No hay nada peor que ser inmovilista. Una persona inmovilista es la que vive anclada en el ayer, creyendo, erróneamente, que cualquiera tiempo pasado fue mejor. El inmovilista rechaza de plano todas aquellas ideas o creencias que van contra su rancia manera de pensar. Jamás se adaptará o transigirá, sino que, por el contrario, se jactará entre sus afines de no comulgar con los nuevos modos y modas. El inmovilismo es un proceso que se agudiza con la edad. Cuanto mayores nos hacemos, más nos precavemos del porvenir y más nos aferramos a lo que tenemos y a lo que somos. He conocido y conozco a muchas personas inmovilistas y, en verdad, me aterra la idea de llegar a convertirme en una de ellas.
Las cosas cambian de una manera acelerada y hay muchas personas mayores perturbadas por esos cambios. A la generación anterior a la nuestra les escandalizaba la permisividad sexual entre los jóvenes, no digamos nada de la homosexualidad que muchos todavía hoy “toleran” solo de boquilla. Costumbres y actitudes que antaño eran tachadas de pecaminosas hoy son totalmente normales y a todos nos parecen ridículos los motivos en que se fundaba su prohibición.
He leído hace poco tiempo una entrevista con el filósofo canadiense Charles Taylor (85 años), autor, entre otras obras de “La era secular”. Dice este caballero que estamos viviendo una situación completamente nueva en la historia de la humanidad: “Hemos pasado de una sociedad marcada por la cristiandad a otra abierta y diversificada” y que el reto al que todos nos enfrentamos es el de la convivencia entre creyentes y no creyentes dentro de una democracia (régimen de derecho y no de tolerancia) “en la que cada cual tenga el derecho de expresar su opinión, a votar como quiera, a practicar la religión que acepte”.
El inmovilista no aceptará de buen grado estos planteamientos. Para el inmovilista sus opiniones son leyes y descalificará a quienes le lleven la contraria pues el inmovilista, imbuido de un sentimiento de superioridad moral, cree siempre tener razón.
Según el mencionado filósofo para explicar y entender la nueva situación, necesitamos un nuevo lenguaje que dé cuenta de los nuevos significados. Temo que para muchos ya es demasiado tarde y que morirán aferrados a sus viejas creencias, escandalizados por la que ellos suponen pérdida de sentido de la vida y que no es más que la demostración de su incapacidad de adaptación al tiempo presente.