Algunos fueron el pasado fin de semana al palacio de Congresos cómo quien va a un entierro, o a un funeral, incluso con la comezón morbosa de quien va al circo a ver las piruetas del trapecista, esperando/temiendo que en un momento dado se estampe contra el suelo.
Y el suelo contra el que se tenía que estampar Alfredo Rubalcaba eran las primarias: Una trampa saducea (por citar a los clásicos) de la que es difícil salir, ya que juega con el sentimiento natural del animal hombre que le inclina a querer decidir sobre todo lo que le afecta.
Sin embargo, los que presentan las primarias como algo muy simple (sólo son cuestión de democracia interna) se olvidan de señalar que las decisiones se producen en un contexto de normas y relaciones previas que hacen difícil o inviable, o simplemente inapropiado, un resultado de la decisión que no sea consistente con el status quo. Ya hemos visto en el PSOE el resultado de unas primarias realizadas sin ninguna alteración de ese contexto.
Que no se me malinterprete. Por supuesto que me gustaría que al Secretario General del PSOE se le eligiera por sufragio universal de todos los afiliados, pero para eso habría que cambiar el sistema interno, la estructura del partido, incluyendo la sucesión de procesos congresuales que hay hoy día, la relación entre la ejecutiva federal y las regionales o la posibilidad de dar mandatos imperativos a los delegados de las agrupaciones a los congresos, entre otras cosas. Fuera de eso, las primarias sólo llevarían a la sustitución de un secretario por otro sin que la democracia interna aumentara ni un ápice. Para eso me quedo cómo estoy.
Si hablamos de primarias para candidatos, me parecen muy lógicas en el sistema electoral francés, donde los escrutinios son uninominales y, cuándo necesario, a dos vueltas. Por eso, asegurarse que los candidatos tienen una amplia aceptación, incluso entre los simpatizantes y próximos, es vital para evitar que los votos de los “amigos” que no han pasado el primer filtro se queden en casa, o se vayan al adversario, en la segunda vuelta. Después de todo, todos los que votan en las primarias tienen derecho a votar en las elecciones.
No es el caso en el sistema español: Al presidente del gobierno no lo eligen directamente los ciudadanos sino el conjunto de los diputados quienes, casi en su totalidad, están puestos por los aparatos de los partidos en el marco de un sistema electoral que hace imposible que el elector declare sus preferencias. No es por caer en el surrealismo, pero imaginemos por un momento que un partido elige a su candidato a presidente en primarias. Qué gracias al tirón que obtiene por el hecho de haberlas ganado consigue para su partido una mayoría absoluta de, pongamos, 200 diputados. Pues bien, los otros 199, puestos por el aparato (a sus distintos niveles), podrían perfectamente votar a otro para presidente.
Ya sé que exagero y que eso no pasaría nunca. No importa, el presidente del gobierno así elegido estaría tan controlado por el aparato como el resto de diputados. Así que, denme un sistema electoral en el que pueda elegir a quien quiero cómo diputado (listas abiertas, circunscripciones uninominales o algo así) y les perdono las primarias.
Ya el colmo me parece reclamar primarias para la cabeza de lista de las europeas. Aparte de lo que he dicho del sistema electoral, no veo el valor añadido que tendría el que uno de los eurodiputados españoles, uno mas entre los eurodiputados socialistas de toda Europa, hubiera sido designado en primarias. De hecho, conocida la vanidad de nuestros paisanos, solo serviría para poner trabas a lo que a mi juicio es la tarea a realizar en ese sentido: Conseguir un programa común de todos los partidos europeos socialistas y amigos y buscar una persona con experiencia y capacidad para llevarlo a cabo como presidente de la Comisión. A mi sólo se me ocurren dos nombres: Uno hombre y otra mujer, y ninguno es español.
Lo más triste de todo esto es que el empecinamiento en debatir de las primarias ha estado a punto de dar al traste con una conferencia cuya misión era el rearme ideológico del PSOE. No lo ha conseguido, pero ha limitado el movimiento.
En las circunstancias en que estamos el PSOE necesitaba haber dado una señal fuerte de giro hacia la izquierda, yendo hasta el final en temas cómo la monarquía, la reforma constitucional, las relaciones con la Iglesia o el sistema electoral. Algo se ha avanzado, impensable hace solo unos años, pero queda camino para recorrer. Esa es una responsabilidad seria de los que han puesto el acento en el problema de las primarias, que ahora no tocaba. Pero ¿Cómo se mueve de sitio la iglesia del pueblo cuando la grey anda revuelta?
Alfredo Rubalcaba ha conseguido al menos una tregua. Esperemos que pueda aprovecharla no en su interés, sino en el de un PSOE renovado. El bastante tiene con haberse bajado del trapecio ileso y entre aplausos.