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La crisis devastadora: amenaza y oportunidad.

Hace un tiempo describí las amenazas que acechan a la economía neoliberal y anuncié que se estaba incubando una nueva crisis financiera de efectos devastadores. No lo dije gratuitamente. Hablé de “los paños calientes” que los líderes mundiales han puesto a la crisis de 2008 con Basilea II y III, “paños” que no han resuelto los problemas financieros de fondo.

La desregulación (privatizaciones sin límites), el sometimiento de las autoridades públicas al mercado financiero (manipulación del déficit público), la libertad absoluta del movimiento de capitales (inflación negativa), la especulación con productos financieros altamente tóxicos (crecimientos negativos), la proliferación de paraísos fiscales (evasión fiscal), la expansión monetaria cuantitativa descontrolada (rescate a la banca), la fijación en mercados especulativos y desregulados de los tipos de cambio (guerra de divisas) y la tasa de interés del dinero (intereses negativos), etc. ninguna de estas amenazas contribuye a la racionalidad y estabilidad que el sistema financiero internacional necesita. Diseñé un escenario negro, pero prometí analizar las oportunidades que encierran las amenazas que expuse. Puesto que no quiero ser visto como un “pájaro de mal agüero” que sólo destaca las amenazas e ignora las oportunidades, cumplo hoy con lo prometido.

Cuando el sistema soviético se hundió a finales de 1980 y Francis Fukuyama describió sus impactantes tesis sobre el “final de la historia y de las ideologías”, hubiera bastado observar la proliferación existente a nivel mundial de “think tank” de todo tipo (conservadores, progresistas e independientes) para concluir que las ideas habían gobernado, gobernaban y gobernarían el mundo. El pensamiento de Fukuyama fue esencialmente reaccionario y quizá pensó que la manera de consolidar el pensamiento neoliberal dominante era decretar el “final de la historia y de las ideologías”. Una pretensión insensata donde las haya, porque la historia y la ideología siempre acompañan al ser humano allá donde vaya, de modo que el mismo Fukuyama se vio obligado poco tiempo después a matizar su pensamiento.

Justo en el momento en que Fukuyama exponía sus tesis, el mundo occidental estaba cambiando de ideología económica. El llamado consenso de Washington de la década de 1980 para Latinoamérica cristalizó en el fundamentalismo neoliberal (desregulación, privatizaciones, reducción de impuestos y del tamaño del Estado), y el neoliberalismo desplazó al consenso socialdemócrata y al pensamiento económico keynesiano, que habían dominado la política económica occidental desde finales de la segunda guerra mundial hasta mediados de la década de 1970. Al inicio de esa década Richard Nixon sorprendía al mundo afirmando que “ahora todos somos keynesianos” al mismo tiempo que adoptaba una de las medidas más deseadas por el pensamiento económico neoliberal: abolir el control oficial del tipo de cambio del dólar, cuyo precio se fijaría en el libre mercado de capitales, perdiendo así los Estados el control político sobre la creación de la moneda.

Para hacerlo, Nixon suprimió la paridad dólar-oro y liquidó el sistema monetario de Bretton Woods. Pocos años después, el acceso en 1979 al Gobierno británico de los conservadores bajo la dirección de Margaret Thatcher y el de los republicanos a la Casa Blanca en 1980 con el Presidente Ronald Reagan, dieron la puntilla al pensamiento keynesiano y al consenso socialdemócrata. La primera medida del Gobierno de Thatcher fue imitar a Nixon suprimiendo el tipo de cambio oficial de la libra y dejando que su precio lo fijara el mercado y el libre movimiento de capitales, renunciando también el Estado británico al control de su moneda nacional. Como resultado de esas decisiones, hoy tenemos un sistema monetario internacional inestable y especulativo que nos da continuos disgustos y que producirá crisis devastadoras hasta que los Estados acuerden y regulen de forma razonable el actual libertinaje de los mercados financieros y de sus capitales.

La sustitución del pensamiento keynesiano por el pensamiento neoliberal no fue un proceso rápido ni fácil, ya que suponía la sustitución del Estado como un agente económico más por el Mercado como único agente económico legítimo, y estos cambios nunca son sencillos. Durante los 30 años de reinado del pensamiento keynesiano los neoliberales llegaron casi a desaparecer, y sus ideas económicas eran calificadas de “dementes” por los keynesianos. El joven activista e historiador Owen Jones en los capítulos 1 y 2 de su obra “El Establishment” (Seix Barral 2015) describe ampliamente cómo sobrevivieron en ese ambiente hostil las ideas económicas clásicas que dieron origen al pensamiento neoliberal, y mediante qué estrategias publicitarias acabaron esas ideas siendo asumidas como propias por la opinión pública y los políticos británicos, lo que me evita abundar en esta materia.

Me interesa destacar aquí que el tratamiento que los keynesianos dieron a los neoliberales durante el consenso socialdemócrata, es el que hoy dan los neoliberales del consenso de Washington a los escasos keynesianos existentes, cuyo pensamiento económico ha sido prácticamente barrido de los círculos académicos y de los medios de comunicación. Así lo prueba el triunfo sorprendente del neoliberalismo conservador británico en las pasadas elecciones del 7 de mayo. Pero un economista neoliberal tan significado como Milton Friedman formuló una idea acertada que sigue siendo válida: Afirmó Friedman que “solamente una crisis, ya sea real o percibida, produce un cambio real. Cuando llega una crisis las acciones que se emprenden dependen de las ideas que haya disponibles… y lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable”. Esa idea de las crisis como catalizadoras del cambio fue lo que produjo el triunfo del pensamiento neoliberal durante la crisis del petróleo de la década de 1970, y en mi opinión promoverá el regreso del pensamiento keynesiano durante la crisis financiera de la década de 2010, si los keynesianos preparan adecuadamente su pensamiento, sus ideas y sus estrategias.

“Ideas disponibles” es la gran carencia actual del socialismo. Desde el triunfo del pensamiento económico neoliberal en la década de 1970, los socialdemócratas han ido renunciando al pensamiento keynesiano sin sustituirlo por uno alternativo, quedándose sin ideas y sin discurso político-económico. No sólo se quedaron sin ideas, sino que algunos partidos políticos nacionales, como los laboristas de Tony Blair, adoptaron como propio el ideario neoliberal bajo el eufemístico nombre de “nuevo laborismo”. Otros partidos socialdemócratas, entre ellos el PSOE español, se convirtieron en gestores del neoliberalismo, olvidando sus orígenes socialistas y las necesidades y problemas de la mayoría de ciudadanos. Ahora reciben la desconfianza y el castigo ciudadano por ese olvido.

A pesar de estos desastres, puesto que la idea de Milton Friedman sobre la oportunidad que ofrece una crisis para transformar la sociedad sigue vigente, y como la gran crisis de 2008 fue una oportunidad desperdiciada, considero que la próxima crisis financiera que ya está en camino nos dará una nueva oportunidad para el cambio, y confío que esta vez el pensamiento económico progresista aproveche la crisis para impulsar un nuevo ideario. ¿Qué ideario?. ¿Tal vez el regreso del pensamiento económico keynesiano?. ¿Y por qué no si algunas ideas de Keynes aún fueran válidas y resolvieran eficazmente la desigualdad presente y el paro masivo futuro?. Un paro que ya domina algunas sociedades como la española y la griega, y que no se irá, sino que se agravará. Dedicaré a la desigualdad y el paro la próxima reflexión.

 

Jose Angel Suárez Gonzalez,

Madrid, 29 de mayo de 2015.

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