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Miércoles 27 de Septiembre de 2017 10:02

MIS ORÍGENES.

por Juan Alarcón Montoya
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Nací el 19 de enero de 1944 en El Palmar, actual pedanía de Murcia, en el número 85 de la calle Mayor, antes llamada del Generalísimo, antigua carretera nacional adoquinada de Madrid a Cartagena.

Mis padres eran Antonio Alarcón Espinosa y Pilar Montoya Vivancos, ambos naturales de El Palmar y yo era su segundo hijo, ya que antes tuvieron una niña llamada Florita, en atención a las abuelas que se llamaban Florentinas.

Mi padre era hijo único, ya que a poco de nacer murió su madre de unas fiebres puerperales, y tuvo que ser amamantado por un ama de leche llamada Fuensanta, la Tanta, que a su vez tenía una hija a la que también daba el pecho y que se llamaba Antonia. Mi padre, al igual que mi abuelo, medía casi 2 m , tan sólo había en el pueblo dos personas que estuviesen a su altura uno era Galinsoga, que se suicidó por eso y Salvador Cerón, que fué mi profesor. Era rubio con los ojos azules, pero cuando tenía 18 años pasó el sarampión y se quedó completamente calvo, por lo que siempre llevaba sombrero o boina.

Cursó el Bachiller en el Colegio de los Maristas de Murcia desplazándose todos los días en una burra que le compró mi abuelo y que recorría los 6 kilómetros que separan el casco de Murcia de su Pedanía de El Palmar. Quiso estudiar Derecho, pero mi abuelo se opuso porque había que salir de Murcia, y optó por hacer un curso de mecanografía y presentarse a unas oposiciones de auxiliar de la Diputación Provincial de Murcia que sacó y estuvo por Mula cobrando unas tasas.

Después se compró una bicicleta Orbea para ir al trabajo en Murcia e incluso más adelante se compró una moto marca Harley Davidson, que le fue requisada con motivo de la guerra civil. Esta supuso un aplazamiento de su carrera profesional ya que fue movilizado para incorporarse a infantería de marina en Cartagena, donde utilizó varias estratagemas para evitar culminar El periodo de instrucción y ser enviado al frente. Estas estratagemas consistieron en aducir que los trajes le quedaban cortos dada su altura, y que por ella era gastador, y cortarse la yema del dedo pulgar para evitar hacer una instrucción normal y al final fue destinado a oficinas y como asistente de un comandante jurídico al que le hacía la compra. Contaba anécdotas tales como que el comandante le mandaba a los pesqueros a recoger algunas sardinas para los gatos que tenía su señora, y mi padre detraía una parte de las sardinas para comérselas con sus compañeros de mili, a los que también facilitaba panes sobrantes.

Periódicamente, mi padre bajaba a El Palmar, a casa de sus padres y se llevaba huevos, conejos y pollos para mantenerse en el destino militar y no verse obligado al rancho cuartelario y para obsequiar a su comandante. Consiguió así salvar los tres años de guerra civil y cuando esta terminó se incorporó a su destino en la Diputación ascendiendo hasta llegar a oficial y no llegó a técnico porque no tenía la titulación universitaria.

En su trayectoria profesional llegó a ser Administrador del Hospital Psiquiátrico Provincial de Murcia, primero en el antiguo Manicomio de Acisclo Diaz, hasta que lo consiguió trasladar a unas nuevas instalaciones en El Palmar, por lo cual consiguió tener el trabajo en su lugar de residencia. Su dedicación fué extraordinaria, dedicándole al trabajo toda la mañana hasta la hora de comer, hasta el punto que cuando dejó el puesto las funciones que él ejercía las desempeñaron 3 personas.

Era ordenado y metódico, tras la comida, invariablemente se echaba la siesta de una hora aproximadamente y tras ella se iba al Casino a jugarse el café en una partida de dominó del cual era un experto, tras esto se iba a la huerta a dar una vuelta y traerse una cesta de la fruta que hubiese.

Mis abuelos paternos eran Juan Alarcón Rios, natural de Zarandona, un apuesto mozo que casó en El Palmar con la hija de uno de los terratenientes de la villa, Flora Espinosa Ortiz mayor que él y que murió al nacer mi padre y de la que este heredó la casa y las tierras de regadio y de secano, que administró mi abuelo, que fué así uno de los terratenientes del pueblo, llegando a ser concejal agrario del Ayuntamiento de Murcia y procurador junto con el Rojo de las Acequias de Riego de El Turbedal. Yo vivía en una casa de dos pisos construida por mi padre, que tenía toda la planta baja de almacén y se comunicaba con la de mis abuelos, que era también de dos plantas pero que tenía la planta alta sin construir y habilitada como una gran sala para almacenar todos los productos agrícolas. Los patios eran comunes y allí había de todo. Un pozo con agua riquísima, cuadras para las caballerias, gallinero, palomar, conejeras, cuadras para cerdos y cabras y hasta panales de abejas. La cocina estaba en el exterior y existía un estercolero que servía para todo.

Mis abuelos paternos fueron Juan Montoya Martí y Flora Vivancos Bernal también naturales y vecinos de El Palmar y él no se dedicaba a la agricultura sino que empezó de albañil y terminó de empresario de la construcción. En Melilla fué donde creció como empresario con las edificación de instalaciones militares y casas para este personal. Se hizo de la confianza del entonces comandante Agustín Muñoz Grandes y acompañaba en ocasiones a su esposa al teatro. A su regreso a la Peninsula construyó el aeropuerto de Viator en Almeria y también algo en la zona de Yeste. Compró una finca en Mula, que vendió en la guerra civil y tuvo un automóvil, que le fué requisado y que utilizaba el Lizán para transportar la hierba . Su última obra fué la carretera de El Palmar a Sangonera, que yo recuerdo en construcción. Aparte de su amplia casa con aljibe, que daba a la carretera de La Alberca, por donde pasaban los romeros hacia la Ermita de la Fuensanta, y hacia esquina con la calle de los Montoya, que no sé si le debía el nombre, tenía toda una manzana de casas en la calle Floridablanca, donde instaló una fábrica de losas que llevaba mi tío Juanito, que era su hijo menor. Yo solía ir a comer casi todos los domingos a casa de mi abuela Maolla, que era como la llamabamos, que era una excelente cocinera y en esas comidas tomabamos el aperitivo con vermut y sifón y arroces variados, entre ellos un arroz con atún en conserva y aceitunas exquisito.

Mis primeros recuerdos de infancia son de un regreso apresurado de la escuela situada en la replaceta con una diarrea bastante visible y por lo que mis primeros profesores Antonio Morales y su esposa doña Amparo me envíaron a casa para que me limpiasen. Y también de una excursión al Puente de las lavanderas en la que D. Antonio nos hizo con folios unos vasos de papel para que pudiésemos beber agua. D. Antonio emigró a Venezuela, donde se dedicó a la industria petrolífera y fue sustituido por D. Moisés .

Mi padre que era amigo de D. Jesús Gil, profesor de la escuela publica, acordó con él que me presentara a Ingreso y Primero de Bachiller por libre en el Instituto Alfonso X el Sabio, exámenes que aprobé no sé cómo.

Con ello ingresé en el Colegio La Merced de los Hermanos Maristas en El Malecón de Murcia para hacer 2º de Bachiller, era de los más jovenes del Curso y fuí aprobando hasta llegar a 4º donde suspendí en Matemáticas y Francés, no pudiendo presentarme a la Reválida de Bachiller Elemental. Allí tuve como compañeros a Román, que fué futbolista del Real Murcia, Joaquin Escurra que ha sido Directivo de la Confederación Hidrográfica del Segura, Pretel al que llevaban en carriolé, Eduardo Ruiz Abellán, Hidalgo el de Conservas Hida, Pedro Poza que se fué a estudiar interno a Alcazar de San Juan, Vicente Iranzo, hijo del catedrático, José Marquina que vivía en el barrio del Carmen, Francisco del Aguila, Croveto que era uno de los tenores del Colegio, Fructuoso Barba que ha sido Catedrático de Matemáticas, Eduardo Maurandi que es Magistrado en Madrid, Gosalvez que jugaba al tenis,…. . Teniamos clase mañana y tarde y yo tenía que ir a mediodía a la Plaza Camachos a recoger la cesta de comida caliente que me enviaba mi madre en el coche de linea y tomarla en la casa de los caseros de la finca que tenía al lado del Colegio de los Maristas D. Jose Maria Aroca Ruiz-Funes, médico amigo de mi padre y de mi abuelo, y que más tarde fué el primer alcalde democrático de Murcia, donde coincidía con otro alumno de un curso inferior José Soler Ruiz que era de Sangonera. Me recorría el Malecón 4 veces al día.

Juan Alarcón Montoya

Juan Alarcón Montoya

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