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Miércoles 26 de Febrero de 2014 21:17

EL 23 F DE JORDI EVOLE

por Juan Pedro Escanilla
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Desde que en 1938 Orson Welles sembró el pánico en Nueva York con su versión radiofónica de la guerra de los mundos de Herbert Georges Wells, ¿Cuál es el medio que no ha soñado alguna vez con repetir la hazaña? Recuerdo especialmente cómo, hace relativamente poco tiempo, la radio belga engañó a mucha gente con un "informativo especial" en el que daba cuenta de que Flandes se había independizado unilateralmente de Bélgica.

El engaño, tanto el jocoso como el malintencionado, forma parte de la munición habitual de programas radiofónicos y televisivos: Cámaras ocultas; Cobayas que llegan al plató sin saber que van a reencontrarse con el amor de su vida o a enterarse de que tenían un hermano que desconocían; Maquillaje de declaraciones; Montajes de videos y escenas similares se repiten asiduamente para gozo o indignación de los espectadores.

Me atrevo a decir que lo que ha intentado Evole es más difícil que lo de Orson Welles o los belgas: Sembrar el pánico, o simplemente hacer creer algo imaginario es relativamente fácil. En el caso de Welles lo que “cantaba” era lo de los marcianos pero, ¿Acaso era eso lo importante? Si cuando vimos en la tele la caída de las torres gemelas el locutor nos hubiera dicho que habían sido atacadas por naves extraterrestres nos lo habríamos creído a pies juntillas. En aquél momento lo importante era lo que pasaba. Quién era el culpable sería importante al día siguiente.

También fue fácil en el caso de la emisión belga: se creyó porque era perfectamente creíble dado el ambiente caldeado del norte del país. Podría hacerse perfectamente en España: hasta el más novato de los realizadores podría fabular un "informativo" sobre una declaración unilateral de independencia de Cataluña que se creerían cientos de miles de espectadores, unos porque la temen, otros porque la desean: Bastaría con unas imágenes de archivo de manifestaciones multitudinarias llenas de senyeras; declaraciones de Mas o Rajoy; guardias civiles tirando pelotas al mar en la Barceloneta y hasta un locutor podría decirnos, para poner picante, que el ayuntamiento de Cervera se había declarado leal a la monarquía cómo en el siglo XVIII.

Sin embargo, el desafío de Evole era mucho mayor: Tenía que partir de un guion ya escrito, aunque algunas páginas estén aún en blanco; Tenía que rellenar esos huecos de manera que pudieran integrarse de manera creíble en lo que ya sabemos todos. Por supuesto, metiendo lo necesario para que el conjunto pudiera interpretarse de una manera diferente a la habitual pero respetando cosas obvias: No podía haber muertos, ni manifestaciones, ni tanques en más sitios que en Valencia, de la misma manera que no puede haber un reloj en la muñeca de un soldado romano.

¿Superó el desafío? Creo que sólo a medias. Supongo que el número de crédulos sería más importante durante los cinco primeros minutos que al final, ya que a medida que avanzaba el programa si iban viendo las cuerdas cada vez más gordas. En esto Jordi Evole violó la ley más importante de los cuentistas, la de que la tensión debe ir siempre en aumento.

Tuvo algunos errores de bulto. Ignoró anécdotas menores, como el hecho de que un diputado tuviera que ser evacuado al hospital tras sufrir un ataque de asma y/o ansiedad (¿no estaba al tanto del compló?) pero sobre todo se olvidó de algo que fue fundamental para el desarrollo de los acontecimientos y con lo que los golpistas no habían contado: Que Francisco Laína (un TAC, mira tu por dónde), poniéndose unas cuantas leyes por montera, constituyó a la comisión de subsecretarios en gobierno en funciones del país y paró el golpe: Desde el hotel Palace, precisamente.

Hay algo más, que no tiene nada que ver con los hechos. Si la tesis que desde el principio plantea el falso documental, la de que el rey se implicó en un ardid para frenar el aumento del golpismo, hubiera sido verdad, su difusión hubiera sido un balón de oxígeno para la monarquía. Ya aparece cómo salvadora en la versión aceptada de los hechos pero aquí se iba un pelín más lejos: Juan Carlos habría sido el buen doctor que nos hace un poco de pupita en brazo o en el culete para vacunarnos de cosas más terribles: Un benefactor ilustrado vaya.

He seguido con cierta frecuencia programas de Jordi Evole. Creo que es uno de esos periodistas de investigación criados en el post Watergate que salieron de las escuelas de periodismo con una Remington cargada en la mochila y que piensan que su destino manifiesto es destapar un escándalo cada semana y si es posible dos. No me parece mal que sea así, pero no es el tipo de personalidad consistente con la tesis del documental de haber sido cierto.

Constatado esto, todo lo demás consistió en el juego de cazar el gazapo.

Juan Pedro Escanilla

Juan Pedro Escanilla

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