se trata de la catalogación de las monedas emitidas en el territorio peninsular, sino también en todas las Cecas de la América española, cuya producción en variedad y cantidad, exceden en mucho a la de las emisiones de las Cecas peninsulares.
En el caso de España y en general en el de los países europeos, la dificultad de catalogación va haciendo mayor en la medida en que la antigüedad de las monedas a clasificar aumenta, teniendo en cuenta que después de la descomposición del Imperio Romano cada uno de los países que constituían sus antiguas provincias pasaron a emitir sus propias monedas a nombre de los monarcas que ejercían su soberanía en los distintos territorios. Aparte de ésto, en el caso de España, existen una gran cantidad de emisiones producidas por los pueblos que poblaron la península como los griegos, fenicios y cartagineses, así como las diferentes tribus ibéricas que continuaron acuñado moneda autóctona en los primeros tiempos de la dominación romana y que han sido tan acertadamente descritas por Vives, Beltrán y Villaronga.
Una primera aproximación al señalamiento de qué Cecas y años presentaban una mayor dificultad y por tanto requerirían mayor precio para su adquisición, para moneda de plata de gran tamaño emitida a partir de 1450, es la realizada por DAVENPORT con su publicación de la primera edición de Coronas y Talers del mundo que aparece en 1981 y en la que se señalan en 3 conservaciones cuáles son sus precios, así como las fechas y Cecas mas notoriamente difíciles dentro de cada tipo. Es, sin embargo la publicación de la primera edición del KRAUSE en 1992  la que produce una extraordinaria expansión en el número de coleccionistas de monedas de toda clase de denominaciones y de países, merced a la inclusión de todas la piezas emitidas a nivel mundial para todos los países, con expresión de 3 columnas de precios según conservación, para cada denominación Ceca y año, todo ello para piezas emitidas después de 1870.
En el caso español y concretamente para las monedas Macuquinas de la Casa de Austria, española y americana del tipo 8 Reales, el YRIARTE de 1965 y el CALBETÓ fueron las primeras referencias de catálogos con estimaciones de precios (en dólares) para las Macuquinas con una única columna de precio, referida siempre a la misma conservación. Papel similar, respecto a los Reales de a 4, la representó la publicación de  PELLICER 1971.

                                          

FIGURA 66.2


Estas obras se han visto seguidas por la publicación periódica de las sucesivas ediciones de los catálogos de CAYON y CALICÓ que reflejan estimaciones de precios para todas las acuñaciones de Macuquinas de cualquier denominación para todas las Cecas, Ensayadores y años diferentes. En 2002, a estas publicaciones a las que debemos el gran incremento en el interés por el coleccionismo de estas monedas en todo el mundo, se ha sumado en catálogo de KRAUSE, en ingles, dedicado a las emisiones iberoamericanas desde 1600 hasta la actualidad. Estas serán las publicaciones a las que haremos mas frecuente referencia al estudiar la evolución de los precios en los últimos años.
La FIGURA 66.1 representa un 4 Reales de Felipe III acuñado en Toledo en 1611 con el Ensayador Melchor Rodriguez del Castillo (C). La acuñación en Toledo de piezas de 4 Reales había sido abundante en cuanto a las emisiones no fechadas de Felipe II y a las primeras emisiones fechadas, aunque sin alcanzar las cifras de Sevilla, siendo especialmente numerosos los ejemplares acuñados en 1595 con el Ensayador C. Del tipo OMNIVM el momento no conocemos ningún ejemplar de 1597 o 1598 de Toledo que pueda ser atribuido a Felipe II.
De Felipe III se conocen dos ejemplares del tipo OMNIVM de 1599 con leyendas de anverso y reverso enmarcadas en círculos. Esta es una fecha de extraordinaria rareza especialmente con la Ceca, Ensayador y los 4 dígitos de la fecha visibles, que pese ser valorada en CALICÓ 2008 en 500€ y en CAYON 1998 en 50.000 P fue adjudicada en la subasta CAYON 2000 en 1.800 P con una conservación F, de acuerdo con la escala de grados que venimos utilizando. La fotografía publicada en estos dos catálogos corresponde al mismo ejemplar subastado. La rareza de la pieza viene de la deficiente acuñación de las monedas de Toledo de esta época, en los cuáles la fecha de emisión cae casi siempre completamente fuera del cospel, de tal manera que no pueden ser visualizados ninguno de sus dígitos.
A lo largo de todo la primera década del siglo XVII, las acuñaciones de 4 Reales de Toledo continuaron siendo escasísimas, por lo que pese a las referencias que se hacen a ciertas fechas por CAYON y CALICÓ, no conocemos ningún ejemplar del cual pueda identificarse su año de emisión con seguridad.
La pieza mostrada, así como la que le sigue en la FIGURA 66.2 corresponde a 1611, fecha en la que las emisiones con el Ensayador C son bastantes corrientes, así como las de este mismo Ensayador para 1612 y 1613, y las de Ensayador V de 1613 a 1615. En todas ellas, la fecha aparece en cifras góticas y en la parte superior izquierda del reverso mientras que los castillos tienen su frente en dos planos.

                                          

FIGURA 66.3


La pieza de la FIGURA 66.1 presenta solo desgaste en sus partes altas, conservándose todo la pátina original. Su grado sería VF con un valor de 400€ que debemos rebajar a un precio de mercado de 300€ por falta de legibilidad del Ensayador (C) y de la parte izquierda de la Ceca. Por el contrario en la pieza de la FIGURA 66.2 la fecha aparece en la parte superior del reverso. En este caso la conservación es F puesto que el desgaste es generalizado, aunque los 4 dígitos de la fecha el Ensayador (C) y la marca de Ceca son visibles. En este grado su valor seria 200€. Como precio de mercado mantendremos los 200€, por la visibilidad de los datos pese a la limpieza de la pieza en sus partes altas, posiblemente con sosa.
La fotografía de la FIGURA 66.3 representa un 4 Reales acuñado a nombre de Felipe III en Toledo en 1619 con el Ensayador P. En las primeras ediciones de CALICÓ no se referencia la acuñación de piezas de 4 Reales en Toledo en el año 1618 con el Ensayador P. Sin embargo, CAYON 1998 y las últimas ediciones de CALICÓ ya incluyen en 1618, piezas a nombre del Ensayador V y del Ensayador P. En la importante subasta de 4 Reales de los Austrias, CAYON 2000, no aparece ninguna pieza de 4 Reales de Toledo de 1618 con el Ensayador P, por lo que en todo caso, debemos considerarla rara. Por el contrario el 1619 de Toledo con el Ensayador P es uno de los 4 Reales mas corrientes de Felipe III. Sus características son muy similares a las de las dos piezas mostradas en las FIGURAS  anteriores: módulo grande, amplios vanos de acuñación, leones lanudos y frente de los castillos en dos planos.
La pieza no presenta desgaste mas que en sus partes altas como los castillos en el escudete de Portugal, y los leones y castillos del reverso aparecen claramente delimitados. Por tanto, el grado de conservación sería VF al que corresponde un precio de 400€. Los 4 dígitos de la fecha son totalmente invisibles, así como la sigla del Ensayador P. La sigla de la Ceca de Toledo es perfectamente identificable aunque su parte derecha está gastada. También perjudican a la pieza sus grandes vanos de acuñación en la parte inferior derecha del reverso y superior derecha del anverso. Por ello, su precio de mercado es 250€.

                                           

FIGURA 66.4


Las dos piezas siguientes mostradas en las FIGURAS 66.4 y 66.5 corresponden ya a 4 Reales acuñados en Toledo a nombre de Felipe IV. En ellos se mantiene la presencia de la sigla del Ensayador P que continua activo en Toledo durante la década de los 20 y 30 del siglo XVII, apareciendo piezas con el Ensayador Y solamente a partir 1651. Estas piezas son de una factura bastante diferente de la de las que ya hemos mostrado en los tres primeros lugares de las FIGURAS de esta entrada. El grabado de los cuños, en general, es mucho menos detallado y menos arcaico. El escudo del anverso tiende a alargarse y a ser menos ancho. El escudete de Portugal aparece mas en relieve que en las piezas de Felipe III, por lo que incluso en las piezas en grado VF, aparece completamente gastado. Los leones del reverso son menos lanudos y algo mas rechonchos. La corona disminuye su tamaño relativo respecto del escudo. En fin, todo ello conforma unas piezas con aspecto mas moderno acuñadas con un arte diferente al de  las de Felipe III.
Las piezas de 1621, como en las demás denominaciones de esta fecha, presentan el problema de su atribución a Felipe III o a Felipe IV. Es muy difícil realizar una completa atribución ya que normalmente el nombre del rey cae fuera del cospel. Las piezas emitidas desde 1622 a 1624 son todas ellas muy corrientes con una rareza similar a las de Felipe III, aunque a partir de 1624 la situación cambia radicalmente, ya que el arte va haciéndose mas tosco por lo que en los escasos ejemplares supervivientes de este periodo, la fecha, en especial su último dígito, no suele ser visible, apareciendo en escasas ocasiones ejemplares a la venta, fechados en 1635, 1639 y 1652, y prácticamente en ninguna, los del resto de las fechas que puedan existir.
La FIGURA 66.4 muestra un 4 Reales de Felipe IV acuñado en Toledo en 1622 con el Ensayador P. La pieza presenta con claridad total los 4 dígitos de la fecha, dándose una doble acuñación de la Ceca y el Ensayador en la parte izquierda del escudo del anverso. Solo está gastado claramente el escudete de Portugal por encontrarse muy elevado. La indefinición de los leones del reverso se debe a flojedad de acuñación y no a circulación. Su grado es VF con un valor de 400€ que reduciríamos a un precio  de mercado de 275€ por los defecto antedichos, ya que no basta la claridad de los datos identificativos para asignar como precio de mercado el valor que por su grado corresponda a una Macuquina.

                                          

FIGURA 66.5 


Por último, la pieza de la FIGURA 66.5  es enteramente semejante al ejemplar de la FIGURA anterior, si bien en este caso, el año de acuñación es 1623, tan común como 1622 o 1624. En este caso, la presión de acuñación fue muy débil, por lo que el contorno de la pieza aparece con muy escasa impresión del cuño, aunque ésto no afecta a la legibilidad de Ceca, Ensayador y año. Como en el caso anterior, su grado es VF, el valor por su grado y rareza 400€ y su precio de mercado 275€ por su escasa presión de acuñación.

En los 110 años que median entre el comienzo del reinado de Felipe II en 1556 y la muerte de su nieto Felipe IV en 1666, la mayor parte de la moneda circulante de plata en los reinos peninsulares de la Monarquía española era la de 4 Reales y una ley superior a las 900 milésimas. Con independencia de consideraciones económicas y metrológicas, ello era así porque siendo una moneda con un tamaño manejable que permitía una cierta verificación de su autenticidad con un examen visual, aún tenía un valor suficiente para adquirir con ella los alimentos necesarios para nutrir a una familia media durante varias jornadas o comprar objetos de uso domestico como utensilios de cocina  o aperos sencillos para el ganado.
El valor adquisitivo de esta moneda representaba aproximadamente el de un billete de 100€, mientras que el real de a 2, cuyos ejemplares supervivientes muestran un desgaste mucho mayor, representada el de un billete de 5€ que todos conocemos que son los que suelen encontrarse en un estado mas deficiente cuando llegan a nuestra manos. La fuente mas fiable para hacernos una idea de cuál era el uso mas generalizado de los Reales a 2 y de a 4 nos la da los hallazgos de tesorillos de la época sacados a la luz en tiempos posteriores.
En ellos, los Reales de a 2 aparecen frecuentemente asociados con monedas de 8, 4 y 2 maravedís de cobre lo que demuestra su uso predominante en muy pequeñas transacciones, mientras que las monedas de 4 Reales suelen aparecer asociadas con Pesos o Reales de a 8 americanos y con piezas de oro de Medio Excelente, equivalente al Ducado, que dependiendo de la época tenía un valor algo superior al de los Reales de a 8. Por tanto, cabe suponer que los Reales de a 4 eran utilizados para ajustar las transacciones en unos momentos en que los precios que normalmente se ajustaban en maravedís como moneda de cuenta, habían de ser liquidadas en moneda de plata, ya que la acuñación de estos valores en oro hubiera supuesto la acuñación de piezas poco manejables por su reducido tamaño.
Esta necesidad de disponer de monedas de plata de un tamaño del tipo de las de 4 Reales, se evidencia tanto en España como en la América española en forma progresiva a lo largo del reinado de Carlos I, materializándose en la producción bastante extensa de este tipo de moneda en la Ceca de Méjico a partir de su creación en 1535, y en las Cecas peninsulares de Burgos, Granada, Segovia, Sevilla y Toledo, a partir de 1543, según deduce DASÍ del hecho de que en las monedas de Medio Excelente destruidas en esta fecha en Segovia, no existiera ninguna que tuviera la P tumbada como sigla de Ensayador, características de las acuñaciones de múltiplos de Real efectuadas en Sevilla a nombre de Fernando e Isabel, pero emitidos durante el reinado de Carlos I.
Los Reales de a 4 mejicanos se acuñaron a nombre de Carlos y Juana como Reyes de las Españas y los peninsulares a nombre de los abuelos de Carlos, Fernando e Isabel como Reyes de Castilla y León. Las piezas mejicanas llevan en el anverso las columnas de Hércules y en el reverso el escudo de armas de Castilla y León, con castillos y leones alternados, mientras que los Reales de a 4 peninsulares tienen el mismo diseño que los Reales sencillos establecidos por la Pragmática de Merida del Campo de 1497, con el escudo de los Reyes Católicos en el anverso y el yugo y las fechas propio de Isabel y Fernando en el reverso. A ambos lados del escudo figura el valor (IIII) y la marca de Ceca, mientras que en el reverso se hace constar la marca del (Ensayador la mas frecuente en el caso de Sevilla, una P tumbada).
Aunque también se emitieron en las mismas Casas de Moneda Reales de a 2, Reales sencillos y Medios Reales, de acuerdo con los datos disponibles relativos a las cantidades de plata dedicada a la acuñación de cada una de estas denominaciones, es claro que las cantidades que se acuñaron de Reales de a 4 fueron muy superiores a las de cada una de las otras denominaciones. Llama la atención que en Méjico en ese momento no se acuñaran todavía Reales de a 8 (fuera de algún ensayo escasísimo) y que en las Ceca peninsulares la acuñación de Reales de a 8 fuera prácticamente limitada a Sevilla y aún con tirajes muy cortos, teniendo carácter testimonial la producción de las otras Cecas como Burgos, Segovia, Sevilla y Toledo.
Probablemente la causa de ello fue que se consideraba mas practica la emisión de oro en forma de Escudos. Estos son acuñados a partir de Carlos I, con un peso de 3`38 gramos y un valor de 10 Escudos de plata equivalentes a 350 maravedís, en unos momentos en que la proporción del precio de la plata se encontraba en una relación todavía próxima a la de la época de los Reyes Católicos (1 a 11) todavía lejos de la que alcanzó  en la época de los Borbones (1 a 15´5).

                                          

FIGURA 65.1


Por tanto, nada tiene de extraño que el caudal de plata americana que comenzaba a llegar a la Casa de Contratación de Sevilla se concentrara en su propia Casa de Moneda, así como que una parte significativa, entrado ya el reinado de Felipe III, llegara a Toledo que había sido en cierto modo la capital imperial en tiempo de Carlos I y que se encontraba en esos momentos en plena pujanza, gracias a su posición central dentro del Reino de Castilla, cuando Madrid aún no había comenzado su despegue.
La producción masiva de plata en Potosí permite en 1574 el comienzo de la acuñación en cantidad significativa de piezas de 8 Reales, siendo Rincón el primer Ensayador de su Casa de Moneda, ya con los cuños del diseño del escudo coronado en el anverso y armas de Castilla y León en el reverso, que será característico de las emisiones de Potosí hasta la crisis de 1652. Este diseño es en cierta medida semejante al dispuesto en la orden de Felipe II de 23 de Noviembre de 1566, por él que las Cecas peninsulares de: Sevilla, Toledo, Granada, Valladolid y Segovia empiezan a emitir 8 Reales con este diseño y la leyenda PHILIPPVS D.G. HISPANIARVM REX, si bien en las emisiones de Potosí y las posteriores de Méjico se añadirá el título ET INDIARVM a la leyenda (Rey de las Españas y de las Indias).
Estas emisiones peninsulares no fechadas, nunca fueron muy cuantiosas ya que cuando los procedimientos de acuñación empiezan a permitirlo, en los años finales del siglo XVI, la llegada de la mayor parte de la plata americana en forma de Pesos amonedados hacia innecesaria su acuñación en la península. Esta orientación de las Cecas americanas hacia la producción de Pesos (8 Reales) relegando la producción de moneda fraccionaria exportable, determinó que este tipo de moneda se hubiera de producir en su mayor parte en las Cecas peninsulares, principalmente, por las razones que hemos apuntado, Toledo y sobre todo Sevilla.

                                           

FIGURA 65.2


Esta tendencia, que comienza con la moneda no datada, se consolidó con la introducción de la fecha en las acuñaciones de Felipe II a partir de 1588 y si las monedas fechadas son en verdad mas raras que las no fechadas, se debe básicamente a que se emitieron durante menos años, ya que las cantidades anuales de plata dedicada a su acuñación en Sevilla y Toledo, permanece prácticamente constante a lo largo del periodo. Es a partir de 1611, bien entrado el reinado de Felipe III, cuando las cantidades de 4 Reales emitidas en Sevilla y Toledo explosionan prácticamente de manera simultánea con un número de ejemplares supervivientes muy alto, lo que nos indica las tiradas tuvieron que ser muy elevadas. Estos altos tirajes terminan en Toledo en torno a 1624, mientras que en Sevilla la acuñación abundante de 4 Reales termina con las emisiones del Ensayador Gaspar de Talevere (G) al final del reinado de Felipe III en 1621.
Por todo lo antedicho, puede afirmarse que la rareza relativa de las emisiones de 4 Reales de Felipe II (las fechadas) y de Felipe III, en Sevilla y en Toledo, tienen una rareza equivalente, al menos en las fechas y Ensayadores mas asequibles como son las del Ensayador V en Sevilla de 1613 a 1615, y del Ensayador P en Toledo, de 1611 a 1624. Evidentemente existen fechas mas difíciles de encontrar que otras, especialmente fuera de estos periodos, pero ésto ocurre tanto en Sevilla como en Toledo.
Todo lo dicho en cuanto a rareza, cambia substancialmente con las emisiones de 4 Reales a nombre de Felipe IV a partir de 1621, reinado durante el cual, especialmente en sus primeros años (hasta 1624), la emisiones de Sevilla pasan a tener una rareza doble que las de Toledo, sin que hasta ahora puedan formularse hipótesis plausibles sobre las causas. En cuanto a conservación media de los ejemplares supervivientes y dificultad de encontrar ejemplares con excepcional conservación, la situación es aproximadamente equivalente en Sevilla y en Toledo.
La pieza cuya fotografía se muestra en la Figura 65.1 es un 4 Reales de Felipe III acuñado en Sevilla en 1618 con el Ensayador G (Gaspar de Talevere). Con el Ensayador V se emiten 4 Reales en Sevilla de 1617 a 1621, mientras que las piezas conocidas con el Ensayador V terminan en 1616 y con el Ensayador D en 1618. El anverso de la pieza tiene  un aspecto tosco que no es característico de las de este Ensayador sino que se debe a un calentamiento excesivo del cospel en el momento de la acuñación. Los fallos de acuñación que presenta la pieza por defecto del cuño, serán las que caracterizaran todas las acuñaciones sevillanas hasta el final de los años 30 del siglo XVII.
No obstante estos defectos, la visibilidad de los datos de identificación de la pieza es muy elevada: la Ceca (S), el Ensayador (G) y los 3 últimos dígitos de la fecha (618). En cuanto a su conservación, podemos decir que es bastante alta, llegando al VF- como se acredita en las zonas que están libres de defectos de acuñación como el castillo del cuartel inferior derecho del reverso. La apariencia del gastaje del anverso, solo afecta realmente a las parte altas, ya que el resto se debe a la temperatura de acuñación. A esta conservación le correspondería, considerando una rareza normal y la escala de precios que venimos empleando, un valor de 330€ que rebajaremos en un 25% a causa de los defectos de acuñación apuntados, llegando a un precio de mercado de 159€, a lo que también contribuye la conservación de la pátina original.

                                         

FIGURA 65.3


La pieza de la FIGURA 65.2 es un 4Reales de Felipe IV acuñado en Sevilla en 1627 con el Ensayador R (Rivas). En la pieza es reconocible (aunque débilmente) la sigla R del Ensayador y encima de ella, una pequeña porción de la parte superior de la marca de Ceca (S). No obstante, la atribución a Sevilla es segura, aparte del hecho de que el Ensayador R no actuó en 1627 en ninguna otra Ceca, por la existencia de las 4 líneas inclinadas que van desde la enseña de Austria a los 4 vértices del cuartel en el que se encuentra. El corte del cospel junto a la parte superior del último dígito de la fecha (el 7) puede en ciertos casos hacernos dudar entre 5 o el 7, pero este tipo de 5 en este `periodo de Sevilla, a diferencia de otras Cecas como: Méjico, Potosí o Toledo, tiene la parte inferior con curva, a diferencia de Sevilla donde el 7 tiene exclusivamente 2 tramos rectos, como es éste el caso.
La moneda tiene buen relieve de acuñación aunque su desgaste es generalizado, por lo que no podemos pasar del grado F+. La mayor parte de las superficies se encuentran libres de defectos de acuñación por lo que el aspecto de la pieza, que además mantiene su pátina original, es agradable. Al tratarse de un Felipe IV de Sevilla, debemos considerar a la pieza como rara, con un valor doble a las de esta misma Ceca para Felipe III y las de Toledo de 4 Reales de Felipe IV. Por tanto, su valor en esta conservación sería de 540€. Este valor lo debemos reducir a un precio de mercado de la tercera parte, 180€, como consecuencia de la escasa visibilidad de Ceca y Ensayador así como la de los dos primeros dígitos de la fecha.
En la FIGURA 65.3  tenemos un 4 Reales de Felipe II acuñado en Toledo en 1592 con el Ensayador Alejo de Montoya cuya sigla viene representada por una M dentro de un círculo, situada debajo de la sigla de la Ceca, consistente en una T superada por una pequeña O (Toledo). Este tipo presenta la variante de de inscribir la fecha al comienzo de la leyenda del anverso, antes del nombre del rey, práctica seguida en Toledo durante 1591 y primera parte de 1592. Por la situación de la fecha y lo reducido del cospel en relación al tamaño del escudo, solo suele ser visibles, como en este caso, las partes bajas de los 4 dígitos de la fecha, lo que en un examen apresurado de la pieza, puede llevar a pensar que se trata de un ejemplar no fechado. De hecho, en las ediciones de CAYON hasta 1980, no aparece como variante. No obstante, su rareza es similar a la de la pieza con la fecha en vertical a la derecha del escudo (FIGURA 65.4).

                                           

FIGURA 65.4


La conservación de la pieza es bastante buena, con un desgaste que solo afecta a las partes altas del escudo y en especial, al león y al castillo de los cuarteles inferiores del reverso, mientras que los de las superiores muestran un alto grado de detalle. La pátina es original y las corrosiones son mínimas, lo que también contribuye a la belleza de la moneda. Por todo ello, asignaremos a la pieza un grado VF que corresponde a un valor de 400€ que reduciremos en un 25% hasta un precio de mercado de 300€, por no ser visible (lo que suele ser normal en esta variante) la parte inferior de los cuatros dígitos de la fecha.
Como complemento de la pieza mostrada en la FIGURA anterior, en la FIGURA 65.4 se incluye la fotografía de la otra variante conocida de 4 Reales de Felipe II acuñado en Toledo en 1592 con el Ensayador Alejo de Montoya en la que la fecha aparece en vertical a la derecha del escudo del anverso, igual que en las emisiones de Sevilla. El 2 del último dígito de la fecha se representa con la letra Z que será característica de las emisiones de esta época hasta los primeros años de Felipe IV.
Aunque este Ensayador ya trabajaba en Toledo cuando la monedas no se fechaban (antes de 1590), a mediados de 1592, manteniéndose el Ensayador, se opera un cambio no solo en la situación de la fecha, sino en el arte que tiende a hacerse mas descuidado, como aparece hasta en las últimas emisiones de este tipo ya en 1596 con el Ensayador Rodríguez del Castillo (C).
La pieza tiene una conservación bastante buena manteniendo en los lugares menos elevados el brillo original de acuñación, como en el espacio entre la corona y el escudo en el anverso y los fondos de los cuarteles del reverso, con gastaje únicamente en las partes altas, por lo que su conservación es claramente VF, lo que nos da un valor de 400€ que deben reducirse a un precio de mercado de casi la mitad, 210€, ya que la visibilidad de la Ceca y el numeral con el valor (IIII) situados a la izquierda del escudo, sobre el Ensayador, son muy reducidos.

                                            

FIGURA 65.5


Por último para terminar con el análisis de los 4 Reales de Toledo de Felipe II fechados, tenemos en la FIGURA 65.5  en ejemplar acuñado en 1596 ya con el Ensayador Melchor Rodríguez del Castillo (C). En esta pieza  como ya anunciamos antes, el arte es mucho mas descuidado incluso que en la anterior, ya que el gran número de ejemplares de 4 Reales acuñados en Toledo en esta fecha debió de exigir que los cuños se utilizaran para la producción de mucha piezas con cada uno, por lo que aunque las piezas se encuentren, como en este caso, en buena conservación, la figuras en los distintos cuarteles del escudo del anverso aparecen desdibujadas. Como característica diferenciadora con respecto a las emisiones de Sevilla, aquí el número del valor (4) aparece en cifre arábiga, debajo de la Ceca y Ensayador.
La legibilidad de los datos identificativos es bastante completa: Ceca, Ensayador, denominación y año, en parte merced a la circunstancia del gran tamaño de modulo de la piezas de 4 Reales emitidas este año, que en ocasiones a primera vista parecen de 8 Reales en lugar de 4 Reales, por sus dimensiones, lo que también lleva a que el espesor de la plancha sea bajo. La pieza tiene solo desgaste en sus partes mas elevadas aunque lo gastado de los cuños con los que se emitió, pueda hacer pensar otra cosa, ya que pese a haber sido limpiada para intentar quitar corrosiones, conserva algo de brillo original, señal de que su circulación fue bastante escasa. Por ello le asignaremos un grado VF- que corresponde a un valor de 330€, que reduciremos a un precio de mercado de 210€ por la existencia de corrosiones y vanos en el centro del escudo que afean algo la pieza.

 

La noción de catálogo va indefectiblemente unida al mundo de coleccionismo de cualquier tipo de objetos. No parece posible que un campo de coleccionismo pueda realmente extenderse, prender en personas que inicialmente no están interesadas en él, si no existe una referencia que indique cuales son los tipos distintos de objetos a coleccionar en ese campo y nos dé una idea de a qué precio es razonable que podamos adquirirlos y, en su caso, cual puede ser aproximadamente el rembolso de nuestra inversión si nos decidimos a desprendernos de ellos.
Ello es así ya que es muy difícil que alguien se dedique a coleccionar algo que no sabe si existe o no, y caso de existir, cuáles son sus características básicas. El verdadero placer del coleccionista, que no debemos olvidar que en principio no es un investigador, es conseguir algo que a través de su experiencia, y si ella no es muy extensa, a través de publicaciones especializadas, sabe que existe y que por tanto tiene sentido esforzarse en encontrarlo. Para dar idea de lo que es ese sentimiento, comentaremos dos ejemplos extremos pero que aunque pueda no parecerlo, tienen muchos elementos en común.
Colón cuando parte hacia su primer viaje americano no adopta la actitud propia de un investigador, no busca confirmar la existencia de algo “la ruta hacia las Indias” que él intuye que existe, sino que lo que quiere es conseguir algo “la vía occidental para el comercio de las especias” que él ha deducido que existe a través de la lectura de la literatura sobre el tema a la que ha podido tener acceso, sean los mapas de Torricelli o los escritos de Marco Polo. Así cuando llega a las primeras islas americanas, él trata de contrastar su situación con la descrita en la bibliografía de la que dispone de forma que eso ya ha conseguido (establecer una base en estos territorios) le sirva de punto de partida para ir inventariando unos países sobre los que piensa que puede ejercer una cierta soberanía delegada en función del título de Almirante de la Mar Oceana, concedido por los Reyes Católicos.
El otro extremo, mas prosaico, al que nos referíamos antes es el del niño que va coleccionando cromos, por ejemplo de los futbolistas de los equipos de Primera División en base a un álbum que ya le indica cuales son estos futbolistas y cuáles son sus características mas notables, como estatura, peso, edad o el número de veces que ha sido internacional el jugador. El chico no busca cromos abstracto sino en función de un elemente perfectamente estructurado, el álbum, que desempeña la doble función de elemento de almacenaje y exhibición de los objetos adquiridos, los cromos, y al propio tiempo de catálogo en el que se indica cuales son los elementos a adquirir para avanzar y en su caso completar la colección. Bien conocen los productores de este material de coleccionismo como la célebre multinacional PANINI el efecto impulsor que representa la disponibilidad de un álbum-catálogo para el afianzamiento del hábito del coleccionismo impreso en la naturaleza de gran parte de las personas.
En el caso anterior, el impulso descubridor lo va a dar en gran medida, la existencia de un real catálogo de países donde se describen sus características y el carácter de sus habitantes como lo que se relata en El Libro de las Maravillas de Marco Polo. Es cierto que en los campos en los que en un momento inicial no existen catálogos, algunas personas han debido de escribir los primeros inventarios, para que a partir de ellos, otros hayan ido perfeccionándolos. Pero esa labor inicial ya sí que no es obra de los venimos llamando coleccionistas, sino de auténticos investigadores. Pensemos por ejemplo en la Egiptología. Es universalmente admitido el papel primigenio que tuvo en el nacimiento de ella, el viaje a Egipto acompañando al ejercito de Bonaparte, de un grupo sólido de arqueólogos e investigadores franceses que se ocuparon de revelar y difundir al mundo los monumentos y expresiones de un cultura varias veces milenaria que yacía en el olvido. Esta labor de difusión fue protagonizada por la publicación de descripciones de todo lo que había sido contemplado sobre el terreno. Estas descripciones, acompañadas de grabados reproducidos con las tecnologías de la época son realmente verdaderos catálogos que pronto fueron utilizados por los únicos posibles coleccionistas de este tipo de material, los grandes museos del mundo, para programar la adquisición de elementos representativos del arte egipcio.
El paso de una descripción a un verdadero catálogo se da cuando en base a diferentes descripciones publicadas, un auténtico coleccionista, que desde luego en un campo como la numismática tan del gusto de los grandes señores del pasado, ha de tener recursos suficientes, va adquiriendo piezas y a diferencia de lo realizado por el rey Faruk de Egipto con su famosa colección de monedas, la va contrastando con las descripciones disponibles y en base a ello, llega a sistematizar todo el material con el que se va haciendo. Fruto de este trabajo, surge en determinados casos un auténtico catálogo de la propia colección de la persona que ha ido adquiriendo, en este caso, las monedas correspondientes. En determinadas ocasiones este catálogo se publica, como es el caso de la famosa colección de Vidal Cuadras o la de Calbetó y sirve de base para la elaboración de obras cada vez mas completas y asequibles que son las que proporcionan una verdadera guía de uso para los coleccionistas.
Esta labor de sintetizar los conocimientos disponibles, obtener las autorizaciones para la reproducción gráfica de las monedas, y estimar y mantener las estimaciones a lo largo de los años del precio de mercado de los ejemplares de una determinada Ceca Ensayador y año de emisión en uno o varios estados de conservación, al menos por lo que respecta a las Macuquinas ha sido asumido en España por JUAN CAYON en Madrid y por XAVIER CALICÓ en Barcelona. Particular dificultad ofrece en esta tarea el seguimiento de las variaciones del precio de mercado de cada elemento referenciado en las sucesivas ediciones de estos catálogos.
El elemento teóricamente mas a mano para efectuar el seguimiento de los precios es el examen de los resultados de las subastas públicas que en número de varias al año tanto CAYON como CALICÓ han venido realizando a través de largos periodos. El otro elemento es la constatación de los precios a los que se ofrecen las monedas en las diferentes convenciones numismáticas que en número de varias al mes se vienen celebrando en distintas ciudades. Aunque en materia de Macuquinas no es siempre posible obtener grandes resultados de ello pueden consultarse periódicamente los catálogos de subastas de las grandes firmas internacionales, así como sus listas de venta a precio fijo. Actualmente, el acceso a Internet y la generalización de la disponibilidad de este material en la Red, ha facilitado en cierta medida esta labor.
Sin embargo, es preciso tener en cuenta las grandes dificultades que representa el utilizar adecuadamente todas las fuentes disponibles para la actualización de los precios. Por una parte, el número de ejemplares sobre los que se efectúa el seguimiento es elevadísimo (CAYON 1998 cataloga 17.389 ejemplares) y por otro, es imposible tomar directamente el precio y la conservación de un manual de subasta sin sopesar la conservación real de cada pieza,  por lo que un seguimiento pormenorizado de todo ello supondría algo semejante al suplicio de Tántalo.
Es por ello que creemos que para poder coleccionar en forma sensata monedas incluidas en un determinado campo dentro de la numismática es preciso hacernos, no con un sino con los mas posibles catálogos publicados por distintos editores, a ser posible en sucesivas ediciones y después, el contrastar esta información con la que nosotros podamos personalmente obtener sobre los precios de adjudicación de estas monedas en subastas públicas, listas de venta y convenciones numismáticas.
Esto no lo tendremos que hacer pieza a pieza, sino dentro de grupos de piezas, normalmente por Cecas y periodos de tiempo en el caso de las Macuquinas, ya que en ellas, en especial por lo que se refiere a las Cecas americanas, es mucho mas determinante su conservación y lo completo de su acuñación que su adscripción a una fecha o a un Ensayador determinado. Evidentemente este Volumen para las Macuquinas, así como el que anteriormente hemos publicado sobre Sestercios aspira a constituir una ayuda al coleccionista para conocer cuales el valor de las monedas en las que este interesado.

                                          

FIGURA 64.1


En la FIGURA 64.1 tenemos otro ejemplar de la moneda de 4 Reales de Felipe III acuñado en Sevilla en 1615 con el Ensayador V. En la FIGURA 63.5 de la entrada anterior ya habíamos mostrado una moneda de esta misma denominación, Ceca, año y Ensayador, pero como siempre ocurre con las Macuquinas, con unas características algo diferentes. En cuanto a la legibilidad de los datos identificativos, en el ejemplo que ahora comentamos, la V del Ensayador es claramente visible, lo que es de gran importancia para la diferenciación de las piezas del Ensayador V con respecto a las del Ensayador D que en principio tienen gran parte de las fechas, como ésta de 1615, comunes.
Sin embargo, aquí los 4 dígitos de la fecha sí son visibles frente a solo los 2 últimos del caso anterior aunque éstos estén mas marcados. En las piezas cuya fecha termina en 3 o 5 es extremadamente importante establecer la diferenciación entre uno y otro dígito, por las características de su parte interior ya que la parte superior, como sucede en este caso, puede estar borrosa por gastaje o floja acuñación. El 5 tiene su parte inferior con una inclinación de unos 45 grados, mientras que el 3 la tiene prácticamente plana o incluso con cierta pendiente contraria.
En cuanto a su conservación, la imagen del escudo aquí es mas completa por mayor presión en la acuñación aunque la pieza tiene un aspecto general de mas circulada. El desgaste, igual que en el caso anterior, es demasiado acusado para llegar a F, por lo que de la misma manera que antes, calificaremos a la pieza como VF, a lo que correspondería un valor de 100€ que reduciremos a un precio de mercado de 60€, ya que la pieza presenta señales indudables de haber sido limpiada, aunque haya posteriormente recobrado algo de pátina.

                                        

FIGURA 64.2


En los casos en que la Ceca y el Ensayador no sean visibles, los 4 Reales de Felipe III de Sevilla pueden ser confundidos con los de Toledo a causa de presentar el mismo tipo de dígitos en la fecha, de tipo gótico con 1 curvado, en lugar del tipo lineal latino. Por ello, para ir comenzando a acostumbrarnos a distinguir estas piezas por el arte empleado en el grabado de sus cuños, reproducimos  en la  FIGURA 64.2 un 4 Reales de Felipe III de Toledo acuñado en 1620 con el Ensayador P. En esta pieza, la letra T con un pequeño 0 arriba, y la sigla P del Ensayador, son visibles aunque con dificultades, pero por el tipo de diseño podríamos haber determinado su Ceca.
En efecto, en Toledo, como es éste el caso, el escudo es mas oblongo y menos circular en su parte inferior, en el anverso, mientras que en el reverso, los leones tienen mucho mas pelo en la melena y en las patas y los castillos presentan dos planos diferentes en su frente, a diferencia de los de Sevilla que tienen un frente completamente plano. En este caso,  como es típico de las piezas de 1620 de Toledo, que son bastantes comunes, debemos conformarnos con la visibilidad de la `parte baja de los 3 últimos dígitos que podemos identificar por la forma plana de la base del 2 (que tiene forma de Z) y por la forma redondeado amplia del 0 final.
Con independencia de la legibilidad de sus datos, esta pieza tiene un desgaste producido por la circulación, muy inferior al de la pieza anterior y su aspecto general (mejorado por conservar la pátina original) es bueno. Por ello alcanzaría el grado F+ que correspondería a un valor de 260€ que debemos rebajar hasta 115€ como consecuencia de la falta de claridad de los datos de Ceca, Ensayador y año, que aunque suficientes para identificar, son imprecisos. Para la fijación de precios utilizaremos pata Toledo con Felipe III la misma escala que para Sevilla por considerar que sus rarezas son casi equivalentes.
Las tres piezas restantes que comentaremos en esta entrada corresponden a 4 Reales de Sevilla de Felipe IV. Estas piezas oscilan entra la calificación de raras (las dos primeras) a la de muy rara (la última) en relación con la piezas de Felipe III, como se pone de evidencia en el hecho de que en la subasta que venimos comentando, CAYON 2000, aparezcan solo 7 de estas piezas por 35 de Felipe III.

                                          

FIGURA 64.3


La pieza de la FIGURA 64.3 está acuñada en Sevilla con la S visible, presumiblemente por el Ensayador D (con la sigla dudosa). Los 3 últimos dígitos de la fecha, 625, son completamente visibles, si bien para discernir el último dígito y asignar un 5 en lugar de un 3 tenemos que tener en cuenta lo antedicho en el sentido de que el 5 tiene el trazo de su parte baja con una inclinación de 45 grados, y el 3, lo tiene plano. A demás aquí el tramo superior del 5 enlaza directamente con la parte curva. Es característico de las piezas de 1625 de Sevilla el que los castillos del reverso presenten en la parte alta de su cuerpo principal un bisel que en las piezas de 1630 a 1637 se ensanchará y prolongará sus lados, siendo el principal elemento distintivo de las piezas de este periodo, a tener en cuenta cuando el tercer dígito de la fecha no es visible. La no visibilidad de la parte superior del anverso y la inferior del reverso se debe a falta de presión en la acuñación y no a la circulación, por lo que debemos considerar a la pieza con un grado de conservación VG.

                                          

FIGURA 64.4


Con relación a las piezas anteriores, consideramos este ejemplar por su fecha y reinado, como raro, por lo que a igualdad de conservación su precio será doble del normal que venimos considerando, llegando a un valor de 200€ que reduciríamos a un precio de mercado de 120€ por falta de legibilidad de Ensayador (que podría ser D o R) y por los grandes vanos que aparecen en anverso y reverso.
En la pieza de la siguiente FIGURA (la 64.4) nos aparecen dos de las características mas típicas de las emisiones sevillanas de Felipe VI en la década de los 30. La aparición de un fallo de acuñación con forma circular, en el anverso, y el pronunciadísimo bisel, que antes hemos comentado, en la parte alta de los castillos, entre el cuerpo principal y las tres torres superiores. También es de destacar que a partir de 1625 y hasta el final del reinado de Carlos II, la enseña de Austria en la parte media izquierda del escudo, representada por un rectángulo, aparece ligada al borde izquierdo (y a veces también al derecho) del escudo por dos o cuatro trazos inclinados. La pieza tiene desgaste generalizado, aunque buena apariencia, por lo que asignaremos el grado F con un valor por rareza, doble del normal, 400€ en vez de 200€, si bien su precio de mercado sería de 200€ por carecer de Ceca y Ensayador, aunque éste por su fecha necesariamente ha de ser Rivas (R).

                                             

 FIGURA 64.5


Por último, la pieza de la FIGURA 64.5 corresponde a un ejemplar inédito muy raro, acuñado por Felipe IV en Sevilla en 1649 con Ensayador R con el cuño del anverso correspondiente a un 8 Reales, como se visualiza por el VIII a la derecha del escudo. Por tanto, esta característica da a la pieza, en nuestra opinión, el carácter de  de muy rara, lo que cuadriplica el valor que le correspondería a su conservación VG- que sería de 80€. Por tanto, su precio de mercado sería de 360€. Con independencia de la utilización del cuño de 8 Reales en el anverso, el carácter de inédita vendría de que tanto CAYON como CALICÓ terminan su relación de fechas de 4 Reales de Sevilla de Felipe IV, en 1648.

 

 

Si deseamos adquirir una pieza determinada en un momento dado, es indudable que la información que nos resulta necesaria para conocer el precio que debemos pagar por ella en una determinada conservación, es decir lo que venimos llamando precio de mercado. Si hemos llegado a tener una idea clara sobre cuál es el precio de mercado, si tenemos en un momento determinado la posibilidad de adquirir varias monedas del mismo tipo, ceca o año en una determinada conservación, todas ellas con un valor igual o inferior al precio de mercado, lógicamente deberemos comprar aquella que se nos ofrezca a un precio inferior.
El problema que se nos presenta con las Macuquinas, igual que nos ocurre con los Sestercios es que el procedimiento de fabricación excluye el que existan piezas con la misma visibilidad de los datos básicos: Ceca, Ensayador y año. Por tanto, aunque la conservación, técnicamente hablando, sea la misma, siempre su precio de mercado será diferente en función de la legibilidad de estos datos. En próximas entradas facilitaremos criterios para poder realizar el análisis de precio de una pieza en función de la legibilidad (que depende de la acuñación, mucho que de la cantidad de circulación) de sus datos de identificación que modulan el valor de la pieza atendiendo exclusivamente a su circulación, en la misma forma que la calidad de la pátina, la rugosidad de la superficie, el centraje o el tamaño del cospel, modulan el valor de un Sestercio de un emperador dado y de un reverso determinado.
Aunque pueda parecer un contrasentido, en realidad lo que menos importa a la hora de adquirir una Macuquina es si ya tenemos “esa misma pieza” incorporada a nuestra colección, ya que nunca se tratará de lo que hemos llamado “esa misma pieza” porque es prácticamente imposible que coincidan la visibilidad de todos sus datos identificativos, su conservación e incluso el gravado de los detalles de anverso y reverso en los cuños. Por otra parte, es muy probable que hasta que llegue el momento de encontrar la pieza con la Ceca, Ensayador y año que deseamos, a un precio igual o inferior al de mercado, tropecemos con otras piezas no muy distintas dentro de la misma Ceca y década, por ejemplo, que sí se pueden adquirir al precio apropiado y que nos proporcionan una satisfacción equivalente al incorporarlas a nuestra colección.
Esto es posible porque con las piezas Macuquinas, para un coleccionista medio, no se da nunca la posibilidad de “completar” todas las monedas emitidas incluso para una Ceca determinada, atendiendo a todas las variantes posibles de Ensayador y fecha de acuñación. Ello es así, debido a que las Macuquinas son todas ellas escasas, ya que aunque la mayoría de ellas ( en especial las de las Cecas americanas) fueron  emitidas en grandes cantidades (que no desmerecen demasiado del tiraje de las monedas de cordoncillo (columnarios o de busto, emitidas desde 1732 a 1825), a diferencia de éstas, fueron retiradas de la circulación y fundidas, también en grandes cantidades, para su exportación, fundición para la fabricación de otras monedas de mayor calidad ( como las de condoncillo) o manofactura de vajillas y objetos de plata.
En cuanto a la rareza de las piezas emitidas en Cecas peninsulares, su rareza (especialmente para los pesos o 8 Reales) es mucho mayor aún, ya que solo se emitían a petición de particulares que deseaban amonedar para su circulación o exportación a la península, cantidades de plata obtenidas de la producción minera o de la fundición de objetos y otras monedas. Esto es de tal manera así, que para la totalidad de las Cecas que acuñan en la península piezas de 8 Reales, como: Sevilla, Madrid, Toledo, Segovia, Cuenca, Granada, Burgos y Valladolid, en el periodo 1589-1709, ninguna de ellas emite estas piezas en cada uno de los años correspondientes al periodo. Incluso la Ceca que como consecuencia de la publicación en ella de la Casa de Contratación, centro de recepción de la plata americana, como es Sevilla, emite 8 Reales y 4 Reales en años muy concretos que en muchos casos no son la mayoría de los del periodo.

                                        

FIGURA 63.1


Esta circunstancia determina una de las características mas apasionantes para el coleccionista del Macuquinas peninsulares, que es la posibilidad de conseguir monedas inéditas, es decir que no figuren todavía en ninguna de las obras o catálogos especializados a los que hemos hecho referencia en la entrada anterior. Vemos por tanto que en este campo, no se trata de hacer listas y rellenar huecos en nuestra colección, sino de comparar cuidadosamente las características de piezas aparentemente similares, describiendo nuevas variedades e incluso tener la posibilidad de encontrar una pieza no catalogada, por fecha, Ceca o Ensayador.
Valga todo lo dicho, para tener en cuenta que para la toma de la correcta decisión de inversión o colección de Macuquinas es necesario no solo poder estimar el precio de mercado de una pieza determinada en un momento dado, sino que debemos tener una idea de cuál ha sido la evolución del valor de esa moneda a lo largo de, al menos, los últimos 50 años. De ahí, la conveniencia de conocer de forma aproximada la evolución del precio de estas piezas en catálogos de subasta publicados en este periodo, así como en varias ediciones de los catálogos con precios, a los que hemos hecho referencia. Como esta evolución es diferente, dependiendo del tipo de moneda Macuquina, por el momento nos limitaremos a considerar la de los precios de las piezas de 4 Reales peninsulares emitidas en los reinados de los reyes de la Casa de Austria a los que estamos haciendo mención.
Así, en la subasta de BOLSA NUMISMATICA 1967 se ofrece, por ejemplo, una pieza de rareza media dentro de los 4 Reales de Sevilla a los que pasamos revista en estas primeras entradas. La pieza se califica con un grado MBC similar al grado F de la escala americana que siempre tomamos como referencia. La Ceca (S) y el Ensayador (B) quedan completamente definidos por el arte de la pieza y el año de acuñación es completamente visible en sus 4 dígitos. El precio de salida es de 7.000 pesetas (P). Pues bien, una pieza de 4 Reales de 1592 de Sevilla, con Ensayador B es adjudicada en la subasta CAYON 2000 EN 6.000 P mas gastos, con una conservación equivalente (F) y con la misma nula visibilidad de Ceca y Ensayador. Una pieza de estas mismas características es la que se muestra en la FIGURA 61.3 a la que fijamos un precio de mercado en 2011 de 100€.
Quiere esto decir que en periodo 1967 a 2011 (44 años) un ejemplar de estas características ha pasado de un precio de mercado de unos 50€ a 100€. Como ya indicábamos en el volumen dedicado a los Sestercios el incremento en términos corrientes carece de significación alguna ya que siempre debemos descontar la influencia de la inflación, es decir valorar en términos reales. Atendiendo a este principio y teniendo en cuenta que el índice de Precios al Consumo (IPC) en España, de 1967 a 2011, se ha multiplicado aproximadamente por 20, lo que ocurre es que este tipo de moneda en realidad ha bajado a 10 veces el valor que tenía 44 años atrás.

                                           

FIGURA 63.2


Esto no significa que todas las monedas adquiridas en esa época hayan perdido 10 veces su valor adquisitivo, ya que por ejemplo, un 8 Reales de 1588 del Ingenio de Segovia ofrecido en BOLSA NUMISMÁTICA 1967 en 20.000 P (120€) en EBC (XF) tiene en 2011 un valor aproximado de 2.400€, lo que significa que el dinero empleado en la compra de esa pieza en 1967, ha mantenido en 2011 su valor adquisitivo. Simplificando en extremo, con objeto de de dar una visión esquemática de la evolución del precio de las Macuquinas, podemos decir que así como la mayor parte de las monedas de cordoncillo expresada en reales, columnaria y de busto, han mantenido su valor en terminos reales desde mitad de los 60 (con un valor en términos corrientes unas 20 veces superior) mientras que en el caso de las Macuquinas, su precio en termino reales se ha dividido por 10 (con un valor en términos corrientes del doble).
No es fácil comprender completamente las causas de este fenómeno. Quizá, según nos refiere YRIARTE 1965 en su Prólogo, en torno a 1965 se da un aumento de interés en el coleccionismo numismático en el mundo y especialmente en los Estados Unidos (país junto con los hispanoamericanos, especialmente interesados en las Macuquinas que circularon largos años dentro de su territorio) lo que produjo un aluvión de publicaciones de artículos en inglés y en español que estimularon su coleccionismo, con la consecuente subida de los precios. Lo cierto es que a partir de ese momento hasta prácticamente el 2000, los precios de las Macuquinas permanecen constantes en términos corrientes y solo duplican su precio en estos mismo términos en la última década.
Las piezas que analizaremos en esta entrada son todas ellas 4 Reales de Felipe III acuñados en Sevilla en el periodo 1611- 1615. Las dos primeras corresponden al Ensayador Juan Vicente Bravo (B) y las tres restantes al Ensayador identificado por la letra V. En PELLICER 1971 los índices de rareza para estas piezas oscilan entre R1 (escasa) y R3 (bastante rara), y los `precios desde 45$ a 75$. En KRAUSE 2002 las dos primeras piezas (Ensayador B) se valoran en 175$ en VG, 325$ en F, 550$ en VF y 1.150$ en XF, y las tres siguientes (Ensayador V) en 100$ en VG, 200$ en F, 350$ en VF y 650$ en XF.
En CAYON 1976 una pieza de una rareza media dentro de este grupo como puede ser el 1614V se valora en 2.200 en primera columna (1C), 5.000P en segunda columna (2C) y 8.000 P en tercera columna (3C). En CAYON 1980  la única columna de precios representada pudiera ser considerada como correspondiente a una conservación VG (BC/MBC), aunque ésto es mera conjetura, ya que en la obra no se indica para que conservación estándar se dan los precios por lo que para efectuar la correspondencia hemos de atenernos a la realidad del mercado en ese momento (1980). Estos precios coinciden prácticamente con la 3C de CAYON 1976, mientras que en CAYON 1998, el precio de esta pieza es de 14.000P no porque su precio subiera en este periodo, sino porque presumiblemente en CAYON 1998 los precios se refieren al grado F (MBC) en lugar de al VG (BC/MBC).

                                         

FIGURA 63.3


Por tanto, ya sí nos encontramos en situación de estimar cuál es el significado, en el caso de las Macuquinas, de los precios según grado, incluidos en las diferentes ediciones de CAYON  que estamos analizando. Así se estima que en CAYON 1976, la 1C para las Macuquinas se refiere al grado AG (RC/BC), la 2C al G (BC) y la 3C al VG(BC/MBC). Por otra parte en consonancia con lo anterior, se considera que en CAYON 1980 la única columna se refiere al grado VG (BC/MBC) y en CAYON 98 al grado F (MBC).
En cuanto a las diferentes ediciones de CALICÓ que estamos analizando, todas ellas con una única columna de precios hasta 1868, aunque en las Introducciones se nos dice que los precios son para una conservación MBC, estimamos que al menos para los 4 Reales macuquinos, los precios se expresan para lo que nosotros venimos denominando VF que en términos de grados españoles es aproximadamente un MBC/EBC, lo que frecuentemente aparece en los catálogos de subastas americanos como GOOD VF.
En PELLICER 1971 aunque no se indica a qué conservación se refieren los precios incluidos en la Lista de Valoraciones, la comparación con los precios de adjudicación en subastas, nos indica que se trata del grado G (BC). Lógicamente mas directamente interpretables son los grados del KRAUSE 2002 ya que trabaja con los grados americanos que son los que siempre venimos utilizando.

                                          

FIGURA 63.4


Por tanto, una vez formuladas las hipótesis sobre cuál es la equivalencia entre los grados que manejamos y los que se utilizan en las ediciones de CAYON, CALICÓ, PELLICER y KRAUSE analizadas, que permiten establecer la correspondencia entre los precios de adjudicación de 4 Reales macuquinos en subastas realizadas en el periodo 1967-2011, podemos constatar que los precios en moneda (primero pesetas y luego euros) corriente española han permanecido invariables de 1967 a 2000, multiplicándose por 2 en las última década, costando por tanto, ahora, en términos reales la decima parte de su precio en 1967.
La FIGURA 63.1 muestra un 4 Reales acuñado en Sevilla a nombre de Felipe III en 1611 con el Ensayador B. En esta pieza ya aparece la nueva leyenda eliminando las palabras OMNIVM y REGNORVM propias del periodo 1597-1610, volviendo al tipo de leyenda D.G.HISPANIARVM empleada desde 1566 hasta 1597. La pieza tiene un grado VG+, ya que partes substanciales del diseño están empastadas, por lo que no se llega al grado F. Por tanto, le correspondería un valor de 130€, que elevaríamos hasta un precio de mercado de 180€ por la alta legibilidad de las leyendas.
La FIGURA 63.2 muestra un 8 Reales acuñado en Sevilla a nombre de Felipe III en 1612 con el Ensayador B. La pieza tiene un marcaje y una conservación excepcional, prácticamente sin desgaste y conservando la totalidad del brillo original por lo que le asignamos un grado XF. No obstante, en el reverso observamos señales de doble acuñación en torno a la fecha por lo que el 2, que es el cuarto dígito, no se visualiza al primer golpe de vista (además este 2 tiene menor tamaño que los otros dígitos) por lo que es preciso observarlo con cuidado o con la ayuda de una lupa. Ello disminuye el valor en XF que sería de 800€, hasta un 25%, llegando a un precio de mercado de 600€.
La FIGURA 63.3 muestra un 4 Reales acuñado en Sevilla a nombre de Felipe III con el Ensayador V que comienza sus emisiones regulares a partir de esa fecha. La acuñación es fuerte aunque el desgaste es generalizado pero no excesivo, llegándose al grado F al que le correspondería un valor de 200€ que ha de ser rebajado a un precio de mercado de 120€, ya que aunque el arte de la pieza corresponde al empleado en las emisiones del ensayador V, no es totalmente seguro que pueda excluirse el Ensayador D que también actuaba en Sevilla en esta fecha. Además de ello solo son visibles, aunque muy claros, los dos últimos dígitos (13) de la fecha.

                                           

FIGURA 63.5

La pieza de la FIGURA 63.4 es un 4 reales de Sevilla acuñado a nombre de Felipe III en 1614 con el Ensayador V. El grado de conservación es XF-, ya que la pieza tiene prácticamente intactos todos sus detalles, así como su brillo original. En la pieza son visibles los 4 dígitos de la fecha, aunque la flojedad de la acuñación produce vanos que dificultan la visibilidad de la letra del ensayador (V). Ello hace pasar de un valor de 630€ en XF-, a un precio de mercado de 350€.
Por último, la FIGURA 63.5 muestra un 4 Reales de Sevilla acuñado por Felipe III en 1615 con el Ensayador V, aunque al no ser visible este último, es aplicable lo indicado para la pieza de la FIGURA 63.3. Esta pieza tiene una conservación VG con partes substanciales del diseño no discernibles y no solo por el golpe de acuñación, sino por su circulación. Por otra parte, a la diferencia de la pieza de la FIGURA 63.3, los 4 dígitos de la fecha pueden ser distinguidos, aunque el primero (1) con cierta dificultad. La pieza conserva su pátina original. Por ello el valor que le correspondería por su conservación, VG, sería de 100€, muy semejante a su valor de mercado que fijamos en 95€.

En cualquier campo del coleccionismo de monedas en el que nos adentremos, es de todo punto necesario que nos hagamos con mayor cantidad de material impreso que trate del tipo de monedas que estamos interesados en coleccionar. Es absolutamente ilógico el gastar una cantidad periódica de cierta importancia en adquirir monedas, sin que antes hayamos invertido una cantidad incomparablemente mas modesta en haber adquirido todo el material publicado que se pueda poner a nuestro alcance.
La parte mas asequible de este material son los catálogos disponibles, generalmente en español, en los que para periodos concretos de nuestra numismática se nos indique el precio estimado para las monedas españolas acuñadas en la península o en los territorios americanos bajo soberanía española. Existen catálogos referidos a monedas posteriores al euro, posteriores a 1868 con la introducción de la peseta, posteriores a 1833 con el comienzo del reinado de Isabel II, posteriores a 1908 con el reinado de José Napoleón, posteriores a 1700 con la entrada de la Casa de Borbón, posteriores a los Reyes Católicos, posteriores a la toma de Toledo por Alfonso VI e incluso posteriores al comienzo del Reino Visigodo en España con Ataulfo.
Por supuesto, si retrocedemos mas aun nos encontramos con la gran obra de Leandre Villaronga sobre la moneda hispanica y los trabajos de Vives y Beltrán ya desde un punto de vista mas universitario que comercial. Si nos salimos del campo de la moneda española, en nuestra obra anterior “El Valor de los Sestercios” ya hemos citado las obras significativas que pueden orientarnos en el campo de la Moneda Romana. Dentro del campo de la numismática moderna (posterior a la Edad Media) cuando analicemos en otros volúmenes las piezas mas significativas, ya iremos citando los catálogos nacionales mas completos a considerar, país por país. Valga ahora simplemente hacer referencia a la publicaciones de KRAUSe que de la pretensión inicial de tener todas las monedas a nivel mundial desde 1870 aproximadamente en un solo volumen como se indicaba en la primera edición de 1972, ha pasado a cubrir todas las monedas por fecha y Ceca acuñadas desde 1600 hasta la actualidad, claro está que ya no en un único tomo sino aproximadamente con un tomo por siglo. Realmente resulta sorprendente el encontrar, caso  que se produce con gran frecuencia, que personas que han hecho del comercio numismático su ocupación principal y personas que gastan al mes mas de 500€ en comprar monedas, se puedan permitir el lujo de prescindir de la consulta de obras tan básicas como a las que nos hemos referido.
Por supuesto que no basta con ojear con frecuencia una gran variedad de catálogos para adquirir monedas con un mínimo conocimiento de causa, sino que es necesario completar este conocimiento  con la experiencia que proporciona el contemplar, palpar y visualizar con nuestra lupa la mayor cantidad posible de ejemplares a nuestro alcance, pero primero para comenzar a introducirnos en un determinado campo y luego para fijar los conocimientos que vayamos adquiriendo, la consulta de este tipo de obras es imprescindible.
La segunda fuente que debemos manejar para nuestra información es la de los catálogos de subastas, en especial los de las grandes firmas internacionales como: Spink, Stack, Goldberg, Ponterio, Sedwck, Raush, Triton, Ars Clasica, o Aureo-Calicó y Cayón entre las españolas. Ahora bien este material, a diferencia de los catálogos que cubren todo tipos de piezas y son muy baratos de adquirir, normalmente solo incluyen piezas de una cierta calidad, con un precio que suele estar comprendido entre los 300 y los 3.000 €, por lo que no es rentable suscribirse a menos que nuestra inversión mensual en monedas esté en consonancia con estas cifras.

FIGURA 62.1


Si tenemos una cierta costumbre en el acceso a Internet, podemos consultar este material, en especial los catálogos de subastas, en forma gratuita siempre que estemos suficientemente atentos para acceder a cada catálogo en las fechas en que esté disponible en la Red a partir del momento de la convocatoria de la subasta hasta varias semanas después de la adjudicación. De esta manera, tendríamos también acceso a los precios a los que se han adjudicado las piezas, lo que nos dará la perspectiva real de cuál es la situación del mercado en un momento dado.
También, para evaluar el precio concreto que debe ser nuestro límite en una subasta, ya sea presencial, por teléfono, por correo o por Internet, si la pieza tiene un precio suficientemente importante, nos será de interés buscar en las bases de datos de monedas adquiridas en las subastas mas significativas dentro de los últimos años. Esta información es normalmente de acceso gratuito para las adjudicaciones mas recientes (normalmente de los seis últimos meses), pero si nos registramos y abonamos una pequeña cantidad por consulta, esta información suele ser disponible a partir del año 2000, aproximadamente. También es aconsejable la subscripción a algún tipo de revistas periódicas españolas, alemanas o americanas especialmente, con objeto de tener información actualizada sobre comerciantes numismáticos, resultados de ventas públicas o convenciones numismáticas.
Esta necesidad de disponer de material de referencia es particularmente acuciante en el caso de las Macuquinas, ya que su valor se encuentra frecuentemente condicionado, no solo por su grado de conservación, rareza y pátina como ocurre, por ejemplo, con los Sestercios, sino por la legibilidad de los datos de identificación, especialmente fecha, Ceca y Ensayador, por lo que solo el análisis de ejemplares concretos con una comparación razonada de características de piezas de las que conozcamos sus precios reales, nos pueda permitir conocer el valor de mercado de un ejemplar determinado,  partir de las orientaciones generales que nos proporcionen catálogos o convocatorias de subastas.
Esta terea de orientación es la que pretende realizar esta obra que con el nombre “El Valor de las Macuquinas” recopila las entradas publicadas en el Blog “El Valor de las Monedas” de Administraciondigital.com. De esta manera, las orientaciones bibliográficas las iremos proporcionando en la medida en que vayamos haciendo referencia a cada tipo de monedas y a cada periodo de tiempo.
Las primeras referencias sistemáticas a la monedas Macuquinas españolas de 4 y 8 Reales entre los reinados de Carlos I (siglo XVI) y Carlos III (siglo XVIII) es el libro “Monedas Hispano- Cristianas” publicado en tres tomos por Heiss en 1865. En esta obra, reeditada por Juan Cayón en 1975 y cuyos ejemplares son adquiribles a precio razonable sin dificultar alguna, se describe y valora (en precios de la época) la práctica totalidad de todos los tipos de piezas (lógicamente sin particularizar por Ceca o año de emisión) emitidas desde Alfonso VI hasta Isabel II, incluyendo las de Imperio Español en Europa y América. Dado el estado de la fotografía en la época cada pieza se dibuja cuidadosamente a plumilla.
La siguiente publicación editada en 1892 en cuatro tomos que entre otras incluye las piezas Macuquinas de 4 y 8 Reales es el “Catalogo de la Colección de Manual Vidal Cuadras”. La obra contiene fotografías de improntas de gran parte de las piezas de la colección que presenta como en el caso anterior las piezas de la totalidad del Imperio Español, así como las acuñaciones romanas, prerromanas y visigóticas. La obra ha sido reeditada en 1975, considerándose la colección como la mayor siempre reunida en manos de un particular.
Aunque por el momento no entraremos en su análisis, por no incluir monedas de 4 Reales, tenemos después la obra de Adolfo Herrera “El Duro” en 2 tomos, (HERRERA 1914), publicada en 1914 y reeditada por  Juan Cayón en 1992 incluyendo estimación de valores en ese fecha, así como “El Estudio de los Reales de a 8” de Tomas Dasí, editada en 1950 en cinco tomos, algunos de cuyo ejemplares son todavía adquiribles. También en el campo de los 8 Reales es especialmente significativo el libro de Gabriel Calbetó (CALBETÓ 1970) “Compendio de los Reales a 8”, editado en dos tomos en 1970, incluyendo fotografías de la práctica totalidad de todas las Cecas y fechas de monedas de 8 Reales (incluyendo las Macuquinas) conocidas hasta la fecha, con indicación de rareza y precio de cada moneda en dólares. Anteriormente se habían producido las dos ediciones (1955 y 1965) de la obra de José de Yriarte y Leopoldo Lopez-Chaves “Catálogo de Reales de a 8 Españoles  (YRIARTE 1965) con fotográfias para muchas de las fechas conocidas  e indicación de precios en dólares.

FIGURA 62.2


Recorriendo referencias de los Reales de a 4 emitidos en Cecas hispanoamericanas, tenemos otras dos publicaciones, aunque en ellas no se recogen indicaciones de precios. Se trata del “Catálogo de la Colección Gutag” de 1929 elaborado por Adams, y del “Diccionario de la Moneda Hispano-Americana de Humberto Burzio, publicado en tres tomos en 1958.
La primera obra que se ocupa específicamente de los Reales de a 4, no solo españoles e hispanoamericanos sino de todo el territorio europeo del Imperio Español es el excelente trabajo de J.Pellicer “El Medio Duro” (PELLICER 1971), publicado en 1971 con índices de rareza, fotografías de bastantes piezas y estimación de precios en dólares. Desgraciadamente, es una obra completamente agotada, aunque aparece esporádicamente en ventas públicas de bibliografía numismática.
Respecto a catálogos americanos que incorporen las piezas peninsulares de 8 Reales macuquinas por tipos, citaremos el “Word Crowns and Talers” de Davenport (DAVENPORT 1984) y por lo que se refiere a las piezas de 8 Reales Macuquinas hispanoamericanas “Silver Dollars of North and South América” de Wayte Raymond (RAYMOND 1964). Finalmente respecto a piezas de 4 y 8 Reales Macuquinas peninsulares y coloniales, tenemos el gran trabajo de Krause y Mishler “Spain, Portugual and The New World” (KRAUSE 2002) con precios para cada denominación, Ceca y año en 4 grados de conservación. 
Respecto a catálogos de subastas para Reales de a 4 específicamente, haremos referencia a la mayor subasta de este tipo de piezas para el periodo de la Casa de Austria de la que tenemos noticia, realizada el 14 de diciembre de 2000 por Juan Cayón (SUBASTA CAYON 2000) en la que se ofrecían 258 ejemplares de esta piezas, adjudicadas en su mayor parte. También para 4 y 8 Reales haremos referencia a la subasta de la colección Sellschopp de piezas de Lima y Potosí realizada en el 14 y 15 de septiembre de 1988 (SELLESCHOP 1988) y a la de la colección de monedas de plata hispanoamericanas de Paul Karon subastada el 9 de diciembre de 1989 (KARON 1989) y a la subasta de Hans Schulman celebrada en 1982 de moneda sudamericana, llevada a cabo por la Galería de Monedas de Nueva York.
Respecto a catálogos de monedas que incluyan 4 y 8 Reales macuquinos referenciamos las obras capitales de Juan Cayón (CAYON)  en colaboración con Carlos Castan o los hermanos Cayón hijos de Juan,  en sus ediciones de 1975,1980 y 1998 “Las Monedas Españolas,” de Xavier Calicó (CALICÓ) en colaboración con su hermano Ferrán o J.Trigo en sus ediciones de 1981, 1988,1994 y 2008 para las Casas de Austria y de Borbón y de José Vicente (VICENTI) “Catalogo general de la Moneda Española” y sus ediciones de 1968 y 1978.

FIGURA 62.3


Por último, con objeto de completar la panorámica de la evolución de los precios de las Macuquinas desde los años 60, utilizaremos el catálogo de la subasta de mayo de 1967 de una colección de monedas antiguas de España realizada por la Bolsa Cultural Numismática (BOLSA CULTURAL 1967).
La FIGURA 62.1 muestra un ejemplar de 4 Reales acuñado en 1595 en la Ceca de Sevilla. El diseño de anverso y reverso es similar al de las piezas que aparecen en la entrada anterior, especialmente a la de la FIGURA 61.3 fechada en 1596 en la que ya aparecen los castillos esquematizados con doble línea horizontal bajo las almenas que serán características de las acuñaciones sevillanas hasta 1611, también distintivas de las acuñaciones de Potosí fechadas en esta misma época, según señala Sellschopp.
La pieza ha sido producida con un sistema de fabricación similar al de la mayor parte de las acuñaciones de la Ceca de Sevilla de este época, en el que los golpes de martillo se realizan sobre una barra de plata (cob) procediéndose a posteriori al corte a escoplo de los bordes de la moneda para separarlo de la barra, lo que hace que la parte del canto correspondiente a los bordes de la barra, aparezcan expandidos, mientras que los bordes cortados a escoplo, no lo están. Este procedimiento difiere substancialmente del empleado en Potosí, por ejemplo, en el que el examen de las piezas revela que fueron cortadas y ajustado su peso antes del golpe de martillo que realizaba la acuñación de los cospeles.
La pieza es un claro F con gastaje generalizado, pero con la mayor parte del diseño visible, lo que correspondería a un valor de 200€. Ahora bien, a la izquierda del escudo, la denominación (IIII) es algo visible aunque no la Ceca (S), ni el ensayador (B) lo que reduce el precio de mercado a 150€, aunque por el arte de la pieza es segura su atribución a Sevilla siendo B (Juan Vicente Bravo) el único Ensayador que operaba en esta Ceca en 1595.

FIGURA 62.4

Con la pieza de la FIGURA 62.2 se cierran las emisiones de 4 Reales de Felipe II de Sevilla en las que la fecha aparece en lo que venimos denominando anverso (por el hecho de aparecer en primer lugar en las reproducciones fotográficas de estas piezas ) en vertical a la derecha de escudo, de acuerdo con lo prescrito por la Ordenanza del Escorial de 2 de Julio de 1588 que obligaba a situar en la pieza el año de acuñación, para identificar a los responsables de posibles alteraciones de peso y ley.

En la pieza se observa lo que será muy frecuente en las Macuquinas, lo que llamamos una sobrefecha ya que el 7 de 1597 esta acuñado sobre el 6 de 1596, debido probablemente a que el cambio de diseño de las piezas que debería aparecer a partir de 1597, con la adición del escudete de Portugual y el cambio de leyenda de PHILIPPVS DEI GRATIA HISPANIARVM REX o PHILIPPVS D G OMNIVM HISPAN REGNORVM REX, aun no estaba gravado para la acuñación, por lo que antes de ello se usaron los antiguos cuños de 1596, regravando un 7 encima del 6 anterior.

La pieza tiene una conservación F por presentar igual que la anterior desgaste generalizado, aunque uniforme. En este caso el valor correspondiente a este grado, 200€ lo reduciremos a un precio de mercado de 100€, mas bajo que el de la pieza anterior ya que a la falta de legibilidad de Ceca y Ensayador se suma la existencia de una grieta y un tamaño inferior del módulo.
La pieza de la FIGURA 62.3 ya presenta el diseño tipo OMNIVM al que acabamos de hacer referencia, con escudete de Portugal y la leyenda enmarcada por un circulo. CALICÓ señalaba en las ediciones anteriores a 2008, la existencia de la pieza de 4 Reales de Sevilla tipo OMNIVM fechada en 1597 mientras que en la de 2008, la omite por no haber podido contrastar su existencia. Sin embargo, CAYON 1988 incluye esta pieza, mientras en las ediciones anteriores solo se refleja el 4 Reales de Sevilla de 1597 con la Ceca en vertical en el anverso.
Esta pieza se encuentra en una conservación algo mejor que las anteriores por lo que la asignaremos el grado F+, destacando la visibilidad de los castillos del borde del escudete de Portugal. A ello correspondería un valor de 280€ que prácticamente mantendremos con un precio de mercado de 300€, ya que tanto los 4 dígitos de la fecha, como las siglas de Ceca y Ensayador son visibles, siendo la oquedad que aparece a la derecha es producto de la acuñación.
La pieza de la FIGURA 62.4 corresponde a un 4 Reales de Felipe III acuñado en Sevilla 1609. Aunque la Ceca y el Ensayador no son en absoluto visibles, los tipos de castillos y leones nos indican que la pieza está acuñada en Sevilla por el Ensayador B. La fecha y el tipo de letra de los caracteres HISP nos indican que presumiblemente corresponde al tipo OMNIVM acuñado en Sevilla antes de 1611, aunque conocemos piezas de 1609 con Ensayador B y leyenda sin OMNIVM que también debieron ser acuñados en 1610. Aparte de la deficiente acuñación la pieza está muy circulada por lo que su grado sería VG- con un valor de 100€ que reduciríamos a un precio de mercado de 85€ por falta de Ceca y Ensayador.

FIGURA 62.5

Por último, la pieza de la FIGURA 62.5 corresponde a un 4 Reales de Sevilla tipo OMNIVM acuñado en el año 1610, último año conocido de este tipo en Sevilla para 4 Reales. La pieza es muy legible como consecuencia de su gran módulo que permite apreciar con claridad la Ceca (S), el Ensayador (B) y las letras NI en el anverso y REGNOR en el reverso que identifican al tipo OMNIVM. Sin embargo solo se visualizaN las partes bajas de los tres primeros dígitos de la fecha (161). En este sentido, el cuarto dígito solo podría ser un 0, ya que no se conocen piezas de 4 Reales tipo OMNIVM posteriores a 1610. El desgaste afecta solamente a las partes altas del diseño, lo que nos llevaría a un VF con un valor de 400€. Sin embargo, como ya hemos indicado en la entrada anterior, el hecho de que el último dígito no sea identificable reduciría su precio hasta 9 veces. Es este caso, dado que la fecha puede ser determinada en la forma expuesta, la reducción sería de unas 3 veces, dando un precio de mercado de 110€.

 

                                       

FIGURA 61.1

Con esta entrada comenzamos a introducirnos en el mundo de la llamada en terminología española “Moneda Macuquina” denominada en términos anglosajones “Cobs”. A poco que hayamos ojeado catálogos de subastas, buceado en mercadillos domingueros de sellos y monedas de nuestra ciudad o leído libros de historia sobre la dinastía de los Austrias españoles que incluyan fotografías, habremos tropezado con unas monedas de forma irregular, con apariencia de haber sido recortadas y en las que gran parte de su superficie aparece con defectos muy notorios de acuñación, como sobreimpresiones o zonas en las que no existe ningún tipo de impresión, aunque el aspecto general de la moneda no presente demasiados signos de circulación.
Si ya hemos guardado o coleccionado otro tipo de monedas, sean antiguas o modernas, ya en un primer contacto con las Macuquinas, tendremos la impresión de que se trata de otro tipo de monedas completamente diferente. Es muy posible que ese momento evoquemos imágenes de fotografías publicadas en periodos o revistas de carácter general dentro de artículos en los que se nos da la noticia de un hallazgo encontrado en algún galeón, frecuentemente español, que fue hundido en los siglos XVI, XVII o XVIII, bien en batalla con barcos enemigos o bien a consecuencia de una tormenta. El articulo probablemente incluirá fotografías de monedas Macuquinas (preferíblemente de oro, si las revistas se editan en color) que normalmente no proceden del hallazgo, sino de otras fuentes que mas o menos pueden coincidir con las monedas que se vayan a recuperar del barco hundido.

                                          

FIGURA 61.2


De esta manera, al ver la imagen de una moneda Macuquina ya podemos evocar todos los componentes de las aventuras que tanto nos emocionaron cuando éramos mas jóvenes; si lo seguimos siendo aún, las diferentes entregas de la popular serie Piratas del Caribe y si ya no somos jóvenes, las piruetas de Errol Flinn o Rock Hudson comandando una nave en medio de una tempestad. Es en este sentido, en el que podemos comparar el poder evocador de los Sestercios al que tanto nos hemos referido en las 60 primeras entradas del Blog “El Valor de las Monedas” que venimos publicando en Administraciondigital.com, con el de las monedas Macuquinas.
En ambos casos al tener un Sestercio o una moneda Macuquina en las manos, estamos entrando en contacto con el numerario emitido por la potencia dominante durante varios siglos: de 200 A.C a 400 D.C en el casos de los Sestercios romanos y de 1500 D.C. a 1700 D.C. en el caso de las Macuquinas españolas. Estas monedas, los Sestercios y las Macuquinas, no solo fueron un instrumento de cambio y el vehículo del comercio dentro del Imperio Romano y el Imperio Español, sino que por el prestigio incorporado al Poder que los emitía, constituyen signos monetarios aceptados por la práctica totalidad del mundo civilizado, en la misma medida en que lo fue la Libra de 1800 a 1918, el Dólar desde 1918 o el Euro a partir de 2002 en los países de la Unión Europea.
Otra característica común que precisamente es la que nos ha hecho comenzar nuestro recogido al mundo de las monedas, por ella, es que cada una de las piezas que nos ha llegado a las manos, es un ejemplar único e irrepetible, sea un Sestercio o una Macuquina. Esta característica procede del procedimiento de acuñación que al basarse en un grabado manual de la contrafigura del relieve de la moneda en un soporte metálico que llamamos cuño (elaborado en una aleación metálica de mayor dureza que la de los cospeles sobre los que el cuño va a golpear) en el que un sistema de martilleado, utilizando dos cuños, uno para el anverso y otro para el reverso, produce la impresión del diseño que se desea sobre las dos caras de cada cospel, acuñándose así las dos superficie de la moneda, al mismo tiempo.
Por los procedimientos de acuñación de la época, tanto la del Imperio Romano para los Sestercios como los del Imperio Español para las Macuquinas, no resultaba posible el proporcionar un relieve determinado al canto de la moneda, por lo si bien la complejidad del diseño de las caras, prevenía en cierta medida la falsificación, sin embargo no quedaba impedida la posibilidad de limado de los bordes que no tenía un objetivo claro en los Sestercios, pero que podía proporcionar un beneficio económico al que lo realizara, en el caso de las Macuquinas, ya que la mayor parte de ellas (salvo las emisiones en blanco expresadas en maravedís) estaba emitida en oro o plata de una ley comprendida entre 24 y 21 quilates.
Esta necesidad de utilizar cierta tecnología para deducir si las monedas Macuquinas estaban acuñadas con la proporción de plata y peso establecidos en las diferentes Células y Pragmáticas que regulaban su acuñación, fue la causa de que a lo largo de los siglos XVI y XVII, los Consejos que ejercían el gobierno efectivo en la Monarquía Española tratarán de implantar procedimientos de acuñación que ofrecieran garantías de autenticidad a las monedas, sin necesidad de pesar y ensayar su contenido en metal noble, en la manera en que otras Monarquías nacionales como la Francesa desde 1642 (Ecus y divisores, de Luis XIII), o la Inglesa desde 1662 ( Coronas y divisores, de Carlos II).
Esto no fue posible, no por falta de tecnología sino por la enorme diferencia en cuanto a la cantidad de metal (plata especialmente) disponible para la acuñación. Para corroborar este aserto basta comparar las cifras de la producción anual americana de plata, estimada por Humbolt en unos 10 millones de onzas, con las dedicadas a la acuñación en el resto de los países conocidos que juntas todas ellas no llegaban a sobrepasar 2 millones de onzas a lo largo del siglo VXII, lo que viene a significar un tiraje medio de varios millones de piezas para una Casa de Moneda americana, como Méjico o Potosí, frente a varias decenas de miles de ejemplares de monedas de gran tamaño (de 32 a 25 gramos) acuñadas por las casas de Moneda de Paris o Londres.
Para exportar la plata, primero a España y después a Europa, en gran medida para el pago de los gastos militares que sostenían el Imperio, era necesario quintarla (pago de los derechos de señoreaje equivalentes a un quinto de la producción) y después acuñarla (con el pago de 1,5% aproximadamente, en concepto de gastos de producción), por lo que las autoridades coloniales no podían permitirse disminuir el rendimiento de las Cecas de debían ser capaces de acuñar la totalidad del metal que produjeran las minas, centradas especialmente en Méjico y Potosí, y esta producción masiva en lugar tan alejado de la metrópoli solo podía obtenerse con procedimientos como la estampación a martillo que permitía que muchos operarios trabajaran a la vez en la acuñación al no ser necesarias las grandes inversiones que hubiera requerido la instalación de un equipamiento centralizado.
La excepción a este principio lo constituye la instalación en 1592 en el llamado “Ingenio” en Segovia de maquinas de estampación a rodillos movidos a molino utilizando la energía hidráulica proporcionada por el discurrir del rio Eresma, que comenzó a emitir moneda en 1586. Merced a este procedimiento, los cospeles o discos de metal sometidos a un proceso de calentamiento similar al empleado en la acuñación a martillo, eran introducidos entre dos rodillos sobre cuya superficie se había grabado la contrafigura del diseño de la moneda a emitir; en uno de ellos el anverso y en el otro el reverso de las piezas. Lógicamente, de este modo la calidad de impresión de la moneda era extraordinariamente elevada, al nivel de los Thalers alemanes y austriacos producidos por este mismo procedimiento en Cecas como la muy famosa de Hall en el Tirol. Hemos creído conveniente mencionar este tipo de monedas por ser coetáneas de las Macuquinas producidas por las Cecas peninsulares, aunque al no tratarse de monedas Macuquinas, no nos ocuparemos por el momento de ellas.
Hemos decidido empezar a realizar la descripción de los métodos de valoración de las monedas Macuquinas por aquellas que pueden ser datadas, es decir de las que puede conocerse, en principio, el año en que fueron acuñadas, a través de la fecha que figura en el anverso o reverso de ellas, junto con la identificación de la Ceca y el nombre del Ensayador que comprobó la bondad de la aleación empleada en la acuñación.
Dentro de esta exigencia, se procederá en primer lugar a analizar las emisiones mas comunes, es decir aquellas que nos han proporcionado una mayor cantidad de ejemplares supervivientes que podamos identificar y, en su caso adquirir por un precio razonable, ya que al igual que ocurre con los Sestercios el único procedimiento que puede evitar el pagar altos sobreprecios que acaben alejándonos de esta afición es el comenzar comprando ejemplares abundantes, tales que podamos encontrarlos con facilidad en tiendas, mercadillos, y ventas públicas y adquirirlos a un precio relativamente bajo, aún antes de adentrarnos en un conocimiento mas afinado de la debida relación entre precio y calidad para cada tipo de pieza, lo que solo conseguiremos con la lectura de la necesaria bibliografía, y la experiencia que da el manejo de ejemplares reales de piezas y la comparación entre precios y conservaciones que para un ejemplar determinado nos proporcionen distintos comerciantes.
Es por ello por lo que hemos elegido comenzar con el análisis de las piezas peninsulares (emitidas en Cecas de la península) fechadas de 4 Reales, cuyo precio es aproximadamente, a igualdad de conservación, tres veces menor que el de las piezas de similar Ceca, Ensayador y fecha de 8 Reales, permitiéndonos de esta manera el tener un cierto conocimiento de las peculiaridades de la moneda Macuquina antes de analizar las piezas de 8 Reales o Pesos, lo que constituye el objeto de la mayor parte de las entradas, del orden de 50, que dedicaremos a este tema. A diferencia de lo realizado con los Sestercios donde unas entradas de iniciación al coleccionismo y a la historia de los signos monetarios, parecían indispensables, aquí desde esta misma entrada procederemos al análisis de piezas concretas, procurando ir distribuyendo en entradas sucesivas, consideraciones generales referidas a cada periodo histórico y características especificas de cada grupo de monedas Macuquinas.
Las monedas a describir en esta entrada están acuñadas todas ellas en la Ceca de Sevilla (la que acuño mayor número de monedas Macuquinas de todas las Cecas peninsulares) en el periodo 1589 en que comienzan a fecharse las monedas peninsulares de Felipe II hasta 1594, en que fue acuñada la última pieza mostrada en esta entrada. Son piezas con el escudo de los Austrias españoles en lo que llamaremos anverso, flanqueado por la inicial de la Ceca y la del Ensayador y la indicación del valor (IIII) en reales, a la izquierda, así como por los dígitos de la fecha a la derecha del escudo. En el reverso figuran las armas de Castilla y León en cuatro cuarteles con dos castillos y dos leones alternados.
Su peso, siempre algo irregular en las Macuquinas será de unos 13´5 gramos y la ley de la aleación en plata algo superior a la 900 milésimas. La leyenda muestra PHILLIPVS DEI GRATIA en el anverso e HISPANIARVM REX en el reverso. Los precios medios de estas piezas son 50€ en G (BC), 100 € en VG, 200€ en F (MBC), 400€ en VF y 800€ en XF (EBC). Quien no esté familiarizado con el significado que damos a cada grado de conservación y la equivalencia entre los grados americanos y españoles, recomendamos la consulta de la entrada 6 al Blog “El Valor de las Monedas” de Admistraciondigital.com titulado “Como Graduar las Monedas”.

                                              

FIGURA 61.3


Como vemos, el hecho de multiplicar el valor de una Macuquina por 2, al pasar a un grado de conservación superior continua siendo válido (lo que no es extraño si tenemos en cuenta el elevadísimo tiempo de circulación de estas piezas, equivalente en cierta medida al de los Sestercios), aunque aquí el papel de la pátina y el grado de rareza de cada emperador o reverso, está desempeñado por la visibilidad de la Ceca, el Ensayador y cada uno de los dígitos de la fecha, siempre que la pieza pueda ser absolutamente identificada, lo que es requisito indispensable para aplicar estas reglas de valoración. Caso contrario, si nos encontramos con una pieza no identificable, lo aconsejable es no adquirirla salvo si su precio es del orden de 9 veces por debajo de los indicados.
La FIGURA 61.1 representa un 4 Reales acuñado en Sevilla en el año 1589, primer año en que las monedas expresadas en reales de Felipe II incorporan el año de emisión. La letra S representativa de Sevilla puede apreciarse, aunque no la letra P tumbada que representa el ensayador, en el anverso que, sin embargo, si es visible en el reverso. La pieza tiene desgaste generalizado, aunque la práctica totalidad de los detalles de los distintos cuarteles de escudo son muy visibles, así como los contornos de los leones y castillos del reverso. No obstante, únicamente los detalles del castillo inferior derecho son distinguibles. Esto nos llevaría a un grado F, al que correspondería un valor de 200€ de acuerdo con el criterio expuesto para este tipo de piezas. El precio de mercado debería ser algo inferior, pese a su magnífica pátina, pero la falta de legibilidad del Ensayador y del valor en el anverso, lo bajan hasta 170€.

                                         

FIGURA 61.4


La FIGURA 61.2 nos muestra un ejemplar similar datado en 1596, si bien la no visibilidad de la parte derecha del último dígito pudiera hacernos pensar que su fecha fuera 1590. Podemos determinar que ésto no es así, ya que sabemos, como se podrá deducir del examen de piezas posteriores, que el tipo de diseño de los castillos en la Ceca de Sevilla es modificado a partir de 1596 haciéndose mas estilizado al suprimir el enladrillado a la par que los leones van alzando su figura pasando de sedente a rampante.
La pieza se encuentra en VG a lo que correspondería un valor de 100€ que disminuiríamos a 90€ por falta de legibilidad de Ensayador y Ceca, aunque la atribución a B (Juan Vicente Bravo) como Ensayador y S como Ceca es inequívoca por el arte empleado en su acuñación.
La figura 61.3 muestra un 4 Reales acuñado en Sevilla (S) en 1591 por el Ensayador H (Hernando Vallesteros) la pieza tendría una conservación VG similar a la anterior, con un valor de 100€ y un precio de mercado de 90€ al ser solo visible el último dígito de la fecha (que solo puede corresponder a 1591)  y la H del Ensayador.
La pieza de la FIGURA 61.4 tiene la fecha completa y podemos, por su arte atribuirla a Sevilla y al Ensayador B. Su grado es F y su valor es de 200€ en esta conservación, valor que deberíamos de reducir a la mitad al carecer de Ceca y Ensayador, dando un precio de mercado de 100€.

                                          

FIGURA 61.5

Por último, como elemento de contraste para la identificación de cual es la Ceca de una moneda Macuquina cuando su inicial no es visible, ni tampoco la del Ensayador, en la FIGURA 61.5 tenemos un 4 Reales acuñado en Toledo con el Ensayador C en el año 1594. A no ser visible ni Ceca ni Ensayador, hemos de recurrir al arte de la pieza para su identificación. Así, vemos que los castillos responden al diseño de las piezas toledanas de la época que se diferencia del de las de Sevilla en que tienen la peana sobre la que se asientan, completa.  La pieza se encuentra en VF- a lo que corresponderían 330€ que debemos reducir al no ser visible, aunque si identificable, Ceca y Ensayador, dando un precio de mercado de 190€.

 

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FIGURA 30.1

Los Sestercios emitidos durante el reinado del emperador Adriano suponen un punto de inflexión en cuanto a las tendencias en el diseño de este tipo de piezas. De alguna manera, nos encontramos en la zona central en cuanto a la producción de Sestercios. Esta denominación se venía acuñando en bronce desde hacía unos 125 años y se seguirá acuñando también un número semejante de años, una vez terminado el reinado de Adriano. Podemos decir en el lenguaje numismático habitual, que es el punto divisorio entre los Sestercios del Alto Imperio y los Sestercios del Bajo Imperio o Medio Imperio, si reservamos la denominación de Bajo Imperio al tiempo posterior a Diocleciano.
Este cambio estilístico, que será perdurable, no se produce ni al comienzo, ni al final del reinado de Adriano, sino precisamente en los años centrales del mismo, concretamente en torno al año 121 D.C.. Así, las primeras acuñaciones de Adriano, desde el punto de vista de su diseño son muy semejantes a las de los últimos tiempos de Trajano, de la misma manera que éstos se habían inspirado en las de Nerva o Domiciano. En estas acuñaciones, uno de cuyos ejemplos lo podemos contemplar en la FIGURA 30.3, el retrato del emperador, normalmente  en busto desnudo o revestido con manto o coraza, apenas se diferencia del de Trajano, si bien con un menor relieve y con los rasgos faciales característicos de Adriano. En cuanto a la leyenda del anverso, en este tipo de emisiones, la cadena de caracteres circunda siempre la cabeza sin interrupción, excepto en la base del busto. Este tipo de leyenda continuada es la que se había venido produciendo en la totalidad de los Sestercios de los anteriores emperadores y es lo que creemos que proporciona a los Sestercios del Alto Imperio, esa imagen indefinible de clasicismo.
Aquí, como en las últimas emisiones de Trajano y Domiciano, los caracteres de la leyenda son muy pequeños para permitir la inclusión de la mayor cantidad posible de los títulos del emperador, reservando el reverso para inscripciones relativas a la figura o figuras que en él se insertan. Entre estos títulos, es de destacar la presencia, antecediendo al nombre del emperador HADRIANVS, el de su antecesor TRAIANVS destacando el entrenque con el último monarca vía la adopción, ya que en el caso de los llamados Antoninos, hasta Cómodo hijo de  Marco Aurelio, el procedimiento de sucesión estaba basado en esta institución. Esta circunstancia, ya se había dado en las primeras acuñaciones de Trajano que había hecho anteceder el nombre de Nerva al suyo propio en estas emisiones.
Ello supone una cierta confusión para quienes comienzan a coleccionar moneda romana, ya que cuando las piezas que se examinan están muy desgastadas (lo cual es lo usual en los comienzos, sobre todo cuando se dispone de poco dinero), es fácil que en este tipo de emisiones de Trajano y Adriano, el verdadero nombre del emperadores no sea legible, y sin embargo el antenombre, Nerva o Trajano según los casos, sí lo sea, por lo que el neófito realiza una identificación equivocada de las piezas, antes de haberse familiarizado con el tipo de retrato de cada emperador, lo que le permitiría llegar a distinguir cada uno, en función de su figura, sin necesidad de leer las inscripciones del anverso, no siempre completas.
Sin embrago, en la segunda época de las acuñaciones de Adriano (como ya decíamos, con posterioridad al año 121 D.C.) como característica absolutamente distintiva, que se mantendrá en gran parte de los emperadores posteriores, la leyenda del anverso aparece interrumpida, quedando en este caso a la izquierda únicamente el nombre del emperador HADRIANVS y a la derecha su título de Augusto (AVGVSTVS) o simplemente AVG, seguido del número de veces que había sido anteriormente nombrado Cónsul (COS III) y a partir de 128 D.C. en el que es nombrado Padre de la Patria, PP (PATER PATRIAE).
Esta reducción de la longitud de la leyenda, ya permite un mayor tamaño de la cabeza, y sobre todo de los caracteres empleados en el anverso, que así se asemejan a los empleados para la identificación de la figura del reverso. Posiblemente, este aumento del tamaño de los caracteres en detrimento de su número, se debió a un intento de facilitar la comprensión de los símbolos de soberanía a una población que en gran medida permanecía incapaz de leer el latín.

                        

FIGURA 30.2

En cuanto a los reversos, en los que por el contrario ya no se da esa evidente discontinuidad que hemos señalado respecto a los anversos, ya que en su mayoría, en los tipos mas comunes, se siguen representando deidades menores con figuras predominantemente femeninas, como se da en la mayor parte de las FIGURAS de esta entrada (FIGURAS 30.1, 30.2, 30.4 y 30.5). Estos reversos mas usuales, se completan con emisiones del tipo de las ya iniciadas por Trajano para conmemorar hechos especialmente significativos, con una intención propagandística, así como con la larguísima serie que representa, en forma de figuras femeninas en distintas actitudes, las diferentes provincias visitadas por el emperador y la también larga serie de las RESTITVTIO con la que se conmemora la restauración de las administraciones provinciales en las principales regiones del Imperio.
Todo ello redunda en una extraordinaria expansión en el número de tipos y subtipos de Sestercios de Adriano que según señala COHEN, RIC y CAYON llegan a sobrepasar los 700, cuando de los dos siguientes en variedad de tipos, los de Trajano no habían sobrepasado los 400 y los de Antonino no llegarán a 600. Curiosamente aunque en algunos de estos tipos aparece la figura del emperador sin corona de laurel, singularmente en los tipos de MAVRETANIA, y en algunos de ellos, especialmente en la seria con GALERA como reverso, la cabeza del emperador, como excepción aparece orientada hacia la izquierda, la característica que no cambia en todas las emisiones de Adriano es la de aparecer la cabeza del emperador con barba, lo que anteriormente, y en forma muy ligera, solo se había dado con Nerón. A partir de ese momento la barba será un atributo casi inseparable de la figura de los Augustos, quedando reservada para los hijos menores de los emperadores, normalmente con el título de Césares, la representación barbilampiña.
Esta enorme variedad de tipos, de los mas comunes a los mas raros, de Adriano hace que el coleccionar monedas únicamente de este emperador pueda llegar a constituir un tema en sí mismo, por ejemplo por tipos de reverso e incluso combinando estos tipos con diferentes variedades de anverso. Desde luego, aunque vayamos a una zona tan profunda de especialización, campo no nos va a faltar ya que como hemos indicado, incluso algunos cientos de reversos diferentes de Sestercios de Adriano pueden ser reunidos, sin necesidad de llegar a alcanzar piezas muy raras a las que es difícil tener acceso. En todo caso, los Sestercios de Adriano, ofrecen a quién se inicia en el coleccionismo de la moneda romana una oportunidad de adquirir a precios asequibles unas piezas que conservan los atributos de: gran módulo, buen peso (por encima de los 25 gramos) y vigor expresivo, característicos de las primeras emisiones de Sestercios en los inicios de la dinastía Julia.
Como ejemplo de lo afirmado anteriormente, en esta entrada tenemos representados en las FIGURAS 30.1, 30.2 y 30.4, Sestercios de Adriano que pueden ser completamente identificados, a un precio que no supera los 100€. Teniendo en cuenta la antigüedad de estas piezas y su valor histórico, creemos realmente que se trata de precios razonables, aunque lógicamente no pueden corresponder a grandes conservaciones, máxime si los comparamos, con los precios de salida de las últimas emisiones conmemorativas de piezas de 5, 10 o 20 euros emitidos por las Casas de Moneda nacionales con tirajes mucho mas altos que el número de monedas clásicas de un cierto tipo que han sobrevivido al paso del tiempo, y con un coste en muchos casos bastante superiores, sin que incluso su contenido en oro o plata, pese a la reciente subida del precios de estos metales, compense su elevado montante de adquisición.

                         

FIGURA 30.3

La pieza de la FIGURA 30.1 muestra una cabeza en gran tamaño de Adriano que es muy común en sus últimas emisiones,  con la mas escueta de las leyendas en el anverso, HADRIANVS AVGVSTVS. En el reverso, aún con un extraordinario desgaste facilitado por su escaso relieve, podemos identificar que la figura que aparece corresponde a la de Diana Cazadora mirando hacia  la derecha, con arco en la mano izquierda y flecha en la derecha. Lógicamente, es fácil comprobar que estos detalles no son visualizables en el ejemplar fotografiado, pero sin embargo, la identificación ha sido posible, a partir de la constatación de que los brazos de la figura están pegados al cuerpo y dirigidos hacia abajo, circunstancia que no se da en ningún otro caso de figura femenina representada en los Sestercios de Adriano. Es claro que para ello es necesario echar una ojeada a la mayor cantidad figuras o fotografías de Sestercios como las que aparecen en las obras que venimos citando, en especial la de CAYON “Los Sestercios del Imperio Romano” publicado en 1984 que incorpora miles de fotografías de Sestercios tomados de catálogos de subastas, junto con una descripción de las características de cada tipo, su valoración, e identificación dentro del COHEN o del RIC.
Pese a que el reverso debe ser clasificado como AG-, sin embargo el reverso podría llegar a VG+, por lo que teniendo en cuenta que el grado de conservación del anverso debe primar sobre el del reverso, siempre que éste sea identificable, llegaríamos a la asignación de un grado conjunto de G+, al que correspondería un precio de 75€, ya que el precio base de un Sestercio común de Adriano, es semejante al que venimos manejando para Trajano, con 55€ en G, y por tanto 75€ en G+. En este caso, aumentaríamos algo este precio pese a la debilidad (que no inexistencia) de la pátina, debido al muy buen centraje y buena apariencia de la pieza, pese a su gran gastaje, quedándonos con un precio de mercado de 90€.
El Sestercio de la FIGURA 30.2 corresponde al tipo HILARITAS, con la figura de la Alegría ofreciendo con la mano derecha una palma a un niño y sosteniendo cornucopia en la mano izquierda, bajo la cual se encuentra una niña. Al final de la leyenda del reverso figuran dos caracteres, el primero de los cuales parece una superposición de una T y una P y el segundo una R, lo que parece aludir al poder tribunicio que le fue otorgado a Adriano año tras año después de su reconocimiento como emperador. Este es un tipo muy corriente que usualmente es obtenible en buenas conservaciones, si bien suele tener un alto desentraje en el reverso que queda desplazado hacia arriba. Tiene la inscripción PP, luego su año de acuñación estará entre el 128 y el 138 D.C. .

                         

FIGURA 30.4

El tipo tiene la cotizaciones mínimas en COHEN, RIC y CAYON, aunque SEAR lo valora algo mas alto que el tipo común, 12 L en 1970 frente a 10 L, 175 L en 1988 frente a 150 L y 250 L en VF en 2000 frente a 230 L para los tipos mas comunes. La conservación, con la mitad de la corona y la mitad de los pliegues del vestido de la Alegría no visibles, seria VG-, a la que correspondería un valor de 95€. El tamaño del módulo, el centraje del anverso y la inexistencia de fuertes corrosiones compensaría la ausencia de pátina, por lo que su precio de mercado sería de 90€.
La FIGURA 30.3 reproduce un Sestercio de la primera época de Adriano anterior a 121 D.C., con el tipo de busto semejante al de Trajano que ya hemos comentado. El reverso el del tipo PIETAS, con la figura de la Piedad ofreciendo sacrificio frente a un altar. Este sentimiento de piedad en el mundo romano tenía un significado semejante al que reviste entre nosotros el de fraternidad. El tipo es valorado tanto en COHEN como en CAYON 1984, algo por encima del Sestercio mas común de Adriano (el doble en CAYON 1984, lo que creemos algo exagerado). La conservación del anverso que puede llegar cerca de F, vuelve a primar sobre la de reverso, quedándonos con un grado global de VG+ correspondiente a un valor de 110€, que la pátina que persiste y la legibilidad de todos los caracteres de anverso, elevarían su precio de mercado a 175€.
El Sestercio de la FIGURA 30.4 vuelve a ser del diseño de las últimas emisiones de Adriano, por lo que al no incorporar las letras PP, le situaremos entre los año 121 y 128 D.C. .Aquí, aunque la conservación del reverso es algo mejor que la de la pieza anterior, sin embrago la del anverso es claramente inferior, con visibilidad limitada a la mitad de la corona, teniendo los rasgos faciales completamente desdibujados, por lo que el grado a asignar no llegaría a VG, quedando en VG-, lo que correspondería a un valor de 95€. El reverso, que muestra la figura de la Providencia de pie con cetro en la mano izquierda y la derecha señalando un globo que se encuentra debajo, es bastante común, por lo que alcanza la valoración mínima de los Sestercios de Adriano en SEAR 2000, y en CAYON 1894 solo es algo superior a la mínima. Por ello, teniendo en cuenta que la pátina es algo inferior a la intermedia, fijaríamos su precio de mercado en 80€.

                        

FIGURA 30.5

Por último, la FIGURA  30.5 muestra el tipo FORTRED con la figura de la Fortuna sentada con timón de nave en la mano derecha y cornucopia en la izquierda. Como sabemos este tipo se había ya emitido en reinados anteriores, como los de Tito y Vespasiano, para simbolizar la alegría de Roma al regreso de un viaje del emperador (tipos FORTVNA REDVCI). Esta pieza fue emitida con profusión ya que no podía ser menos, dado el afán viajero de Adriano. Aquí, la pieza ya alcanza el grado F, porque aunque el gastaje no es demasiado generalizado,  sin embargo la huella de desgaste en las parte altas es demasiado grande  para sobrepasar este grado (225€ en F). Si consideramos que la pátina, fuera de su discontinuidad en las partes altas, tiene un tono negro de cierta belleza, el precio de mercado podría llegar 275€.

WITH HADRIAN THE SESTERCES CHANGE THEIR STYLE

The sesterces issued during the reign of the Emperor Hadrian represent a turning point in terms of trends in the design of these pieces. Somehow, we are in the central area in the production of sesterces. This denomination was coined in bronze about 125 years ago and it will be also coined a similar number of years after the end of the reign of Hadrian. We can say in the usual numismatic language that it is the dividing point between the sesterces of the Early Empire and those of the Decline of the Empire or the Middle Empire, if we reserve the name of Decline of the Empire for the period after Diocletian.
This stylistic change, which will endure, does not take place at the beginning nor at the end of the reign of Hadrian, but precisely in the middle years of it, particularly around the year 121 A.C. Thus, the first coinages of Hadrian, from the point of view of its design are very similar to those of the last times of Trajan, in the same way that they had been inspired in those of Nerva and Domitianus. In these coinages, one example of them we can contemplate in Figure 30.3, the portrait of the emperor, usually the bare or covered bust with a cloak or a breastplate, hardly differs from that of Trajan, although by a lower relief and by the characteristic facial features of Hadrian. As for the legend on the front, in such issues, the string of character always surrounds the head without interruption, except from the base of the bust. Such continuing legend is the one that had been occurring in all the sesterces of previous emperors and it is what we believe provides the Early Empire sesterces that indefinable image of classicism.
Here, as in last issues of Trajan and Domitianus, the characters of the legend are too small to include the many titles of the Emperor, reserving the back for inscriptions related to the figure or figures present in it. Among these titles, we can highlight the presence, preceding the name of the emperor HADRIANVS, of the name of his predecessor TRAIANVS, emphasizing the relation with the last monarch through the adoption, because in the case of the so-called Antonine, till Commodus, son of Marcus Aurelius, the process of succession was based on this institution. This fact has already been given in the first coinage of Trajan, who had made to precede the name of Nerva to his own in these issues.
This implies a degree of confusion for those who start to collect Roman coins, because when the pieces to be examined are too worn (what is usual at the beginning, especially when you have little money), it is easy that in this type of issues of Trajan and Hadrian, the emperor's real name is not legible, but it is the honorific names, Nerva and Trajan, respectively, so the neophyte made a mistaken identification of the pieces, before becoming familiar with the kind of portrait of each emperor, what will enable him to distinguish each, depending on their figure, without having to read the inscriptions on the front, not always complete.
However, in the second period of the coinages of Hadrian (as we said, after the year 121 A.C.) as distinctive feature, which will remain in much of the later emperors, the legend of the front is broken, so, in this case, the emperor's name, HADRIANVS, is alone on the left and on the right his title of Augustus (AVGVSTVS) or just AVG, followed by the number of times that had previously been appointed Consul (COS III) and from 128 A.C., when he is named Father of the Fatherland, PP (PATER PATRIAE).
This reduction in the length of the legend allows a greater head size and especially of the characters used in the front, so they well resemble to those used for the identification of the figure in the back. Possibly, this increase in the size of the characters to the detriment of their number was due to an attempt to facilitate the understanding of the symbols of the sovereignty to a population largely remained unable to read in Latin.
As for the backs, in which on the contrary there is no the clear discontinuity that we have stated with respect to the front, as mostly, in the more common types, there are still represented minor deities with predominantly female figures, as it occurs in most of the figures of in this post (Figure 30.1, 30.2, 30.4 and 30.5). These more common backs are supplemented by issues of the type being undertaken by Trajan to commemorate significant events especially with propaganda intent, as the long series that represents, in the form of female figures in different attitudes, different provinces visited by the emperor and also the long series of RESTITVTIO with which commemorates the restoration of provincial administrations in the major regions of the Empire.
This results in an extraordinary expansion in the number of types and subtypes of Hadrian sesterces as Cohen, RIC and Cayon notes they reach more than 700, when the two following in different types, those of Trajan had not exceeded 400 and Antonine did not reach 600. Interestingly, though in some of these types there is the figure of the emperor without a crown of laurel, singularly in the MAVRETANIA types, and in some of them, especially in the series with back GALERA, the head of the emperor, as an exception appears oriented left, the characteristic that does not change in all issues of Hadrian is the head of the emperor appearing with a beard, which previously, and in very light way, it had only happened with Nero. From that moment the beard becomes an attribute almost inseparable from the August figures, being reserved for the children of the emperors, usually with the title of Caesars, the light beard representation.
This enormous variety of types, the most common to the rarest, of Hadrian makes the coin collecting only of this emperor could be a topic in itself, for example by type of backs and even combining these types with different varieties of front. Of course, even going so deep into an area of specialization, area is not going to miss because as we have indicated, even a few hundred sesterces of different backs of Hadrian can be collected, without going to reach the very rare, which are difficult to access. In any case, the sesterces of Hadrian, offer to who starts collecting Roman coin an opportunity to purchase affordable pieces that retain the attributes of: high modulus, good weight (over 25 grams) and expressive force, characteristic of the first issues of sesterces at the beginning of the Julio dynasty.
As an example of what was stated earlier, in this post we have shown in Figures 30.1, 30.2 and 30.4, Hadrian sesterces which can be fully identified, at a price that is less than 100€. Taking into account the age of these pieces and their historical value, we believe that this is a really reasonable price, but obviously they can not correspond to large conservations, particularly when compared with the starting prices of the latest issues of commemorative pieces of 5, 10 or 20 Euros issued by National Mints with coinages much higher than the number of classical coins of a certain type that have survived the test of time and with a cost in many cases far superior, not even their content in gold or silver, despite the recent rise in base metal prices, offset the high amount of purchase.
The piece of Figure 30.1 shows a large head of Hadrian that is quite common in the latest coinages, with the most succinct of the legends on the front, HADRIANVS AVGVSTVS. On the back, even with an extraordinary wear facilitated by its low relief, we can identify the figure that corresponds to Diana Hunter looking right, with a bow in her left hand and an arrow in the right. Logically, it is easy to check that these details are not viewable on the copy photographed, but nevertheless, the identification has been possible from the observation that the figure's arms are attached to the body and directed downwards, which does not occurs in any other case of female figure represented in the sesterces of Hadrian. Clearly, this requires taking a look at many pictures or photographs of sesterces as those displayed in the works that we have cited, especially that of CAYON "The sesterces of the Roman Empire" published in 1984 that includes thousands of photographs of sesterces taken from auction catalogues, along with a description of the characteristics of each type, their valuation, and identification within Cohen or RIC.
Though the back should be classed as AG-, the other side could reach a VG+, so given that the degree of conservation of front must prevail over the back, if it is identifiable, we would arrive to assign a degree as a whole of G+, which correspond to a price of 75€, as the base price of a common sesterces of Hadrian is similar to the so far used for Trajan, with 55€ in G, and therefore 75€ in G +. In this case, we would raise a little the price despite the weakness (not absence) of the patina, due to the very good centring and good look of the piece, despite its large wear, leaving a market price of 90€.
The sesterces of Figure 30.2 corresponds to the type HILARITAS, with the figure of Happiness offering with the right hand a palm to a child and holding cornucopia in her left hand, beneath it there is a girl. At the end of the legend of the back there are two characters, the first of them looks like a superposition of a T and P and the second one an R, which seems to allude to the tribune power given to Hadrian year after year after his recognition as emperor. This is a very common type that is usually obtainable in good conservation, but it often has a high des-centring on the back that is displaced upward. It has the inscription PP, so the year of issue shall be between 128 and 138 A.C.
The type has the minimum valuations in Cohen, RIC and Cayon, although Sear values a little higher than the common type, 12L in 1970 versus 10L, 175L in 1988 compared with 150L and 250L in VF in 2000 compared to 230L for the most common types. The conservation, with the half of the crown and the half of the folds of the dress of the Happiness not visible, would be VG-, which correspond to a value of 95€. The module size, the centring on the front and the absence of strong corrosion compensate the absence of patina, so their market prices would be 90€.
The Figure 30.3 reproduces a sesterce of the first time of Hadrian before 121 A.C. Hadrian, with the type of bust similar to Trajan that we have already discussed. The back is of the type PIETAS with the figure of the Pièta offering sacrifice at the altar. This feeling of mercy in the Roman world had a similar meaning to that of brotherhood among us. This type is valued both by Cayon and in Cohen 1984, slightly above the most common sesterces of Hadrian (the double in Cayon in 1984, what we believe a slight exaggerated). The conservation of the front that can come close to F, prevails over the back, leaving us an overall degree of VG+ corresponding to a value of 110€, which the patina that persists and the readability of all characters in front, would raise the market price at 175€.
The sesterce of FIGURE 30.4 is again the design of the latest issues of Hadrian, so by not incorporating the letters PP, we will situated it among the year 121 and 128 A.C. Here, although the conservation of the back is a little better than in the previous piece, however the one of the front is clearly lower, with visibility limited to half of the crown, having the full facial features blurred, so that the degree assigned would not reach VG, being in VG-, what corresponds to a value of 95€. The back, which shows the figure of the Providence standing with a sceptre in her left hand and the right pointing to a globe underneath, is quite common, so it reaches the minimum value of Hadrian sesterces, in Sear 2000 and in Cayon 1894 it is only slightly higher than the minimum. Therefore, bearing in mind that the patina is a little below the intermediate, we determine its market price at 80€.
Finally, Figure 30.5 shows the type FORTRED with the figure of the Fortune sitting with a ship rudder in the right hand and a cornucopia in the left. As we know, this type had already been issued in previous reigns, such as Titus and Vespasian, to symbolize the happiness of Rome for the return of the emperor from travelling (FORTVNA REDVCI types). This piece was issued in profusion because it could not be otherwise given the love of Hadrian for travelling. Here, the piece reaches the level F, because, although the wear is not too widespread, the wear mark in the upper parts is too large to exceed this degree (225€ in F). If we consider that the patina, out of its discontinuity in the upper parts, has a black tone of some beauty, the market price could reach 275€.

 

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