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Cambio político, mestizaje y pluralidad democrática.

“Las fuerzas del cambio”. Así es como se han denominadoCIUDADANOS, PODEMOS y PSOE en el último intento denegociación para formar gobierno. Aún hay alguna posibilidad, pero nadie espera que fructifique. Negociaron el qué del cambio, pero en realidad se atascaron en el cómo porque el cómo determina el qué. Hay al menos dos “cómos”. Un “cómo” es indignado y revolucionario al modo irracional e inmediatoque desean los seres humanos. ¡Gobierno de izquierdas ya!.El otro “cómo” es mestizo y gradual, al modo racional y evolutivo, poco frecuente entre seres humanos. ¡Gobierno mestizo!. PODEMOS se apuntó al primero. CIUDADANOS y PSOE al segundo. El resultado final es el fracaso de la política. ¡Grave error de todos!.

Hace un tiempo, PODEMOS pareció caminar hacia el mestizaje político. Sucedió cuando su líder, Pablo Iglesias, reflexionaba sobre la transversalidad y la superación del viejo eje derecha-izquierda. Debería haber desarrollado ese discurso y realizado pedagogía política con sus electores, pero Pablo Iglesias esun profesor no un pensador, así que pronto calló en el viejo esquema derecha-izquierda que criticaba,y ahí sigue instalado. Sin duda el mestizaje político es criticable porque la superación del eje derecha-izquierda puede reducirla calidad democrática. ¿Cómo compatibilizar la cooperación necesaria (el mestizaje) con la pluralidad y la democracia?.¿No son deseables las diferencias y la competencia políticas?. Por supuesto que lo son, pero no fue esa la preocupación de Iglesias, sino el poder de la izquierda. Las discrepancias son una inclinación natural del ser humano, pero la clave del mestizaje político no es centrarse en lo que separa, si no en lo que une. En cuanto a la competencia política, es buena si es generosa y altruista, pero es perniciosa si la obsesión del poder lo domina todo. ¡Eso es lo que ha pasado!. ¿Lo habrán visto los ciudadanos?.

En cualquier caso llevará tiempo descubrir la compatibilidad de mestizaje y democracia, al igual que llevó tiempo descubrir que el derecho y la ley son los instrumentos adecuados para hacer compatible la libertad individual con la convivencia colectiva, ambos bienes igualmente importantes y necesitados de protección. Encontrar los mecanismos e instituciones que doten a la política de mayor eficacia sin pérdida decompetitividad y del control de la acción de gobierno es un reto para los científicos sociales y pensadores del siglo XXI. Ha habido algunas aproximaciones indirectas a este tema como la de DaronAcemoglu y James A. Robinson analizando por qué los países fracasan, o la de Jeremy Rifkin investigando sobre la tercera revolución industrial y las posibilidades de la economía del coste marginal cero, o la de ChristianFelber, perfilando el modelo de la economía del bien común como alternativa tanto al capitalismo competitivo como al comunismo uniformador. Son ideas novedosas y útiles para el discurso del mestizaje político.

Aportaré algunas ideas más sobre cómo se puede cooperar en política manteniendo las diferencias. Parto del hecho de que las instituciones políticas surgidas en el siglo XVIII han sufrido un desgaste y necesitan ser repensadas. No se puede negar que trabajando durante 200 años con esas instituciones, la democracia se ha consolidado y las sociedades han avanzado. El modelo democrático europeo nacido de las revoluciones inglesa y francesa se ha universalizado y está presente hoy en la mayoría de territorios y naciones del mundo. Pero con el uso y el paso del tiempo, a las instituciones democráticas les han salido arrugas. Es normal. Fueron instituciones creadas para transitar de la sociedad aristocrático-feudal a la sociedad democrático-social, y de eso ya hace más de 200 años.

Una de las arrugas más profundas del traje democrático es el deterioro de la división de poderes. El Barón de Montesquieu, admirador de las instituciones políticas inglesas, concibió la división de poderes como un mecanismo de equilibrio e inclusión. Europa continental venía de un régimen político (el absolutismo) en el que todos los poderes residían en una sola mano (la del Rey). Las aportaciones de Montesquieu a la teoría política querían evitar que el poder siguiera concentrado en la institución monárquica y lo consiguió.

El equilibrio de poderes funcionó durante mucho tiempo. Pero 200 años después, el poder político ha vuelto a concentrarse. Poco a poco el poder Ejecutivo ha acabado controlando, primero al poder Legislativo aduciendo razones de estabilidad gubernamental, y después al poder Judicial, aduciendo razones de financiación (quien paga manda). Al destruir la división de poderes, la democracia se ha vaciado de contenido. Hoy, quien gana el Gobierno prácticamente lo gana todo (el Ejecutivo, el Parlamento y la Judicatura), y las instituciones pensadas para preservar el equilibrio de poderes políticos, ya no cumplen su función. Los políticos han institucionalizado el disenso y han conseguido aburrir también al votante que contempla desalentado cómo la política se ocupa más de descalificar al otro y ocupar el poder que de trabajar por las coincidencias. Hoy el votante siente que los políticos, atrapados en luchas continuas de unos contra otros, dejan sin resolver los problemas que preocupan (empleo, corrupción, violencia, educación, sanidad, pensión etc.). ¿Qué hacer?. ¿Cómo recuperar el equilibrio de poderes y el interés por el consenso político?

Las posibilidades son múltiples si hay voluntad política de dividir el poder, y voy a sugerir una de ellas. La división de poderes ideada por Montesquieu tiene un fallo original que su autor no podía prever. Desde el momento mismo que las Constituciones otorgan al poder parlamentario la facultad de elegir al Presidente de Gobierno y apoyar al Gobierno que este forme, la frontera entre el poder Ejecutivo y el Legislativo desaparece. Esa frontera existió mientras el Rey ejerció el poder Ejecutivo, un poder que negociaba las leyes y normas con el poder parlamentario del pueblo. Los poderes estaban verdaderamente divididos, e incluso enfrentados, y esa fue la Historia de la Inglaterra del siglo XVII que el Barón de Montesquieu conoció y admiró y que François Guizot describió en su “Historia de la revolución de Inglaterra” (1827). Cuando en el siglo XIX las Constituciones nacionales europeas atribuyeron al pueblo la soberanía y retiraron al Rey la competencia para gobernar e intervenir en la negociación de las leyes, el Rey pasó a “reinar sin gobernar” y la frontera entre los poderes Ejecutivo y Legislativo desapareció. La propuesta que planteo intenta restablecer el equilibrio de poderes creando dos Parlamentos de origen popular. Para evitar problemas de doble legitimidad, cada Parlamento debe tener extracción diferente, así como funciones distintas y bien delimitadas.

El Parlamento A sería similar al que hoy conocemos. Los ciudadanos elegirían a sus miembros en candidaturas propuestas por los partidos políticos, pero este Parlamento sería privado de la facultad de aprobar leyes. Conservaría las facultades de iniciativa legislativa, de elegir al Presidente de Gobierno y de controlar la acción de Gobierno. Es un Parlamento pensado para elegir y controlar los Gobiernos del Estado. Por sus funciones se puede considerar un “Parlamento ejecutivo”. El Parlamento B en cambio es de nueva creacióny persigue repartir el poder político. Los ciudadanos elegirían a sus miembros en candidaturas presentadas por corporaciones e instituciones civiles. Lo harían en un proceso electoral distinto del proceso del “Parlamento ejecutivo” y con un cupo de parlamentarios para cada tipo de corporación o institución. ¿Qué corporaciones o instituciones?. Buen tema para practicar el “mestizaje político”. Hay mucha variedad de corporaciones e instituciones civiles: sindicatos, empresas, ONGs, fundaciones, federaciones deportivas, asociaciones culturales, etc. Este Parlamento tendría como única función la de elaborar y aprobar leyes con la mayoría que en cada materia estableciese la Constitución. Por sus funciones le denomino “Parlamento legislativo”.Gobierno y jueces estarían obligados a aplicar las leyes aprobadas por dicho Parlamento. Tanto el Gobierno como el Parlamento ejecutivo tendrían capacidad de iniciativa legislativa, pero sólo el Parlamento legislativo puede debatir y aprobar las leyes. El ejercicio del poder político se complica, pero complejizar es la fórmula para repartir y dividir el poder.

Las naciones con doble Cámara legislativa podrían adaptarse con cierta facilidad a este modelo de doble cámara: una ejecutiva (controlar al Gobierno) y otra legislativa (producir leyes). Al desaparecer la cámara territorial, lo importante no sería la identidad nacional o territorial, sino la identidad social, cultural, económica etc. Como demuestra el modelo existente en EE.UU., la doble Cámara, una territorial y otra legislativa, ya funciona como un mecanismo de cierto equilibrio de poderes y así lo entiende el pueblo norteamericano en su práctica electoral al no otorgar casi nunca al partido del Presidente (ejecutivo) el control simultáneo de ambas Cámaras.

No quisiera finalizar este apartado sin hacer una reflexión sobre el liderazgo político. No es más líder quien más manda en una organización, sino quien tiene en ella más autoridad moral. El grado de autoridad moral está vinculado al comportamiento ético del líder. Es en este punto en el que quiero centrar la atención: liderazgo político y comportamiento ético. Los ciudadanos debemos castigar severamente con nuestro voto a los políticos faltos de comportamiento ético, y tenemos la obligación moral de enviarles alto y claro el mensaje de incompatibilidad entre política y corrupción. Sólo así conseguiremos que se preocupen de nuestros problemas cotidianos y que abandonen la vieja política de la confrontación y la exclusión, cambiándola por la nueva política de la colaboración, la inclusión y el mestizaje.

“Las fuerzas del cambio” precisan liderazgos éticos fuertes que generen una revolución social tan profunda como la producida en el pasado mediante los movimientos de masas enfurecidas. En mi opinión, el liderazgo político del futuro no consiste en acceder al poder agitando las bajas pasiones de masas indignadas como hicieron los líderes de las revoluciones de los siglos XVIII XIX y XX, sino en transformar los modos de hacer política, abandonando la confrontación sistemática y la exclusión para promover la colaboración leal, la inclusión y el mestizaje político. Es lo que prometía PODEMOS yha abandonado. Este cambio en las maneras de hacer política es muy necesario porque los ciudadanos sabemos que la colaboración y el acuerdo políticos resuelven nuestros problemas cotidianos con menos coste social que la confrontación y la exclusión políticas que practican los líderes que tenemos. ¡Démosles una nueva lección!.

Reorientar la división de poderes y ejercer el liderazgo ético es el camino hacia el consenso, la inclusión y el mestizaje políticos. Advierto que compatibilizar la colaboración política con la pluralidad democrática requiere una madurez que hoy aún no percibo ni en los ciudadanos ni en los líderes políticos. De un lado, los ciudadanos están desencantados de la política, entre otras razones por la inutilidad que ven en la rivalidad política sistemática. De otro los líderes tienen liderazgos éticos de perfil bajo. Están atrapados en estrategias cortoplacistas, preocupados por acceder o conservar el poder y no por el bien común. Algunos chapotean directamente en la corrupción. Confío en que no tardarán en llegar mentes capaces de definir y organizar las instituciones políticas y económicas de una sociedad avanzada tecnológicamente, como hicieron en el siglo XVIII J.J. Rousseau en su “Contrato social” para construir un Estado moderno y legítimo, o el Barón de Montesquieu en su “El espíritu de las leyes” y la separación de poderes a fin de que ningún hombre pudiera tener miedo de otro hombre.

Madrid 22 de abril de 2016

Jose Angel Suárez González.

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