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Acaba de publicarse “El rey ahogado” (Editorial Almuzara) novela de Jerónimo Herrera Navarro.


Herrera, funcionario público con una larga y ejemplar trayectoria en el Ministerio de Cultura, destacó también como historiador del siglo XVIII español. Lo abordó desde el ámbito político, destacando el estudio que realizó de algunos de los principales protagonistas del siglo, como la obra referencial que publicó sobre el conde de Campomanes (Madrid, 2004).

Además de los avatares políticos del siglo XVIII, Herrera abordó también sus manifestaciones culturales, principalmente su teatro. Sin ninguna duda fue uno de los máximos especialistas del teatro español dieciochesco, y su ensayo “Petimetres y majos. Saineteros madrileños del siglo XVIII” (Madrid, 2009) es un libro deliciosoque nos demuestra como Madrid y España entera no pueden entenderse sin el teatro, sin sus autores, sus cómicos y su público siempre entregado, y ello a pesar de censuras, inquisiciones y malos ministros.

 

Tenía pendiente Jerónimo Herrera abordar la publicación de una novela sobre su querido siglo XVIII, y finalmente lo hizo con esta magnífica obra titulada “El rey ahogado”, una novela ambientada en los días del motín de Esquilache.

La novela histórica, a la que nos aficionamos con las lejanas Ivanhoe y Quo Vadis,y que entró en una espléndida madurez a partir de El nombre de la rosa, tiene en nuestros días muchos cultivadores. Por desgracia, abundan los libros de encargo, obras escritas por uno o varios escritores a sueldo, cuyo nombre no aparece en la portada, y que son firmadas por algúnfamoso de la televisión o por algún tertuliano de esos que saben de todo.

Nada que ver con la novela que nos entrega Jerónimo Herrera, obra en la que ha volcado sus profundos conocimientos sobre la época en que sitúa la ficción, sobre sus personajes, su mentalidady sobre sus costumbres más menudas.

El rey ahogado es una apasionante crónica sobre el motín de Madrid contra el rey Carlos III. Estos son los dos polos de la narración. Por un lado, un Madrid descrito con pasión y con detalle, un hervidero humano de majos y de petimetres, de embozadosy de lindas tapadas en el paseo del Prado, de lacayos, mesoneros y sacristanes. Espléndido retrato el que nos ofrece Herrera, que tiene un regusto a unos Episodios nacionales que, en vez de empezar en Trafalgar, principiaran unas décadas antes.

Y frente a ese Madrid popular, pasional y arrebatado, se sitúa Carlos III y su corte, atrincherados en su soberbio palacio real, el más grande de Europa occidental. Un monarca y sus ministros que Herrera describe y analiza con el trazo maestro de un historiador que conoce de primera mano los entresijos de la época.

Sobre este gran fresco histórico se desarrolla una trama novelesca que engancha desde el primer momento, porque nos permite vivir y respirar el ambiente del Madrid dieciochesco, como Graves nos hacía respirar el ambiente de la Roma de los Césares.

He disfrutado mucho con la lectura de esta novela. Mi primera aproximación literaria al motín de Esquilache fue la magnífica obra de Buero “Un soñador para un pueblo”. Ahora he revisitado la época y me ha impactado el necesario ajuste de cuentas que Herrera realiza con Carlos III, un monarca que hoy tenemos quizá idealizado en exceso, cuyo nombre hemos puesto a una prestigiosa Universidad, pero que tenía luces y también muchas sombras.

En suma, una novela muy recomendable de mi añorado amigo Jerónimo Herrera, amigo también de muchos lectores y lectoras de Administración Digital, que nos dejó en este año 2020, después de una larga enfermedad contra la que batalló siempre con entereza y que no le impidió escribir esta magnífica novela histórica sobre el rey ahogado.

Luis P. Villameriel



 

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